martes, julio 28, 2015

LITERATO FERNANDO TOLEDO COMENTA

Fernando Toledo:
Entre tanto libro ahuevado que levantan, inflan, maquillan - la FIL y sus satélites ya no saben qué hacer para vendértelos-, este es uno con huevos de verdad: Barrunto, la novela gráfica de David Galliquio y Juanjo Sandoval. El desencanto del cuento original de Sandoval crece con el trazo y narración agresivos, y la visión violenta, sórdida y demoledoramente humana que Galliquio suele imprimirle a su trabajo. Harta influencia del cómic underground gringo de los 70 (Crumb y ZAP a la cabeza). De las mejores novelas gráficas peruanas que he leído.
Consíganla ya. 

160 páginas. 
30 intis millón. 
En Contracultura



lunes, julio 27, 2015

EN EL NOMBRE DEL PADRE


Tengo un pata de años, de la época de la universidad. Le decían 'Borrego', por la cabellera enrulada que llevaba en esa época grunge. Ahora ‘Borrego’ es profesor en la universidad, es un estudioso de la vida y obra de Kurt Cobain y cada vez que lo veo, que han sido pocas veces, hemos hablado con entusiasmo de rock de los noventas, de guitarras. Un apasionado de la música que luego me contó que conoció a su padre a pocos años de morir.
Su papá había sido un compositor de folclore peruano, que se hizo conocido cuando el cholo Toledo usó una de sus canciones como tema de campaña para la presidencia. “Amor, amor...” ese huayno desgarrado que lo llevó a palacio, era de su viejo, a quien conoció luego que se enterara que el señor con quien había convivido toda la vida no lo era, sino el músico bohemio que jamás se nombró en casa.
Ese descubrimiento, para 'Borrego', fue un episodio duro porque lo arrinconó en una serie de dudas existenciales. Le pregunté si cuando su verdadero viejo murió, tuvo acceso a alguna herencia. Me dijo que jamás lo pidió, que su viejo tenía familia, hijos y que nunca pensó en entrar en esa pugna. Pero valoraba mucho la experiencia que tuvo de estar con él, aunque haya sido en el ocaso de su existencia. Recibió de su padre un valor mental que lo liberó de sus laberintos, lo dejó tranquilo y listo para emprender su camino propio.

Mi pata 'Borrego' me hizo recordar a otro causa mío, 'Pesadilla' que vive en Londres y viene cada año a Sudamérica de vacaciones. Antes de irse del país, trabajábamos en un periódico cultural, “Urbania”, y entre largas charlas achinadas por el humo, me contó que tenía la certeza que su padre era su padrino, un tío de Huacho a quien veía en reuniones familiares, y era dueño de un ego colosal, centro de atención de la camaradería y el brindis.
Y cuando 'Pesadilla' se enteró que su viejo en realidad era su padrino, su mamá le habló en privado, y le dijo cosas que hubiese preferido no saber. Por eso, cuando nos enteramos que “Urbania” tenía unos pocos meses de vida, pues la dueña había decidido cerrar el negocio, 'Pesadilla' movió sus papeles, consiguió irse a Inglaterra y emprender su travesía lejos de esa angustia de enterarse de algo que hubiese sido mejor no saber. Volcó sus días dedicados a los conciertos de rock, a los grandes festivales y a conocer cada vez más allá del sol.
El año pasado, que volvió a Lima, hicimos un tour prostibular. Se topó con una colombiana en el mítico y sereno local del chino Shimabukuro, en el límite de Cercado con Callao. Apenas vio a la pereirana, la besó en la boca y le pagó doble turno, apagó el foquito de su cuarto y no lo volví a ver hasta que publicó un selfie en el 'Face', desde Londres nuevamente, señal que había vuelto vivo.
A mí más bien la pereirana me puso en la historia de mi amigo el colega Ariel de Bogotá, un rolo con dotes de ángel guardián y demonio, amigo de la vida y de las botellas. Así que te vas detrás de una puta perra de Pereira, fue lo que me dijo cuando le argumenté mi presencia en su departamento por unos días, el porqué de mi destino chongueril.
Porque fue ahí, a Pereira, adonde tuvo que ir mi amigo, el colega Ariel, a recibir las condolencias de todas las chicas que su viejo había encandilado. Y todas reconocieron en mi amigo el colega hermano colombiano de la vida y de las botellas, que era hijo de un verdadero hombre de la noche. Un selecto parroquiano, amigo de todas las bellezas que lo rodeaban cada vez que iba de visita, primero a Colombia, y luego, cuando se sintió en confianza y pensó que las traiciones que había hecho en el pasado, cuando joven, cuando pensaba que había de batallar al gran elefante, que había que mantener viva siempre la llama de la rebelión, pensó que ya las había olvidado el enemigo. Pero en Latinoamérica la gente jamás olvida lo malo. Lo malo se mantuvo latente hasta que lo encontraron, en el bar “El Pavo”. Y le dieron una paliza que lo mataron después de unos días de agonía. No le robaron nada a pesar de su apariencia inglesa, adonde se había asilado tres décadas atrás.
Mi hermano colega se echó al alcohol y yo fui su fiel amigo de bares. Entre esos avatares me contó que jamás pudo superar esa pérdida, y a la vez jamás ha podido olvidar la noche más dura de su vida, en que tuvo que velar a su padre y luego tuvo que tirarse a catorce damas sumido en la mayor tristeza seminal.

Menos mal, gracias a Dios, mi padre sigue vivo mientras escribo esto, y luego de cuatro décadas de molestarlo y a la vez brindarle momentos únicos, debo reconocer que me ha financiado mis mayores logros y también mis mayores cagadas.
Cuando pasaba la tarde en el malecón de Miraflores, en el “Casino Club”, con ya varios guisquis, solía conversarle al pianista del bar. Y le confesaba el dolor que le producía mi inquietud por la guitarra. No quería que fuera músico, ni mucho menos escritor. Y cuando tuve mayoría de edad me financió mi primera visita al night club, y la segunda también. Así que cuando muera tendré que cumplir en el nombre de mi padre con todas sus obligaciones como varón.
Pero cuando mi amigo 'Loco Tubo', un deportista profesional, campeón internacional y profesor de surfing en la playa, me contó que su viejo fue más bien, cuando lo conoció a los veinte años, alguien que lo motivó a estudiar en la universidad. Se dio cuenta que no todo era feeling en el mar. También había que formar escuela y para eso se necesitaba preparación superior. Le 'cagó' el cerebro su viejo. Algo de sabio habrá tenido el fallecido congresista Cruz Saavedra Mesones, alguien astuto en la política, luego de sobreponerse al ridículo mediático que le significó haber juramentado como Congresista de la República: "Por Dios y por la plata... Perdón, por la Patria".
También fue astuto cuando Lúcar difundió la denuncia de paternidad que tenía el finado. En la televisión aparecieron fotos del supuesto hijo no reconocido del congresista. Y al día siguiente, en la playa Punta Roquitas, los tablistas, entre los que se encontraba mi pata 'Loco Tubo', se vieron invadidos por periodistas que apuntaban con sus armas letales. Toda la playa estaba rodeada por prensa, por transmisiones en vivo y flashes a distancia. Hasta que llegó el congresista rodeado de sus guardaespaldas y se le acercó a 'Loco Tubo', que no sabía exactamente qué estaba pasando, y le dijo: 'Hijo mío'.
'Loco Tubo', que aún no había sido informado por su viejita sobre su real origen, ya que la prensa aplicó su carácter de inmediatez frente al trauma familiar adolescente, vio que el congresista era muy parecido a él, que tenía un gesto pendejo en su sonrisa e incluso el mismo lunar en la nariz, tipo verruga. Entonces se dejó llevar por la emoción y por las cámaras de televisión, así que se mandó: "¡Papá!".
A partir de ahí, hubo una relación fraternal, de mucha camaradería. Todo el poder del congresista fue otorgado a su nuevo hijo, quien aprovechó la circunstancia para viajar por el mundo, conocer todas las playas del planeta, estudiar en la universidad y fundar su escuela de formación deportiva.
El congresista murió dos años después, 'Loco Tubo' no hizo ninguna acción por pedir una herencia familiar. Pero recién ahí entendió de dónde provenía esa sonrisa pendeja.
La otra vez que 'Loco Tubo' me contó lo de su viejo, mientras planeamos su candidatura a la alcaldía de Punta Hermosa, le propuse usar el slogan: “Por Dios, y por la tabla...”, en homenaje a su viejo. Y no lo descartó usarlo, quién sabe y sea el inicio de su carrera política.

lunes, julio 20, 2015

15 AÑOS DE BARRUNTO

Escribí el cuento Barrunto en el año 2000, sumido en una profunda tristeza provocada por la muerte de Sandro Baylon, e inspirado en la fatalidad que alberga al club Alianza Lima desde la tragedia del Fokker.
Barrunto es una historia de amor y desamor, de lealtades y antivalores. Se publicó por primera vez al año siguiente y desde ese momento no he dejado de ver crecer el cuento. Primero fue la versión fílmica, que dirigió Mauricio Franco con la que obtuvo el premio nacional a Mejor Cortometraje Peruano de Ficción. En dicha producción se logró congregar a diversos actores y profesionales audiovisuales que hicieron de Barrunto una representación de la identidad peruana. Incluso el actor Emilran Cosio, quien años después co-protagonizó la novela televisiva Misterio, tuvo su primer acercamiento con el mundo del fútbol y la cultura que lo rodea, lo cual fue importante para todos quienes estuvimos en el rodaje y posterior presentación en festivales de cine de todo el mundo.
Para ese entonces, en 2004, se logró sacar una segunda edición de Barrunto, gracias a la editorial Sarita Cartonera, con la que se logró incrementar su presencia en el imaginario literario local. 
Ya para el 2008 aparece una tercera edición de Barrunto, editado por Urbania y con la que se logra una invitación para presentar Barrunto en el Salón de Libro de Luxemburgo, donde se resaltó la importancia valiosa de la cultura urbana, del lenguaje vivo de la ciudad y la identidad cultural del peruano.
Luego, una vez más, esa fatalidad que mencioné líneas arriba con la blanquiazul, hizo que la ficción que creé se hiciera realidad, cuando ocurrió la tragedia de Oyarce en 2011, lo cual hizo que Barrunto recobre vigencia. 
A partir de ese entonces surgió la propuesta editorial para llevar el cuento a la historieta, a la versión gráfica, para lo cual se asoció al proyecto David Galliquio, un prolijo dibujante, artista endemoniado y talentoso creador de personajes célebres en el comic.
Durante dos años el proyecto se fue gestando a pesar de diversas vicisitudes personales de cada uno de los involucrados, pero se mantuvo el entusiasmo y la paciencia necesaria no solo para sortear los problemas comunes con la familia y el trabajo, sino también para no claudicar y llegar a este momento, en que Barrunto pasa a ser una obra consolidada en el tiempo, quince años después de su creación, el cuento tiene vida propia.
David Galliquio y yo quisiéramos agradecer a tantas personas por su apoyo y muestras de afecto, en especial a nuestras familias, hijas, parejas y padres. Personalmente, quisiera dejar en público un agradecimiento especial a mi padre, Carlos Sandoval Aliaga, socio fundador de Matute, por inculcarme esa identidad blanquiazul que ha marcado mi camino profesional como escritor. 

Lima, junio de 2015.

Juan José Sandoval Zapata