EL
EMPRENDEDOR DE LAS MIL CARAS
Muy buenas
tardes, soy el escritor y editor Francisco León. Bienvenidos a la presentación
del libro El emprendedor de las mil caras publicado por la editorial que
lleva mi nombre.
El término emprendimiento es uno de
los más difundidos de la actualidad. Es el soporte de un país como el Perú, por
algo nos referimos a nosotros mismo diciendo: “somos un país de emprendedores”.
Emprender es arriesgarse, invertir, innovar y sobre todo trabajar arduamente.
Recuerdo el surgimiento del título,
la etiqueta, lo que vende el producto. Después de conversarlo con Juan José y
darle algunas sugerencias, se decidió a tomar la de: “El emprendedor de las mil
caras”; en obvio juego de palabras y hasta incluso homenaje al libro de Joseph
Campbell El héroe de las mil caras. Texto sobre el que me detendré. Lo
que Campbell descubrió, tras analizar libros sagrados y mitos de diversas
culturas, es que existe una estructura común en todas. Un proceso en el que el
héroe no nace, se hace. Es lo que él llamó el “monomito del viaje del héroe”.
Viaje que implica peligros, riesgos, esfuerzo, hasta la conclusión del
objetivo. Tal cual lo hace el emprendedor.
Sandoval es periodista y es el
ejercicio práctico de su profesión lo que le otorga
esa “profundidad fundamental”, que encuentro en el libro y en el resto de su
obra, que lo diferencia de otros autores; que usan similar técnica en el
abordaje de sus historias. Hablo de la primera persona. La literatura de
Sandoval está más cerca de esa tradición japonesa llamada Watakushi-shōsetsu,
traducida como “Mi novela” o lo que se entiende por “literatura
del yo”; género creado en Japón a inicios del 1900 del siglo pasado y que poco
o nada tiene que ver con esa autoficción, más aburrida que fumar papel bulky,
que nos vende las grandes transnacionales.
Para ejemplificar y dar a entender
hacia donde voy al referirme a la profundidad en este tipo de novelas en
primera persona, que toman parte de la experiencia vital del autor con una
dosis de imaginación, quiero mencionar los trabajos del Premio Nobel Kensaburo
Oé.
Por otro lado, buen hijo de la X
generation, los otros libros de Sandoval giran en torno a los ejes
preferidos de los autores de los 90. Hablo de rock, drogas y sexo. Aquí debo
subrayar que muchos de esos escritores son solo
fruto del “descuido”, del malditismo, real o fingido, y de la bohemia. Nuestro
autor, por el contrario, nos deja muy reconocible la impronta de su estilo. Logra
que el fondo y la forma se encuentren en justo equilibrio.
Como mencionó Camilo José
de Cela en una entrevista: el escritor es escritor hasta cuando sueña. No
importa qué oficio ejerza para ganarse la vida, eso es algo solo coyuntural,
que no lo desvía de su camino. Así, Juan José Sandoval es escritor siempre.
Aunque lo encontremos en el Ministerio de Transportes como jefe de imagen o
dirigiendo su programa “Tecnología y Negocios” o tocando con su banda “Los
viejitos de Barrón” o en las múltiples chambas freenlace que ocupan su
tiempo.
Él es un aporreador de teclas en
sentido literal, pues gusta pegarle al teclado, cual si luchara con una
Remington, del que extrae un beat propio. Estamos ante un hombre que
como Bukowski o Hemingway ama ponerse los guantes, aunque no contra rivales de
carne y hueso, sino contra el más duro y difícil: él mismo. No teme destruirse
si es necesario o perder amigos, a fin de lograr una obra que lo deje
satisfecho.
El emprendedor de las mil caras
nos cuenta historias de vida, crónicas, sobre el emprendimiento y es en sí
mismo un producto cultural y un emprendimiento.
Ni decálogo ni receta de “felicidad”
instantánea, sino libro de ejemplos que funcionan como espejos, en los que cada
lector podrá encontrar la imagen que más se adecúe a lo que desea ser. En los atrapantes
títulos de cada capítulo la prosa limpia, que fluye con naturalidad, de Juan
José Sandoval se luce, sea en: Movimiento bursátil de un abrazo, Los
empresaurios pueden desaparecer, un guiño al tema de Charlie García, El
ayahuasca de la innovación empresarial o Ser versátil para emprender, donde
menciona cómo conoció a Sergio Galliani, etc.
Cierro esta corta intervención
citando al autor, que en una de nuestras tantas conversas, me dijo una frase
que se hace necesaria y hace luz, en una ciudad donde la mayoría de escritores
y poetas creen que este oficio debe ser una oda al dolor, al sufrimiento, al
“apóyame hermano” así con tono lastimero, con cara de no se vende, acá nadie
lee, etc. Me dijo: “uno decide si quiere ser un escritor mendigo o un escritor
emprendedor”.
Es así que la elección está en
nuestras manos. Usemos cada gota, mucha o poca, de talento que tengamos, esos
“dones” de los que hablaba la Biblia y pongamos manos a la obra en nuestro
emprendimiento. Sea cual fuere. Es en corto: si la vida te dio limones, has
limonada.
Gracias.
Francisco
León.