domingo, enero 19, 2025

PINESOL



Nos había prestado la Casa España para presentar Barrunto, había pasado un año de su salida de la imprenta clandestina de Rufino Torrico. Cuando regresé, para reclamarle que la mitad del tiraje estaba mal impreso, ya no había nadie ahí, ya no existía la imprenta o la municipalidad la clausuró y dejó que funcionara un prostíbulo. Es más rentable que la cultura. Claro, es lo que pensaba el alcalde. 
Entonces, en vez de salir a presentarlo, comencé a mandarlo a los medios de comunicación. La respuesta fue tenue, pero al tiempo me llamó productor de canal siete, del programa Vano Oficio, que conducía Thays, y me propuso una entrevista. 
Yo tenía una pequeña oficina alquilada en Miraflores, donde había puesto todas mis cosas (mis libros, mi escritorio y un colchón). El dueño era arquitecto y su hijo cineasta, fue quien me la alquiló, aunque al llegar con mis cosas en un auto de mudanza, el señor se puso de muy mal humor. Luego nos fuimos acomodando, él paraba metido en sus planos, yo llegaba muy de vez en cuando y el cineasta casi vivía donde la novia, así que no estaba. 
Cité a los periodistas de canal siete a mi oficina y los esperé con mis amigos más cercanos, aquellos que en conjunto aparentaban una agrupación musical, al 'marciano' aún no le habían cortado la cara, pero al 'Toto' sí. Carlos, Jesús y Abel venían de Jesús María, y me habían ayudado a conocer las calles que me inspiraron Barrunto. Estaba Dibujado y Milagrito, que no eran novios pero todos en la universidad sabíamos que se querían a morir. Cuando lo apresaron a Dibujado y dejó de ir a clases, fue ella quien lo visitó durante los once meses que estuvo en el penal. Y cuando retomó los estudios, cual milagro de Dios le hizo todas las monografías y trabajos que debía presentar su vate malhechor.  
Estaba El fotógrafo Gary, que aún no entraba a trabajar en Trome y conmigo hacía espectáculos para la revista Gente, me ayudó a registrar la entrevista, mi primera oportunidad de salir en televisión nacional y mostrar mi libro. 
Apenas llegó la prensa el productor hizo notar que había demasiada gente presente en la oficina y que el estado no era el más ecuánime. Yo le dije vaso de güisqui en manoe que toda mi vida se la compartía a esta gente, que sacarlos sería un irrespeto a la amistad. El productor me dijo que esa era una parte de El Padrino y que no me alucine Michael Corleone porque no tenía tiempo y tenían más grabaciones pauteadas. Así que me maquillaron, me sentaron y me hicieron algunas preguntas que respondí deslenguado, parte porque quería llamar la atención pero también porque creía en mi ignorancia que ser escritor era ser como Bryce Echenique y ser como Alfredo es ser un gran borracho y bocón. O como Bukowski o excéntrico como Capote. Por eso cuando prendieron las cámaras solté una serie de ataques contra colegas escritores que ni conocía. Solo era amigo de Matacabros, que ni siquiera era un vínculo por la literatura, sino por el barrio. Durante la grabación dije que Matacabros era como el Pedrito Suárez Vertiz de la literatura peruana. Al día siguiente en medio de la resaca me di cuenta que lo que había hecho, llamé al productor y le pedí que no publique la entrevista, aunque ya era tarde porque el programa ya se había emitido esa tarde.
Me dio roche volver a hablar con Matacabros, apenas pudimos conversar hizo mención a lo que dije en televisión. Se cagó de risa. Yo lo tomé con gracia y fui perdiendo el susto. Al tiempo a Matacabros lo invitaron a un conversatorio que organizó su editor, que aún no se había convertido en un seboso ladrón que ilusionaba a jóvenes talentos con el cuento del libro propio. Libro que nunca veía la luz aún con dinero invertido de por medio. Fue el conspirador de un conversatorio donde trataron mal a mi amigo Matacabros y le tuvo que reventar la cara a un don nadie que se hizo famoso más por escándalos que por el ripio que tecleaba en la oscuridad de un closet. El plumífero era franelero de la periodista Chichi, que denunció a Matacabros de agresor. Matacabros trabajaba en una universidad y en un canal importante de televisión, pero se tuvo que ir del país porque de ambos lugares lo botaron por agresor. Entonces se fue a España y comenzó de cero, trabajando primero como paseador de perros, luchándola con fuerza hasta que le encomendaron cuidar a un mapache que fue más traidor que su editor. El ataque del mapache lo inspiró a escribir un cuento que ganó el premio nacional. Mientras que el plumifero se fue a vivir a una provincia para vivir a costa de la cartera de su esposa, a quien le hizo dos hijos para asegurar su futuro.

Aunque no me dijo que no iba a participar en la mesa de presentación de mi libro en la casa España, entendí que ya no me iba a apoyar como escritor, luego de haber dicho lo que dije en televisón contra él. Por eso, la presentación del libro la hice yo mismo, teniendo como atractivo final un ritual que ya se había hecho costumbre en mis eventos: el rompecalzón de honor.
Cada vez que hacía una actividad literaria, había aprovechado para rendir homenaje a mis raíces charapas y brindar con el aguardiente típico de mi tierra: el temido RC. 
Cuando realizábamos estos brindis, alguien siempre caía en desgracia etílica y podía cometer todo tipo de locuras indecentes. Cuatro litros era suficiente para emborrachar a un ejército sediento. 
Ya para ese entonces el libro Barrunto ya había salido en unos cuantos medios de comunicación, y la presentación en la Casa España había generado gran expectativa por el rompecalzón.

Esa mañana mi abuela me recomendó que ponga el rompecalzón en envases pequeños para que entren en un cooler. Juntamos varias botellas de vidrio de un hidratante, pero la última de esas botellas contenía un conchito de líquido que parecía un té cargado. Mi abuela usaba muchas de esas botellas para poner el desinfectante con el que limpiaba los baños, y parece que una de sus botellas se infiltró. Yo terminé de llenar mis botellas de rompecalzón y vi que una de las botellas tenía un color distinto. A lo que repuse mi actitud aloquechuchera y me dije: no creo que pase nada.

La presentación estuvo llena de gente, fueron mis amigos más cercanos: el marciano, el Toto, Carloncho, ya sin Abel que había ingresado a un penal por tentativa de homicidio contra su padre, Jesús entró en rehabilitación, fue Paukarma que comenzaba a denotar un fuerte vitiligo que le marmoleaba la cara, fue el chato pelvis, Kabriel, Bollito, Chombo y Dibujado con Milagrito, que ya llegaban peleados. Alguien pensó que con el trago se calmarían, la gente estaba eufórica, algunos ya comenzaban a llamar la atención de la seguridad del local y me mandaron a decir que la última ronda y ya.

Esa última ronda fue la de la bendita botella con desinfectante. No pensé usarla pero Dibujado, que ya andaba colorado por el trago, miró el cooler y gritó: ¡Sandoval, no te cierres con tu trago!

Yo iba a decir que esa botella estaba con veneno pero el cargamontón me ganó el pulso y me vi obligado a abrirla. Hicimos una ronda y serví el brebaje, todos levantamos la copa y brindamos por Barrunto. Seco y volteado. A todos le cambio la cara. Dibujado ya andaba medio bravo con la Milagrito y cuando se ponía gorila comenzaba a tirar vasos al suelo, era una costumbre que se había hecho tras salir de prisión. Primero me reclamó por ese trago, que si bien le había gustado, tenía un sabor medio pendejo. Le dije la verdad, que se había filtrado un poquito de pinesol, pero que no era nada. El círculo del brindis se desarmó, algunos fueron directo al baño y otros me reclamaron este acto infame de querer envenenarlos. En ese trance fue que el marciano se acercó a Milagrito y le propuso salir a fumar al parque Washington. Ahí fue donde los encontró encamotados Dibujado, que apenas vio a su doncella compartir un cigarro con semejante baboso lo agarro a una mezcla de puñetazos con reventada de jarra de vidrio. Solo cuando llegó la policía dejó de pegarle y recordó que estaba con libertad condicional, por lo que se disculpó con los efectivos y procedió a limpiarle la cara al marciano, pero el daño ya estaba hecho. Tuvieron que llevarlo a emergencias y ponerle puntos por toda la cara. Dibujado tuvo que volver a sus actos ilícitos para pagar la curación y aunque le pidió disculpas cien veces en los siguientes días, algo entre el marciano, Dibujado y Milagrito se había roto para siempre, aunque esa rotura, ese fractura maxilar y la vergüenza de llevar toda la cara vendada se convirtió en el combustible que necesitaba el marciano para ponerse a escribir como un hombre y afrontar la búsqueda de su sexualidad a través de la escritura. Porque al final, lo que le dejaron en la cara fue un verso mal escrito.

Todos los que tomamos ese brindis demoniaco de pinesol fuimos captados por un aura decadente que hasta hoy nos persigue. 

jueves, enero 02, 2025

COMO DELFINES DE CERRO AZUL, PODEMOS SER HÉROES UN DÍA NADA MÁS




Amanecer deslumbrante en el Valle del Mantaro. Atardecer dramático en La Oroya, para volver a la caótica Lima que se siente desde Chosica. Más caótica estaba mi casa con mi madre enferma por las tres noches que no había estado en la casa. La perra se había cagado en varias partes de la sala. Y se había orinado en cuanto lugar pudiera comunicar su descontento con mi ausencia.
Yo acepto toda invitación que me hacen. No cobro y doy trato de pareja. Soy cama adentro acuariano. Menstrúo todo el invierno limeño. Aprendí a soportar la depresión que ocasiona el frío que cala los huesos por la humedad. Mis actividades fuera de casa están ritualizadas, llegar de madrugada, tomar un caldo de cabeza en el mercado de la ciudad, instalarse en el hotel, salir a dar unas tres o cuatro entrevistas, promocionar el evento que nos ha traído, echarle flores al organizador aún si no ha puesto ni siquiera una cerveza. Recuerdo que fui a Piura y me equivoqué al decirle al taxista que iba al hotel Libertador. Me llevó al centro de la ciudad, y me dejó en la puerta de lo más ficho de lo ficho por alla, güá. Yo me tenía confianza, me dijeron que pasaje no había pero hotel sí, así que supuse mal que había canje con el mejor hotel de Piura. Es más, no sabían de que había una feria del libro, internacional todavía, a quién se le ocurre hacer una actividad cultural en una ciudad que arde a 40 grados. A quién, solo al idiota que invita a Barrunto, cómo no.
En el Libertador no había ni rastro de mi reserva ni nada que tenga que ver con una feria del indio. Del libro, le corregí pero igual por el celular le decía a su jefa que había un loco con una maleta que decía que era escritor invitado. Para ese entonces, el organizador del evento ya ni me contestaba el celular. Debe haber un error, me esperanzaba cojudamente. Pero caí en cuenta que en el chat decía hotel Libertadores. Gúaaaaaa, ese hotel está a diez cuadras. Tómeste un taxi, señor escritor. Güa.
Tomé con buen humor el error. Y en vez de tomar un taxi me tomé unas latas de cerveza mientras caminaba con mi maleta, el sol estaba pleno para seguir bebiendo mi cervecita. Pero a mitad de camino me derretí como una vela y tomé un taxi. Me dejó en la puerta de un cementerio, el hotel quedaba al costado. No era la primera vez que iba a dormir al costado de un cementerio, la segunda gira de los 'viejitos de Barrón' con el Chombo como baterista fue a Iquitos y tuvimos que pasar una última noche en un hostal acorde al presupuesto de músicos que nos tocaba. Lo bueno de esa vez fue que no dormimos porque teníamos que abordar a las cuatro de la mañana, así que nos quedamos tomando rompe calzón y fumando mapachos hasta que tuvimos que partir a Lima. En el aeropuerto estaba la orquesta papelín, papelín, que rico vaselín. Era como veinte puntas, pero uno se puso mal y de pronto comenzó a convulsionar. Sus compañeros lo atendieron pero otros compañeros lo echaron en cancha: si él sabe que es pipiléptico, por qué toma? Sus amigos lo intentaron levantar para abordar el avión pero la tripulación los mandó a la mierda. Se tuvieron que quedar el mánager y un par más. Nosotros pasamos piola al final éramos dos, teníamos seis noches en Iquitos y nos habíamos reventado una tarjeta de crédito. Habíamos tocado en una calle cerrada junto al río Itaya, frente a unas 300 personas en la calle. 
Los demás días nos dedicamos a maltratar el cerebro. A lo living Las Vegas. Living Iquitos. O miedo y asco en Iquitos. Igual daba entrevistas a Panamericana y los canales de televisión locales. Gracias a la organización de Estamos en la calle. Gracias a la organización del festival de poesía de Chimbote, a la feria internacional del libro de Tangamandapio. Gracias a la feria Anti Gil por dejarnos tocar junto a un puente en medio de unos juegos mecánicos. Gracias totales. Entonces los locutores mencionan cosas que ya estoy escuchando hace más de 25 años, y cómo escribiste Barrunto ? Fueron vivencias propias o te inventaste todo? Eres también dueño de la cevichería Mi Barrunto ? Es verdad que tu obra se ha llevado al cine, la historieta y el teatro ? Dinos Barrunto, métenos la rata con tus patrañas. Yo me presto al juego siempre. Para eso voy, para vender mis tamales. Me acostumbre a ir a ferias de libro sin tener libros, como me enseñó Eloy. A piura fui sin libros por eso no me sentí tan estafado cuando me quisieron hospedar junto al cementerio. Comprendí que este juego de la vida literaria, alguien juega alguien gana, decisiones. Y como ya estaba borrachito por la cerveza y el calor, le mandé un mensaje al organizador que más que mandar un mensaje era una mandada a la mierda. Le dije que me iba a un hotel que disculpe, pero tenía compromisos familiares. Güáaaaa. Entonces me fui al centro de la ciudad, me instalé bien. y me fui a hacer la segunda actividad que realizo en el ritual de las giras artísticas: preguntar dónde están las putas. Si el hotel lo ha pagado la organización no las llevo a mi habitación, porque ya me ha pasado, malas experiencias a la hora de abandonar el hotel. No creo que sea Charly García cantanto demoliento hoteles, pero sí que con los viejitos de Barrón hemos tenido que pagar más de la cuenta por excesos de alegría que rompen vidrios o salen por la ventana aparatos electrónicos. Cosas de artistas que viajan y no se aguantan más. Las últimas veces, los viajes son por separado, habitaciones en distintos pisos y sobre todo, cuando se trata de los viejitos de Barrón, todos nos juntamos solo en el escenario. Ahí es el único lugar donde podríamos sonreír entre nosotros. Disfrutar de nuestra compañía. Pero se acaba el show y todo vuelve a la tensión que se ha forjado de años, así como la amistad que perdura también se hace fuerte el odio por descubrir que tus amigos no son la mejor expresión humana, sobre todo cuando sucumben (sucumbimos todos juntos) a la perdición de una gira fuera de Lima. O del Perú que también nos ha tocado dejar el nombre del Perú en lo más alto. A Colombia todavía tuvimos que ir a lo más alto. Pero dejamos bien el nombre porque estábamos a la altura de las circunstancias. Así hemos recorrido todo el Perú, Colombia, España y Luxemburgo. Tocando con la banda y dando entrevistas, estafando a la gente con el cuento de que tengo una obra literaria que no tiene ninguna casa editorial ni que existe en ninguna librería retail, sino que subsiste a duras penas en un puñado de gente infectada por algún virus malware en la cabeza que puede pensar que mis palabras generan una energía interna. Y lo encuentran en libro usado, libro viejo, algún ropavejero que desmanteló la biblioteca de algún hijo viejo fumón que acaba de morir sin pena ni gloria, y que entre sus libros tenía un ejemplar de Barrunto, firmado por el autor seguramente en alguna madrugada en el baño de algún bar del centro de Lima, o de Surquillo o de Barranco. O de Barranca, Iquitos, Tacna, Cuzco, Piura, costa, sierra y selva unidos por los viejitos de Barrón y su escritor sin obra palpable, porque como dijo el luttier Facundo Cabral queen realidad lo dijo el principito: lo esencial es helecho y también invisible a los ojos. 
En ese periplo que debo llevar ventiendo mis tamales por las ciudades, hablando mi libro que no hay, solo hablan de él. Hablando de la banda que va a tocar y que nadie ha escuchado en su vida. Y debo explicar por qué se llama la banda 'Los viejitos de Barrón', y comenzar a explicar que el fundador también es el biógrafo del poeta Luis Hernández Camarero, que mi sobrino frejolito también tocó en los viejitos y ahora es biomagnetista. O que en la banda hemos tenido tres integrantes que ya se han muerto. Primero fue el chino rata baterista, que ya tenia problemas con la caña y me quiso pegar en vivo en pleno show. Esa vez estuvo el Pez Plátano, que fue el segundo bajista de los viejitos y que como arquitecto se ha hecho ilustrador y tiene mucho éxito en Brasil. Desapareció unos días y lo encontraron como al cantante de ACDC, muerto en un carro ahogado por su vómito. El segundo baterista que murió de los viejitos de Barrón no murió ahogado pero tuvo siete vidas, y cuando comenzó a tocar con nosotros ya tenía cinco encima. Yo le dije, loco, si sigues pensando en Ronieco, que fue nuestro integrante supremo y que se murió esperando que lo atiendan, te va a jalar para arriba. Pero mi causa Elmer, batero loco, extrañaba a su Ronieco, extrañaba su saca bien, su ah con concha. Y se dejó ir. No fue que él decidió irse, sino que dejó que lo lleve el sonido de su guitarra con escalas mágicas. Subió al cielo con demonios. 
No se puede decir que la banda los viejitos de Barrón sea mi banda solamente, porque se han presentado aún sin mí. Habíamos viajado a Huancayo con el Chombo en la misma fórmula: me invitaban a un evento como escritor y exigía como parte de mis condiciones, que me consigan un lugar dónde tocar. Había un concierto contracultural. Llegamos e hicimos el ritual, entrevistas, promoción, saludar a alguna autoridad y a partir de ahí, libre. La otra actividad básica de los viejitos de Barrón además de buscar problemas y putas, es también ir a misa. Entonces fuimos a la catedral de Huancayo y yo recé por mi abuelita, que en ese entonces agonizaba y antes de irme para Huancayo me dijo: Jua, ya no quiero que escribas más, le haces daño a la familia. Me dolió tanto como me duele cada vez que alguien me dice que no tengo talento, o que mi novela no es buena, o que mi trabajo no satisface a los clientes, o como si alguien me dijera (como me lo han dicho bitcoins de veces) que estoy demasiado drogado y debo retirarme por mi bien y mi buena imagen. Pero por mi sangre corre la disrupción y me voy por el camino más salvaje, aunque mañana esté con mi cara de autogol, como el gordo Ronaldo cuando perdió el mundial porque le dio la epilepsia.

Esa gira a Huancayo en el 2011 la recuerdo tanto por eso que me dijo mi abuela, como porque al regreso comenzó su real muerte, falleció tres semanas después. Yo solo había pedido a Dios fuerzas para soportar lo que se venía. Pero el vendaval fue más fuerte y me quiso llevar. Terminé internado intoxicado de pastillas y depresión. desaparecí cuatro meses, volví reestablecido pero en ese lapso los viejitos de Barrón siguieron tocando sin mí, y aún así, cuando volví me acompañaron a pesar de que mi beat estaba lento, estaba pausado y hasta dormido, producto de todas las pastillas que tomaba para rehabilitarme. 
Todo eso está grabado disponible en YouTube, no es necesario que lo cuente para que crean que estoy metiendo floro, vendiendo humo, armando mis muñecos. Algunos ya ni me creen. Esa vez en Huancayo estuvimos en un buen hotel, dimos la charla y de frente nos fuimos con los rockeros. Ellos estaban más entusiasmados por nuestra presencia que los organizadores. Igual hicimos contenido y pudimos entrevistar a rapper school, en Huaancayo para la revista Esquina. Por la noche nos llevaron al evento y era a las afueras de Huancayo, había una movida cultural impresionante y lo dimos todo en el show, pero solo duró ocho minutos porque al Chombo le dio soroche y se desmayó tocando los tambores. Igual la gente reconoció nuestra presencia y nos invitaron caliche como mierda. Salimos sin casaca porque ya el frío era un verso que se tuerce en la rama de un río seco.
Al día siguiente teníamos la mañana libre así que nos fuimos para Ingenio, un distrito donde se comía trucha a un precio espectacular. Ahora que volvimos a Huancayo no pudimos ir, porque nos dijeron que se había 'apitucado' el distrito y todos eran hinchas de Gastón, servían poco y cobraban carísimo. No fuimos, igual mi road manager estaba en ácidos y no quería comer. Pidió una cerveza a las nueve de la mañana y dijo ir al evento a probar el sonido. A las dos horas me llamó el organizador quejándose de un tipo con lentes oscuros que exigía respeto. Le dije que no le haga caso, que nadie le hace caso ni su familia. 
Esa vez en Chimbote con Eloy, a pesar de que el escritor me había arropado y quería mostrar lo mejor de mí, no perdí la oportunidad para vetarme solo, dije que había estado en el chongo famoso adonde iba José María Argüedas y que cada vez que visitaba  la ciudad de cielo con olor a pescado, iba al tres cabezas y ahí era feliz, como así feliz José María antes de suicidarse, en Chimbote.
Ahora que pude disfrutar algunas horas lúcido en Huancayo, sin altura, vi que tenía dos malls tan grandes como los que hay en Lima, y hay BMWs como los que hay en Lima, y me doy cuenta que el cojudo soy yo que piensa que solo lo que existe en Lima ocurre en Lima, que no hay ciudades del Perú que son más o tan prósperas como Lima. Como La Oroya que es considerada la Manchester de Sudamérica. Seguro quien inventó ese floro fue el mismo que dice que el punk se inventó en Perú por los Saicos. Yo los entrevisté y almorzamos con todos los Saicos, y en el restaurante donde estábamos almorzando, estaba Alan García, en una mesa donde al frente tenía dos platos, uno era un chupe de camarones y el otro era algo como un chaufa aeropuerto. De ambos platos comía con cuchara y se iba riendo con su risa pausada, de mafioso viejo, de conchesumadre, de esos que cuando se matan viene gente a decir que aun sigue vivo, que siempre vivira, o que está en Andorra disfrutando. Con Tomasini o Sandro Baylón. Con Caico Ganoza. Y Paolo Guerrero nació en Ventanilla cuando se murieron los jugadores del Alianza Lima. No me jodan. Eso es literario, inmensamente pajero mental. Mágico masturbador.
Ahora que fuimos a Huancayo, el hotel estuvo lleno de canas que nos dimos cuenta sino hasta el final, donde uno de los tombos salió por su ventana y amenazó a uno de la crew: apaga tu huevada que huele feo. Menos mal yo ya estaba fuera del hostal, con mi maleta casi adentro del taxi. Entonces salió el negro y me dijo Juanjo, putake putake putake, creo que hay un tombo en el hotel. Yo le dije negro hay 43 tombos hospedados, sal rápido nomás compadre. Y nos fuimos nomás, ya ni nos despedimos del organizador. Pero queda en la memoria del corazón que el organizador, del evento homenaje al escritor Sandro Bossio, que fue auspiciado mediáticamente por el profugo de la justicia Vladimir Cerrón, nos invitó a tomar caldo de mondongo de su señora madre, que al costado de Sara, la mamá de Cabral, se merecen no un sitio sino una hectárea en el cielo. Como también el bar a las afueras de la ciudad que nos dejó tocar y convencer a los ocho personajes marcianos que estuvieron en nuestro show, para que repitamos el plato en el ICPNA de Huancayo, frente a uffff, cuanto, mil?, ocho mil ? qué va a ser, frente a ocho personas ilustres que dieron todo por nuestra presencia.
Así uno se va trepando la sierra y comienza a extrañar. Comienza a sentir que todo lo hecho no tiene sentido, que viajar al útlimo lugar del bus se ha vuelto tan repetitivo que pierde un por qué. Sin embargo, esa sonrisa que te regala una niñita en la carretera, esa humita caliente que te ofrecen en Chalhuanca, o la trucha a dos soles la unidad que te ofrece una emrpendedora de Curawasi, o el pan recién horneado que te venden en Jaujga, o el caldo de carachama que te sirven infernalmente caliente en Belén, no cuesta el precio que te poonen en la pizarra, por cuesta más que un tatuaje que te han puesto en la frente borracho incosciente.