Testimonio del hermano menor
Cuando Yimi cumplió doce, esperó que mi mamá se quedara dormida para hacer pasar a sus amigos. Metió trago, cigarrillos también.
Pareciera que la muerte de papá le causó más problemas en su cabeza. Lo hizo rebelde. De un momento a otro dejó los amigos del barrio, nuestros amigos, con quienes solíamos jugar fulbito en la pista. De un momento a otro, ya no hubo caudillo en el barrio, el equipo dejó de ser el mismo.
Por esa época también empezó a regresar a casa cada vez más tarde. Cada vez más oloroso, con la mirada esquiva y el maldito gorro que le tapaba la cara. Aún lo tengo en mi mente, con rabia de ver que cada día a mi mamá se le iba el alma por el llanto.
A Yimi siempre le gustó el “Fulbo”. En casa todos éramos del Alianza Lima, incluso yo. Se lo cultivó mi papá, él lo llevó al estadio por primera vez. Con el tiempo, Yimi empezó a ir con Los Ilegales. Le silbaban y él, como perro, salía corriendo. Si ganaba Alianza, no volvía. Para esos días ya tenía los ojos rojos, al menos cuando se dejaba ver la cara. También ya se había tatuado su horrible Héctor Lavoe en el hombro.
Yimi fue ascendiendo en Los Ilegales. Cuando me llevó al estadio, al clásico aquel, se notaba que todos le tenían respeto. Tal vez por eso ya lo conocían en la policía. ¿A quién le habrá pegado primero para lograr ser un Ilegal de peso?
Dijeron también que fue él quien mató al presidente de la Trinchera Norte, y que fue por eso que tuvo que irse unos meses para Chepén.
¿Qué de qué vivía? Por ahí la policía me contó que vendía coca. Por ahí me contaron las señoras del barrio que lo veían en un Mercedes Benz polarizado, que era flete. Desde que dejó el colegio le perdimos el rastro. Sólo sabíamos que llegaba tarde, y que andaba “por ahí, haciendo gestiones”. Pero nunca se movía de la esquina del barrio, siempre con sus Ilegales.
Cuando la gente del barrio fue a la universidad, el “fulbo” se hizo cosa esporádica. Los muchachos me preguntaban por Yimi y sentía vergüenza decirles que había dejado el colegio, que andaba en malas juntas, la barra brava y todo eso. Pero me las guardaba por respeto a mi mamá, ya era mucho daño.
Por eso también me guardaba que Yimi me seguía golpeando, que me insultaba y me decía maricón...
¡Maricón por no ser como tú! ¡Maricón porque no le pego a mi mamá! ¡Maricón por no fumar droga! Mariconazo, pues.
Si pues, me las guardaba por respeto a mi mamá.
Aún así, cuando voy caminando por las calles, a pesar de los rencores, trato de buscar entre la muchedumbre, a alguien que se parezca siquiera, un poquito a ti. Te extraño, hermano.
La familia Martínez en la quinta vecinal
Todos los domingos son tranquilos y los de los Martínez no son la excepción. Siempre suelen tomar desayuno muy temprano.
A pesar de lo callejero que es Yimi, siempre se da maña para estar en el desayuno. A veces llega a las justas, de amanecida, pero llega. En cambio, Juanjo es quien hace el desayuno los domingos, sale a comprar el pan y la leche, luego cocina algo ligero. Todos los domingos en la mañana se come “lomito saltado” en la casa de los Martínez.
Él es feliz viendo a su mamá tranquila, mirando la tele mientras pasan un vídeo de Franco de Vita.
-Ya pues, ¿DE NUEVO VAS A ESTAR CON TUS MARICONADAS? ¡HOY ES DÍA DE CLÁSICO, CARAJO! ¡CÓMO PUEDES ESTAR TAN TRANQUILO, HUEVÓN!
-¡No molestes a tu hermano! -Advierte su madre mientras va tejiendo con lana-. Juanjo está ayudando en la casa. Más bien, deberías seguir su ejemplo. ¿Desde cuándo que no ayudas? ¿Habrás tendida tu cama, siquiera?
-Ya pues, vieja. No empieces de nuevo con tus cojudeces. Ya te dije que en estos días me voy a vivir a otro lado y...
-... Y que vas a ser el presidente del Alianza. Ya me lo dijiste unas quinientas veces -con sumo cansancio de escuchar lo mismo, mirando hacia el techo-. Pero, ¿crees que le darán un puesto a alguien que no ha terminado el colegio?
-Ya te he dicho que ese no es un problema para mí. ¡¿QUÉ HAY EN EL COLEGIO QUE NO HAYA EN LA CALLE!? Acá aprendo más rápido, gano más dinero y fácil. Si no, mira a Juanjo: estudiante y todo, y no tiene ni para pagar un hostal con...
-¡OYE! CON ADRIANA NO TE METAS...
-... Jermita... (Se ríe con frescura). Y para que veas que soy buena gente, te invito al clásico esta tarde.
-No, no... nnno puedo -titubeando-. Adriana vendrá.
-¡PUTA! No jodas. ¿Se va morir si no te ve un par de horas? Que se quede haciéndole compañía a mi vieja, y ya. Y si te extraña, que se meta el dedo, pues.
Juanjo y su mamá se miran indignados. Yimi suelta su risa infernal, saca el cigarrillo apagado de sus labios, apaga la tele porque está Arjona cantando “mujeres, si no podemos no existen...”. Prende el tocacinta: Puerto Rico yo nunca dejaré de amarte, titititatutá...
Puerto Rico yo nunca dejaré de amarte. Puerto Lico y onunca dejahré de amalte. Puelto Lico yho nunca dejharé de amalteeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee.
La Radio Sonó
“Corazón Alianza Lima. Corazón para ganar. A La Victoria volveremos, para verte campeonar”. Canto popular (sur).
Loc 1: Desde la caseta “Vicky Ross” del estadio Nacional. Transmitiendo en edición especial para todo el Perú. Radio Santa Luz, setenta-y-siete-punto-siete-efe-eme presenta: El Clásico de los Clásicos del fútbol peruano, gracias al auspicio de...
Control: Entra cuña de Mentolatum. Música característica (sube, baja, se mantiene).
Loc 2: Aquí Gualberto Aranda, desde el Estadio Nacional para narrarles el partido definitorio del campeonato Nacional. El partidazo del siglo. Los compadres, los eternos rivales. Alianza-U, U-Alianza. Qué más da ubicarlos en el orden que uno quiera.
Control: Entra cuña de “Los clásicos del fútbol peruano”. Goles de encuentros anteriores, el grito de gol. El locutor con la tribuna. Música característica (sube, baja, se mantiene).
Loc 1: Comentarios...
Loc 2: Comentarios, debate sobre el encuentro, posibles alineaciones...
Diván
-¿Qué es el fútbol?
-Sería bueno empezar por ¿qué es la vida?
-Y ¿qué es la vida?, entonces.
-Es fútbol.
-¿Sabes qué?, yo creo que el fútbol es un deporte estúpido. Nunca he concebido al fútbol de otra manera que no sea como un juego entre veintidós idiotas tras una pelota.
-Entonces, usted no sabe de la vida. Por eso, seguramente, usted es un infeliz.
-Yo soy feliz como vivo.
-Bueno, entonces es usted un ser insignificante.
-¿Porque no entiendo de fútbol?
-Porque no entiende de nada. ¿Sabe usted lo que es arte?
-Astucia para hacer algo bien. Eso es arte.
-Bien, bastante bien. Entonces, los cajeros de banco son todos muy buenos artistas, ¿o me equivoco?
-Usted está en lo cierto.
-Entonces, los buenos presidentes son artistas. Entonces la Madre Teresa y los soldados de guerra que sobreviven a la batalla son, para usted, artistas. ¿Sabía usted que Pelé jamás probó drogas?
-Sí.
-Y Pelé hizo mucho dinero con empeño y dedicación. Entonces hizo bien las cosas, ¿no es cierto? Entonces, él también debería ser un artista. ¿No cree usted?
-No creo que sea el paciente quien deba hacer las preguntas.
-Bueno, entonces no pregunto más. Pero que conste que fui yo el que quiso hacerle comprender todo esto.
-Le doy, solamente, dos minutos.
-... Decía que Pelé, para usted, es un artista por el simple hecho de haber realizado una buena labor. Y yo lo creo también. Pero no es tan exacto. Pelé fue un gran deportista, el atleta del universo, quizá. Pero jamás podrá igualar la esencia artística de la realidad. Y la realidad es eso, la realidad: cuando la tragedia y la comedia van de la mano. Cuando uno logra el nivel estético universal es porque ha entregado su vida, se vuelve un esclavo de la gente que lo percibe. El artista jamás vivirá tranquilo porque tiene un compromiso vital. Por eso Maradona, Van Gogh, Vallejo. Porque el artista sensibiliza, y para sensibilizar a la gente es necesario sufrir, sumergirse en el vacío existencial de la realidad, para procrear la estética necesaria. Y fútbol es eso. El fútbol es arte no por un score, no por un triunfo holgado, menos una bronca. El fútbol es arte porque se llora y se ríe en el mismo encuentro. Porque la tragedia y la comedia son la realidad. Y en base a esa realidad, surge la magia, la inspiración. El fútbol es la vida misma.
Cuando uno grita un gol no celebra el tanto a favor de su equipo. Cuando uno grita un gol ha recordado que la semana se ha salvado, que los lunes serán, esta vez sí, mejores. Que podemos sonreír a pesar de la tragedia. Que cada minuto que pasa se acerca el título, y en otros años sonreímos de simplemente salvarnos de la baja. ¡Qué más da si comemos pan o caviar! Al final nos moriremos de hambre.
Igual es en el fútbol. Los que ríen se olvidan que junto a él está el guardián de su casa, o el amante de su esposa: igual se abrazan a la ilusión de sonreír. Cuando el artista hace un gol no grita por el premio que le dará la dirigencia; lo grita porque le ha ganado una partida a la vida, sabe que con goles no se hace rico, sino que se va alejando de la pobreza. Es así, doctor. Yo siento el fútbol así. Yo también soy artista, porque hago bien mi trabajo. Y al igual que el soldado de guerra, moriría por mi equipo. Por ellos doy la vida. Mi vida es gritar... y golpear. Sobrevivir y matar a la vez. Eso es.
-Se te acabo tu tiempo, jovencito.
“... porque en Latinoamérica matan a la gente pero no matan a las ideas, yeah...”
Preludio de la Muerte: Juan José y Adriana
Aquella mañana de domingo, Juanjo llegó a la casa de Adriana muy temprano. No era común verlo a esas horas.
También era muy raro verlo con ropa deportiva, llevaba buzo y zapatillas. Aún así mantenía su pulcritud. Adriana se sorprendió de verlo.
-Disculpa la hora, Adri, pero es muy importante que hablemos -le dijo muy sereno.
-¡QUÉ HA PASADO, JUANI! –Respondió nerviosa- ¿Es tu madre? No, no ¡es Yimi!...
-No, Adri, espera. No es nada grave -interpuso-. Lo que pasa es que tuve una discusión con Yimi, y para que no se alterara el ambiente, acepté la invitación que me hizo.
-Y qué tipo de invitación es esa.
-Al clásico.
-¡¿A DÓNDE? ¿AL CLÁSICO?! UY, JUANJI, pobrecito -en tono de súplica- ¿y por qué has aceptado?...
-No tenía otra, Adri. Ya estoy harto de que me diga maricón, que le perturbe la tranquilidad a mi mamá. Estoy harto de todo. Si le decía que no, de seguro iba a seguir molestando.
-Entonces, irás.
-Sí, Adri, perdóname, te lo suplico.
-Y, entonces, ¿nuestra cita?, Juanji, me lo prometiste.
-Adri, por favor, por mi mamá.
-Pero Juanji...
-Ya pues Adri...
-Juanji...
-Adri...
-Juanji... ya, está bien. Todo por complacer al delincuente de tu hermano.
-Ya pues, Adri, tú sabes bien que no me gusta que te expreses así de Yimi. Él en el fondo es una buena persona.
-Sí, cuando duerme.
-Vas a ver que uno de estos días cambiará. Eso de la barra brava es algo pasajero.
-Me gustaría creerte, Juanji...
Sutilmente se puso de espaldas a él dejándose pasar los brazos por el cuello, para luego tomar sus antebrazos levemente. Los dos quedaron mirando el infinito medio plomo que hay por acá.
Juanjo juntó su mejilla con la de ella. Se acurrucaron suavemente y él, cerrando los ojos, empezó a cantarle al oído: “Y es que me muero de amor si no estás, me muero y no puedo esperar...”
Señora María Solís viuda de Martínez: Costurera y lavandera
Un día sonó la puerta como a las once. Era la directora del colegio. Por un momento me asusté, pensé que se trataba de mi Juanjo, un accidente o algo así. Pero no, detrás estaba un policía... Y Yimi esposado.
-No sabe el dolor que me causa hacer todo esto, señora –me dijo la directora, sacando un acta de expulsión.
Se había robado un telescopio el muy bestia. Lo encontraron en el baratillo rematándolo. La directora lo siguió junto al policía que no lo soltaba por nada.
Aún no comprendo si las lágrimas que derramé eran de dolor o cólera. Pero me salieron fuerzas del alma y me dije “si sólo tiene doce, no es tan malo, ¡hay que darle otra oportunidad!”.
Y se lo dije al día siguiente, con mucho entusiasmo. Fue la primera vez que me levantó la mano, justo cuando lo iba a hacer yo.
También dijo que no estudiaría más, que si no lo quería, que se lo dijera de una vez para largarse. Y cuando mi mano tomó vuelo para cerrarle la boca, me la tomó fuerte, y me jaló. Fui a dar al suelo. Ni siquiera se dignó a ayudarme, ni siquiera se levantó la gorrita para percatarse de que estaba bien.
Desde allí se perdió el respeto.
Metía drogas a su cuarto, hacía sus negocios. A veces yo misma tenía que salir a decir que aquí no vivía ningún Yimi. Porque si no lo hacía, me golpeaba.
Una vez, por la madrugada, sentía ruidos en la sala. Salí corriendo de mi cuarto avisándole a Juanjo en el camino. Al llegar, prendimos la luz. Era Yimi y una chica, calatos, haciendo el amor. Había una botella y un paquetito abierto, coca desparramada junto a los cigarrillos.
Mi Juanjo, de tanta obscenidad, empezó a vomitar. Y mientras Yimi se ponía el pantalón rápidamente, me dejó ver sus ojos rojos y me dijo sin mover sus dientes: “¡Anda a tu cuarto, mierda, si no te mato. Y llévate al mariconazo ese!”. Nunca lo voy a olvidar.
Por otro lado, Yimi jamás me negó dinero. Yo sabía que andaba en negocios de la droga y todo eso, pero a veces uno necesita para comer. Fue él quien puso la cena de navidad. Hasta se dio el lujo de comprarle un reloj a su hermano. Juanjo no lo aceptó en un primer momento, pero todos sabemos que los rencores entre hermanos nunca son duraderos.
Juanjo ya se había acostumbrado a salir por la madrugada cuando su hermano llamaba. Está borracho –me decía-.
Yo sabía que Yimi estaba detenido en la comisaría.
Igual, los quiero a los dos, son lo único que tengo.
Quinta
La señora Adelina salió, como todos los lunes por la mañana, hacia el caño del callejón. Llevaba una batea roja ya gastada, llena de ropa sucia.
Mientras abría el grifo de agua, se iba recogiendo el cabello hacia arriba para que no estorbe durante su labor. Iba separando la ropa por colores y volteando algunas prendas para que no se dañen a la hora de pasarle la escobilla.
La señora Maruja salió de su casa. Ya había visto a doña Adelina desde su ventana con esos ojos grandes que todo lo ven. Y como la señora Maruja es de esas mujeres que no pueden ocultar nada de lo que le pasa a la gente, se acercó hacia su vecina y, con cara de consternada, le dijo:
-Adelina, amiga mía, ¿no sabes la última de los Martínez?
La señora Adelina le mira, sonríe un poco y sigue seleccionando la ropa. Luego de unos segundos le dice con voz de cansancio:
-No, Marujita, cuénteme.
La señora Maruja esperaba ansiosa que su vecina le diera pie para soltar lo ocurrido. Empezó a contar:
-Resulta que al Yimi, parece que lo han matado ayer en el Estadio Nacional. Su nombre ha salido en todas las noticias. Parece que fue un ajuste de cuentas con los de la “U”. ¡VECINA, ESTO SÓLO TE LO CUENTO PORQUE USTED ES MI AMIGA! ¡NO ME MIRE ASÍ TAN FEO!
Doña Adelina, que ha dejado la ropa sucia de lado, mira con sorpresa a la vecina y antes de volver a tragar aire, le pregunta:
-¿Dónde está María?
-No lo sé -responde-. Don Beto la tuvo que acompañar muy temprano para recoger el cuerpo. Juanjo también salió a esa hora. El chino de la bodega me contó no hace mucho que durante la madrugada llegó un patrullero a la quinta. Se escuchaban fuertes sollozos, aunque el chino no me pudo confirmar si era Juanjo quien lloraba. Lo que sí pudo ver, ya de amanecida, es que don Beto se llevó a la señora María en un taxi. Ella llevaba el rostro cubierto.
Antes de que la señora Maruja termine el relato, doña Adelina aprovechó en coger una media percudida y se sonó la nariz. Ya con lágrimas en los ojos, sólo atinó a decir: “pobre mujer”.
Cerdolandia
COMISARÍA DE LINCE – ATESTADO POLICIAL
Siendo las veintitrés con treinta minutos en el sitio que se indica, el ciudadano peruano Juan José Martínez Solís (18), natural de Lima, L.E. 10306168, domiciliado en Jirón Mariátegui 1561 interior B2, se hace presente para dar fe de los hechos ocurridos en agravio de Yimi Martínez Solís (19), natural de Lima, L.E. 32780959, domiciliado en Jirón Mariátegui 1561 interior B2, quien perdió la vida durante la gresca ocurrida luego del partido de fútbol en el estadio Nacional, situado en la avenida Colmenares s/n, en situación que dos bandas rivales (U-Alianza) produjeron un bronca entre las avenidas Salaverry y La Puente.
Don Juan José declara que mientras salían de la tribuna Sur del estadio en mención, fueron agredidos por cuatro (4) integrantes de la barra conocida como la “Trinchera Norte”, quienes utilizaron navajas gillets y vidrios rotos para causar mayor daño a sus agredidos.
Dicha agresión le causó a don Yimi Martínez serios cortes en la cara produciéndole el desprendimiento del ojo izquierdo.
El declarante dijo que luego de la golpiza, los cuatro (4) sujetos se alejaron ante la respuesta de la barra “Los Ilegales” de Alianza. El declarante dijo haber aprovechado el momento de la pelea para auxiliar a don Yimi Martínez.
Fue en ese momento que salió Gilberto Ames Dasso (a) “Diablo”, quien intentó golpear la guardia del declarante.
El declarante afirmó que entre Gilberto Ames y Yimi Martínez existía una seria rivalidad, ya que ambos pertenecen al mismo barrio. También recalcó que el “diablo” ha sido novio de Adriana Paredes, actual pareja del declarante, y que esta situación sirvió de excusa para el agravio.
El declarante confesó haber llevado a don Yimi al Hospital Central de Lince, donde se confirmó su fallecimiento.
El declarante se comprometió a rendir posteriores declaraciones a favor del esclarecimiento del caso.
Julio A. Villanes
Comandante PNP XRP
Juan José Martínez Solís
Declarante
Periódico de ayer
GRAVES INCIDENTES EN EL CLÁSICO
Un muerto y 17 heridos fue el resultado de una gresca desatada luego del partido.
Las barras bravas, tanto de Alianza Lima como de Universitario de deportes, volvieron a teñir las calles de rojo. Luego del partido en que la “U” se impuso 1-0 sobre Alianza, las barras más peligrosas de ambos bandos –Los Ilegales de Alianza y la Trinchera Norte de la “U”-, se encontraron entre las avenidas Salaverry y La Puente. Durante veinticinco minutos, ambos grupos, de cuarenta pandilleros aproximadamente, se pelearon a diestra y siniestra ante los desconcertados vecinos, mientras los pocos efectivos policiales que se encontraban en el lugar, esperaban la llegada de refuerzos.
Yimi Martínez (a) “Yimi”, de 19 años de edad, uno de los cabecillas de Los Ilegales, perdió la vida luego de la golpiza que recibiera de parte de un sujeto perteneciente a la barra contraria, quien ya se encuentra identificado y detenido en la carceleta del Palacio de Justicia para los procesos penales de ley.
Según parte médico, Yimi Martínez pereció en el acto debido a un traumatismo encéfalo craneano, producto de los golpes que recibiera con un objeto conocido en el ambiente delincuencial como “pata de cabra”. También figura en dicho parte que el finado barrista terminó con el ojo izquierdo desprendido. (A8)
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-¡YO LE DIJE QUE NO SE META CONMIGO, NI CON NADIE DE MI FAMILIA! -Le reprochó Yimi a su hermano, con mucha ira-. ¡ADEMÁS!, el que debería defender a Adriana eres tú, no yo. -Remató gritando.
-Tienes razón. Pero eso no justifica que lo golpees. Sobre todo si sabes que ese chico es un delincuente, ¿sabías que estuvo en Lurigancho once meses?
-¡HUEVADAS! Yo a ese le doy con los ojos cerrados. ¿Por qué tiene que meterse con tu hembrita?
-Déjalo, así es él de altanero. Ya me lo había dicho Adri. No vale la pena hacerle caso.
- Ay, hermanito, cuándo aprenderás a vivir. Los libros te enseñan a cómo hacer las cosas en casa, en la oficina. Pero no te enseñan de la calle, no te enseñan a sobrevivir-. Respondió más calmado.
Yimi y el “Diablo” nunca habían estado tan cerca. Se olieron como un par de perros de pelea. No aguantaron más y se dieron con todo. Si no era por Juanjo, se mataban. Ahora con mucha más razón, pues el “diablo” jamás iba permitir que el maricón del hermano de Yimi se lleve a su Adriana de toda la vida. Y ella, que luego de seis años de inmenso martirio, jamás le iba permitir al “diablo” volverla a tocar, porque había encontrado, al fin, al hombre de su vida.
Luego de la gresca, Yimi y Juanjo llegaron a la puerta del estadio. Ya los ánimos se habían calmado, el “diablo” era un tema olvidado.
Pararon en la bodega y se compraron una inka kola mientras Yimi observaba las calles colindantes para ver si llegaban los Ilegales. Estaba ansioso por contarles que le había metido un par de golpes al “diablo”, que lo había agarrado solo, caminando por la Arnaldo Márquez y aprovechó para arreglar el asunto de Adriana. Si no era por su hermano, que los separó, lo mataba.
Ahora sólo quedaba la guerra después del partido. Juanjo, muy precavido, se sacó el reloj que su hermano le había regalado en la navidad pasada, y se lo guardó. Luego sacó la billetera y, cerrando los ojos, besó la foto de Adriana.
-Mi hermano no es un delincuente. -Susurró dentro de sí.
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El cielo de Lima nunca se termina de aclarar cuando amanece. Siempre queda un ligero color plomizo que bordea los techos de los edificios.
De repente, para los que viven en donde el cielo se purifica a medida que pasa el día, como si tuviera un circulante de aire, esta ciudad es más que triste.
Por las calles repletas de callejones de un solo caño, pasa Yimi, aún con olor a trago, aún sacando el paquetito de la billetera y aspirando la cocaína.
Perdido en sus incógnitas, como intentar recordar lo que hizo anoche, Yimi camina por la Garzón, lento pero seguro, con las manos en los bolsillos y su gorra-tapa-cara. Hoy es el clásico, hoy es la gran final. Y el que pierde muere. Yimi prefiere iniciar la antesala. Se mete otro tiro.
Dobla por la Mariátegui. Camina acelerado. Sin querer, empieza a divisar las rayas de la vereda, aquellas que dan forma a los cuadrados del camino. Decide no pisarlas, ahora alarga sus pasos concentradísimo, o los acorta con tal de no pisar las insignificantes rayas. Continúa por la mitad de la cuadra, parece un loco dando saltitos, algunos salen medios afeminados, otros un poco torpes. Ahora se prepara para alargar el paso derecho, y antes que la suela de su zapatilla llegue al cemento, es que logra zafarse de allí –casi en el aire-. Una rata muerta. Una rata asquerosa, con los ojos abiertos y la sonrisa cruda, mirándolo con casual complicidad. Una rata inmundamente muerta. Una rata conchesumadre. ¡RATA CONCHA DE TU MADRE! Si no te veo, te piso. Rata de mierda. ¿Sabías que hay diez ratas por cada peruano?
La rata ni se movió cuando estuvo a punto de volver a morir, ahora aplastada, con las tripas en el aire y, quizás, quién sabe, un gusano deleitándose de la sangre fresca e infectada de la rata inmundamente muerta. MUERTA. MUERTA. MUERTA. MUERTA. MUERTA..... MUERTE.
La mira desde varios ángulos y ella lo sigue por donde la bordea. Sus ojos persiguen los de Yimi y Yimi se empieza a desesperar. Saca el paquetito y con la uña del meñique, la más larga de todas, le empieza a meter cocaína por el orificio de la nariz.
Yimi está como un niño con juguete nuevo, arrodillado, entregado al asfalto mientras la rata muerta se inicia en la coca. Y parece agradarle, al menos no muestra rechazo.
Piensa ahora juntar su boca con el pequeño orificio nasal, y mientras se acerca a la rata muerta, como quien quiere besar a la novia, es que se percata de la cola, de su larga cola. Su larga y asquerosa cola, más grande que su cuerpo, más larga que la zapatilla. ¡Mierda!, es inmensamente larga, inmensamente asquerosa para quedar tirada en la vereda, esperando a que algún basurero se la lleve. Es hermosamente asquerosa, y merece respeto.
Saca la gillet de su paladar con la lengua y como haciendo malabares ya tiene la cola en su mano. Le da toda una vuelta por el puño, la mira y mueve la cabeza diciendo sí, puede ser un bonito regalo para una linda chica.
Sigue su camino por la Mariátegui. La rata está tirada, mutilada... y coqueada. Totalmente coqueada y sin cola. Ha dejado de ser una rata inmunda. Ya no es nada.
Toca la ventana que da a la calle, es el cuarto de Adriana. Sale al rato, despeinada y soñolienta, tapándose las tetas con sus manos y arrugando el pijama que viste. Mira la calle, nada. Mira el cielo, nada. Ahora mira hacia abajo, donde está Yimi escondido, con las manos hacia atrás. Yimi sonríe y Adriana lo mira con ojos de indignación.
-¡Qué miércoles haces aquí! -Levantando la voz y luego bajándola bruscamente-. ¿Te has vuelto loco?
-Te traje un regalo -responde Yimi sin modular su voz y hablando tosco-. De esos que a ti te gustan.
Adriana lo mira, su rubor ha bajado. Mete su rostro hacia la puerta y chequea que nadie se levante por el ruido. Una falsa sonrisa crece en su rostro, y regresa al ventanal.
-Qué me has traído, Yimicito.
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-De ti puedo esperar cualquier cosa –le dije, pensando, no sé por qué miércoles, esta vez había cambiado.
Levante mi mano y la puse a la altura de su hombro. Para darle mayor emoción, cerré los ojos. Recordé que en la navidad pasada le había regalado un reloj carísimo a mi Juanji. Pensé que ya era hora que me toque a mí. Total, yo soy la única que le aguantaba sus estupideces. “Que cuando sea presidente del Alianza te voy a lleva Miami”, que “cuando me salga tal o cual negocio te voy a comprar un BMW”, que “cuando me maten, porque él sabía que lo iban a matar-, te voy a dejar un dinero en el banco, para tus estudios, para los de Juan José y para mi vieja, para que nunca le falte nada”.
La verdad es que sentí algo muy rico en mi muñeca, algo suave, como la piel. Me hizo un nudo. Luego juntó sus dedos entre los míos, los apretó fuerte y me dijo: no me he olvidado de lo nuestro, Adrianita.
Cuando abrí los ojos no supe, en un primer momento, lo que era. Luego vi la sangre chorreando por mi codo y empecé a gritar intentando sacarme cosa tan asquerosa. El Yimi no hacía nada por ayudarme. Sólo se carcajeaba con las manos en el estómago.
-Sorry, Adrianita. Es que como te gustan las ratas.... pensé que ésta también te gustaría.
Yo lo miré con odio. Cerré la ventana rápido, y me fui al baño a botar cosa tan horrible. ¡Dios mío, qué había hecho yo para recibir tanto castigo!
No sabía qué hacer para que el imbécil escarmiente. Pensé en decirle a Juanji, que su hermano, el delincuente ese, me había intentado violar. Pero la verdad es que Juanji es tan pavo que no hubiera hecho nada por mí. Aún no comprende que este tipo de cosas no se arreglan como si fuera un problema de aritmética.
Por eso se lo dije al “diablo”, porque sabía que él sí le daría su merecido. Y le dije que Yimi me acosaba desde siempre.
Lástima que se le pasó la mano. Pero así es la vida, pues. Algún día tenía que morir ese delincuente.
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Control: Entra cuña NOPUCIT. Sale. Música característica (sube, baja, se mantiene).
Loc 1: ¡Qué partidazo, señores! Qué partidazo el que nos regalaron ambos equipos. Como peleándose por la amada, así fue el partido de fútbol. Así se han peleado por el título, pareciera que no hubo perdedor, porque los dos equipos se han entregado a muerte por el triunfo.
Control: Entra cuña de “Los clásicos del fútbol peruano”. Música característica (sube, baja, se mantiene).
Loc 2: Ha ganado la “U”, señores. Universitario es el campeón del fútbol peruano, el nuevo monarca. La “U”, el equipo copero, de la mano del “cojo” Morello ha logrado llevar un título más a la vitrina merengue. Sabíamos que el triunfo podía estar para cualquiera, el futuro del trofeo estuvo incierto. Ambos dieron todo para conseguirlo. Al final, qué la final. Esta final fue de muerte, señores...
Control: Música característica (sube, baja, se mantiene).
Loc 1: Bueno, mientras vamos bajando las revoluciones con una rica “Malta Rubí” heladita, seguimos esperando el contacto con nuestros reporteros quienes se encuentran a la espera de la salida de los protagonistas del encuentro, donde la “U” le ha ganado por 1-0 al Alianza Lima. Esperamos el llamado desde los camerinos...
Loc 2: Gualberto, acá nos informa uno de nuestros reporteros exteriores, que se están produciendo graves incidente en zonas aledañas al Estadio Nacional, en donde barras bravas de ambas escuadras vienen confrontándose ante la impotencia de un pequeño número de policías que no saben qué hacer para controlar el incidente...
Loc 1: Correcto, Pérez. Así es amigos oyentes, esperemos que todo se solucione en los próximos minutos... Pero ¿por qué preocuparse?, de la bronca la policía, de la pobreza la iglesia, de los impuestos del gobierno. Hoy ha sido día de fútbol, señores. Y qué es fútbol, el fútbol es VIDA, señores, VIDA...
Juan José Sandoval Zapata / BARRUNTO / Cuento escrito entre Lima, Bogotá, La Habana y Cusco / 1999.
He sido un poco aventurado a la hora de escribir, quizás un tanto imprudente. “Barrunto” lo escribí hace ocho años, aún encuentro errores infantiles de forma. En todo caso, si tuviera que ponerle una definición a mi estructura narrativa, recurriría a lo que dijo el profesor Jorge Eslava: se trata de un cuento combi. (2008)
Cortometraje realizado por Mauricio Franco / Premiado en 2004 como Mejor Cortometraje de Ficción en el Festival Internacional La Noche de Los Cortos / Lima Perú.