lunes, julio 30, 2018

LA MUERTE DE UN POETA PERUANO


En la víspera del aniversario del Perú del 2018 murió el poeta peruano Enrique Verástegui, a la edad de 68 años, por causas naturales. Había tenido una vida explosiva desde temprana edad, en Cañete, al sur de Lima, devorando literatura universal.

Siendo estudiante sanmarquino obtuvo un premio mundialmente prestigioso que le permitió irse a vivir a París, junto con su esposa y su pequeña hija. Había publicado un poemario fundacional para la literatura peruana: 'En los extramuros del mundo'. Además, había integrado el grupo de poesía más vanguardista del país (Hora Zero).

Tuvo una vida intelectual intensa en su periplo europeo, siendo amigo (luego ya no) del chileno Roberto Bolaño, quien en su obra monumental 'Los detectives salvajes' se inspira en la figura del poeta peruano Enrique Verástegui para armar un personaje de su novela.

Enrique Verástegui volvió a Perú y consolidó su propia leyenda de vate bohemio, genio y figura de la intelectualidad de habla hispana. Luego vino un terremoto y su biblioteca fue desintegrándose con el tiempo.

A su velorio fueron importantes escritores y artistas que admiraron su obra, como yo a quien conocí en 2004, bebimos vino y almorzamos, fumamos y oímos su sentir, su palpitar. El rock invade su prosa y corre la sangre del peruano de a pie. Cuando toco una guitarra eléctrica quiero que suene como si la tocara Hendrix, y si fuera palabra quisiera que suene como la poesía de Verástegui: "Esta noche atraparé tus sueños con mi viejo abrelatas".

Una vez le pedí que presentara mi libro en la FIL, a última hora no fue pero mandó una nota: Enrique Verastegui:
Hace algunos años cuando me fue a buscar el jovensísimo Juan José Sandoval, quien, luego de conversar conmigo, me entregó su libro titulado BARRUNTO, el primero que escribía, y por el cual, después de leerlo, siento, desde entonces, una gran admiración: tanto que lo considero fundador de la narrativa peruana, ya en este nuevo siglo. También considero un escándalo que BARRUNTO no figure en los periódicos, ni en los textos sobre literatura peruana. El siguiente libro titulado EL ARTISTA DE LA FAMILIA–un bello título que ilustra el desarrollo de la clase media peruana- no hace no hace más que corroborar el nacimiento de uno de los mejores narradores peruanos, a quien deseo una prolífera producción de libros.
Por tanto, un honor ser su amigo, y un honor leerlo.

Yo escribí un perfil medio cronicado de Enrique Verástegui que se publicó en la Revista Esquina, y luego se publicó en Inglaterra, siendo traducido al ingles, y aquí comparto el link de SOSTIENE VERÁSTEGUI, Vida. Poesía. Inmolación. Genialidad. Desequilibrio. Brillantez. Dulzura. En mi país la poesía ladra suda orina y tiene sucias sus axilas. La poesía frecuenta los burdeles escribe cantos danza…

jueves, julio 19, 2018

domingo, julio 15, 2018

El Ayahuasca de la innovación empresarial




No tan sorprendido quedé hace poco que en Nueva York al entrevistar a uno de los empresarios de real state más poderosos de los EEUU. El Colombiano Rodrigo Niño, joven visionario creador de Prodigy Network , ante colegas periodistas especializados de toda Latinoamérica nos contó su testimonio: mientras consolidaba una extraordinaria carrera en el mundo inmobiliario, recibió la noticia de que tenía un cáncer terminal. El éxito de su vida se convirtió entonces en un mar de miedos e incertidumbre. Tenía todo en la vida, pero se iba morir.

Sin embargo, en la National Geographic leyó un reportaje sobre las propiedades del Ayahuasca, potente alucinógeno utilizado para sesiones de curación por maestros del shamánicos en la selva de Sudamérica. Niño llegó a Perú, viajó a Iquitos y se internó en un centro de medicina alternativa en la selva. Y no solo se curó del cáncer, sino también repensó su vida fundando Prodigy, una marca exponencial que proyecta impactar en siete grandes sectores productivos globales bajo una nueva premisa de equidad. 

El Ayahuasca en Perú le cambió (salvó) la vida al magnate colombiano Rodrigo Niño. 

Y no me pareció raro su testimonio porque este año mi hermano Carlos Hugo, empresario de tributos que opera en Perú y EEUU, y ex VP de un banco, me comentó sus intenciones de experimentar con la planta y los shamanes, a lo que su hijo, mi sobrino que estudia ciencias políticas becado en NYC, le dijo que estaba totalmente loco.

Las opiniones están divididas, corrientes científicas que defienden el uso de esta planta, y otros sectores académicos que argumentan sobre su peligro. 

Tampoco me pareció rara la intención de mi hermano, pues hacía diez años, cuando yo era director periodístico de la revista Urbania, la dueña de la empresa -una educadora norteamericana radicada en la sierra de Perú- nos invitó a todo el equipo a pasar unos días en Huaraz, en un lodge entre las montañas.

El viaje tuvo algo particular: hicimos un 'brindis' con San Pedro, popular cactus con similares propiedades que el Ayahuasca.

Si bien hubo algunas personas en el grupo que fueron reacios a la toma, la mayoría tomó una buena dosis que nos mandó a vomitar a lo alto de la montaña. Teníamos una practicante que no le cayó bien el San Pedro y le dio 'la pálida', tuvimos que ponerle a su papá en el teléfono para se sintiera un poco mejor. Pero el trance duraba tantas horas que terminamos abrazados del susto con hilarantes carcajadas. 

La revista Urbania fue un suceso en la prensa cultural de Perú, es objeto de estudios y a pesar de que una corporación editorial terminó apoderándose del nombre, los 54 números que circularon marcaron una buena época de difusión.

Pero lo que más marcado tengo en mi cabeza es ese viaje que hicimos a Huaraz, donde experimentamos con esta planta y consolidamos una hermandad que hoy en día sigue intacta.

La dueña de Urbania, hija de un reputado periodista en EEUU, nos comentó durante el viaje que las grandes corporaciones envían a sus talentos a lugares exóticos para tomar Ayahuasca y descubrir nuevas formas de sentir la vida cotidiana. 

Todos los compañeros con los que hicimos ese 'viaje' en la actualidad son gente exitosa que destaca en sus rubros de trabajo, algunos con buenos puestos en grandes ciudades del mundo y otros como yo emprendiendo en el Perú. Y creo que gran parte de esa hermandad se hizo fuerte cuando tomamos San Pedro y nos enfrentamos a todos los temores que teníamos de forma solidaria.

No sé si fue la intención de Kelly Dwyer en ese entonces, si fue un tema recreativo o si realmente era consciente que ese 'brindis' cambiaría por completo nuestra existencia profesional.

Porque yo no quiero trabajar



Aunque los mandos gerenciales y burocráticos siguen siendo dominados por empresaurios en el Perú, la digitalización ha replanteado los espacios de trabajo en todos los rubros productivos y profesionales. 

Aún recuerdo a mi papá que se iba a trabajar muy temprano, y no volvía más. Ya en alguna edad adolescente fui a laborar en su estudio contable, sacando copias de una moderna máquina o yendo a comprar a la bodega. Mi hermano mayor, que me lleva dos años, tenía delegadas responsabilidades mayores como enviar un fax, ir al banco y comprar dólares en la calle. Y el resto del tiempo era buscar qué hacer, pero fracasaba. No había internet, mucho menos computadoras y un televisor era un lujo que no llegaba a la oficina. Por lo que ir a trabajar se convirtió en algo aterradoramente aburrido y generó en mí un rechazo a trabajar sentado, a ser oficinista y sobre todo a la fotocopiadora. 

No volví más y con el tiempo también me cambié de carrera en la universidad por cosas similares, no sabía qué hacer cuando me quedaba sentado, y aunque fue difícil, logré insertarme en el campo de la escritura creativa, donde se requiere la mayor motivación mental para desafiar la palabra, eso implica internet con quince ventanas abiertas por revisar y conversaciones, música en línea, radio de noticias, un televisor, todo esto prendido mientras uno habla por teléfono y wasapea. Solo así me surge la posibilidad de trabajar bien e inspirado, bajo ese entorno. Y en cada empresa donde he trabajado he tenido problemas para desarrollar mi natural ecosistema. Hasta que me aburrí de ir a una oficina.

Actualmente, las oficinas se están despoblando, y quedan obsoletos aquellos oficios que te obligaban a mantenerte en la base hasta que suene la hora de salida, o esperar una firma para poder proceder cualquier acción. Ya no es necesario tener que ir al banco para hacer transacciones, las planillas se pagan digitalmente, los memorandos ya no se imprimen y sacar fotocopias es una falta de respeto al medio ambiente.

El coworking, las oficinas virtuales y el teletrabajo se han convertido en el terreno ideal para desarrollar una empresa exitosa. Si bien ya hay empresas como Comunal Coworking y las oficinas Schereiber que emergen del mercado local, hay multinacionales que se instalan en el país y promueven nuevas formas de hacer comunidad.

Ya va cumplir un año en el país WeWork, considerada la quinta startup más valiosa del mundo, con dos edificios en exclusivas zonas de Lima, donde intervienen el espacio convirtiéndolo en un club de oportunidades de negocio.

De igual forma, The Assemblage, producto bandera de la inmobiliaria Prodigy, se acerca al Perú con su propuesta disruptiva de un espacio laboral. Esta inmobiliaria está liderada por el colombiano Rodrigo Niño y espera convertirse en la primera empresa unicornio de su país (¿tenemos una empresa unicornio peruana?).

¿Cuándo dejarán los empresaurios su sillón y llegarán los nativos digitales a dinamizar las decisiones administrativas? Solo es cuestión de tiempo, el futuro llegó a la oficina y las oportunidades de negocio se generan en nuevos entornos. Hay un desafío muy grande en el empresariado peruano.