viernes, septiembre 03, 2004

From: "hibrido_literario"
Date: Sat Aug 28, 2004 7:53 pm
Subject: Re: entrega de textos
Hola, acabo de leer los textos. Como son ejercicios para empezar a
soltar la pluma no era necesario hacer una historia con ellos, pero
ya que has hallado una trama para cada uno, vamos a hablar de ellas
también.
Los ejercicios 1 está cumplido. La calle (Cailloma?)puede ser
imaginada a partir de las pistas de descripción que nos das.
En el segundo, se supone deberías describir a una muñeca rota, pero
por seguir la historia, te olvidaste del detalle, no vemos para nada
a una muñeca rota en nuestra imaginación cuando leemos el texto,
esto es porque describes la muñeca pero no su decadencia.
En el tercer ejercicio sucede algo parecido. La historia tiene un
buen inicio, que llama la atención, eso es bueno. Pero por lo mismo,
la esencia del ejercicio se pierde. No sabemos nada más del
personaje salvo que no es inteligente yque ahora tiene una cicatriz.
Un retrato se centra en las características físicas y psicológicas
del personaje. En este caso, nuevamente, el redondear la historia
ganó y te olvidaste de lo principal que era terminar con el retrato.
Crees que lo podrías hacer nuevamente?
Saludos
Rocío

From: revista contradixion
Date: Thu Aug 19, 2004 6:06 pm
Subject: entrega de textos

estimada rocío, envío los ejercicios que dejaste anteriormente, agradeceré los
comentarios.
saludos, juan josé.


I 1-Publicar una descripción ambiental pura pueden elegir entre: Paisaje
forestal / Paisaje de ciudad / Paisaje de campo

“La calle es una selva de cemento”, grita la pared todas las mañanas que paso
por ahí. Cada fin de semana, el muro amanece con afiches de conciertos
multicolores pegados con engrudo. Aún así la frase ha quedado grabada. Una selva
de cemento. Una selva gris. Lo leo siempre, ya van casi seis mil setecientos
cuarenta y tres. Cuarenta y cuatro, con hoy.

A Cayioma todos la conocen por sus putas. Yo no puedo decir lo mismo porque en
esa calle trabaja mi mamá (como vendedora en un óptica, por si acaso, no lo he
aclarado).

En vano barren las calles porque igual seguirán sucias. Por aquí habitan
desechables sujetos citadinos, condones usados, ratas moribundas, cáscaras de
plátanos, mandarinas, tunas, pepas de mango, bolsas de terocal con mal aliento y
uno que otro paquete de galletas a la mitad.

Si la faena es buena, la calle amanecerá con borrachos durmiendo plácidamente
sobre el asfalto, chorreados ociosos sin nada en los bolsillos, sidosos,
angustiados del amanecer, olor a orín y una que otra rata interesada en su
alimento de hoy.



2.-Publicar una descripción de objeto inanimado: Elijan entre Una muñeca rota /
Un zapato viejo / Un bolso de mujer / El tacho de basura.

No me da vergüenza decir que juego con muñecas. Hilda es la más bonita de las
que guardo de mi infancia, cuando era hombrecito.

Hilda tenía las pestañas largas, largas como las tengo yo ahora. Fue lo primero
que me implanté con el médico: “quiero las pestañas de una muñeca”, y así fue.
Un artista el cirujano, oye.

Hilda llevaba el pelo rubio y se dejaba peinar toda las tardes. A veces, si le
ponías pilas, cantaba una canción de cuna y cerraba sus verdes ojos haciendo
descansar sus pestañas coquetamente.

A veces, de tanto aburrimiento que había durante vacaciones, agarraba a mi
muñeca y le hacía trencitas rastas. Otra vez le teñí el pelo de guinda. Luego se
lo decoloré, igual como me hice yo cuando no me gustó el rubio que me habían
mezclado en la peluquería.



3.-Un retrato. Describan algún personaje en el que estén pensando.

Si tienes esa cicatriz en tu cara es por imbécil. No porque los imbéciles
terminan cortados como tú, en la cara, ahí, ahí mismo, sobre tu mejilla
mofletuda (so-tarado-subnormal-acomplejado). Si no, porque sólo un imbécil como
tú, puede darse la libertad de gritar en el bar, un sábado en la noche, que te
haz comido a la mujer del “precioso”.

Y peor aún, no sólo eres un imbécil porque lo hayas gritado a viva voz delante
de toda esa fauna de intelectuales de nariz roja que rebalsa el bar los sábados
por la noche. No sólo por eso, sino también porque aquí, entre los que estamos
reunidos en este lugar, mirando cómo tiemblas de miedo y de dolor por tu cara
bonita que te acaban de cortar, sabemos que, en realidad, nunca te la comiste a
la mujer del “precioso”.

Porque yo te aseguro, pobre imbécil, que si el “precioso” se hubiera enterado de
boca de ella misma lo que en realidad hicieron, ahorita te estarías pudriendo un
poco más de lo que te estás pudriendo ahorita, pero bajo tierra.

Pero no, cómo se lo iba contar ella, si hasta para ser una cualquiera se
necesita inteligencia. Todo iba salir bien después de esa fiesta donde tú, pobre
imbécil, querías hacerte el don Juan con la mujer del “precioso”.

Todo porque aún al “precioso” no le daban libertad y seguía con el recto
escaldado de tanto favor que hacía allá en el penal. Todo porque siempre quieres
figurar por sobre todos, pobre imbécil, levantarte a la mujer del “precioso”.

Ni bien te vio, te preguntó en el bar: ¿haz visto a mi mujer? Y tú, pobre
imbécil, no se te ocurrió otra cosa que: ¿que si la he visto? Pues claro. Y le
acercaste tu boca al oído: incluso desnuda...

Pobre imbécil, a ver si un cirujano te borra esa raya que surca tu soberbia
tristeza.