miércoles, diciembre 10, 2008

COMO DOS HERMANITOS


Querida María :

Recibí tu carta, tan gráfica, tan bien escrita. Llegas a la primera coma y a uno le cae una cascada de palabras, y eso es bueno que sean palabras como ésas. Lo que más me gusta tal vez, es que me digas que te he hecho falta, pero es por egoísmo. Esa sinceridad no pdoía tenerla de ti sino por carta. Claro que no voy a ponerme a hablar de lo privilegiado que es el espacio de la carta: tener todo el tiempo del mundo para decir, porque la persona escucha sin decir nada; luego tener todo el tiempo del mundo para oír lo que dicen. Es la conversación perfecta. Si tengo miedo cuando te escribo, la distancia es tanta, que mi miedo no se te pega, te atrae, pero no te daña.

Antes, cuando hablábamos, cuando caminábamos, nunca tuvimos una comunicación tan privilegiada como la que vamos a tener en lo que dure nuestra correspondencia. ¿Qué hacer ante esto entonces? ¿Renunciar al contacto, que es tan penoso, y en la mayor de las veces no se entiende?

Cuando yo salía contigo, cuando te llevaba a pasear, estaba haciendo un esfuerzo por acercarme a ti. Ahora estoy decidido a que acercarme a las personas no me dé trabajo, a poder hablar tal como escribo, a que no piense lo que tú vas a pensar cuando yo te diga lo que te quiero decir: entonces pienso en lo que vas a decir y pienso en que no me va a agustar, entonces no digo lo que quería decir, salgo diciendo ligereza, y de todos modos vas a hacer mala cara y allí hay que ver mi angustia.

Dices que te consuela pensar en la muerte, que para ti es la liberación, el conocimiento. El conocimiento como que parece que no es una sensación agradable, y la muerte no es otra cosa que un espacio gris en donde se está bien, flotando uno con cara de tonto, con la boca abierta, lleno de agua. Qué le vamos a hacer, María, si la vida es la única oportunidad que tenemos. Se puede perder también, y allí tendríamos la oportunidad especial de perder la vida. Me dices que he encontrado alguna solución a mi miedo, te digo que no. El miedo me muerde cuando me despierto (puede que reparta mordiscos a horas variadas, a otras horas, pero lo fijo es que cuando abro el ojo allí, prendido, lo tengo, prendido del pecho). Algo acecha en el orden de las relaciones humanas que yo n entiendo. Cuando lo llegue a desentender todo, ese día me cruzaré de brazos y ni comeré ni me dará sueño. Terror es lo que me da solo pensarlo, claro. No puedo permitir que se me abra esa brecha, esa herida. Tendré, entonces, que entenderlo todo. Pensar que todo es armonía y que yo estoy en el centro.

Pues sí, hermanita. Cuéntame que hacen los jóvenes por allá. Si vas a alguna fiesta, qué música oyes, todo eso. Yo con que pueda disfrutar de un libro en inglés, estoy contento. Cuando yo no escribo, tengo malos pensamientos. Y eso es como sentirse lleno de hormigas, que es lo mismo sentirse con un brazo dormido, esa sensación es tan desagradable.

Bueno María, saludes a tus padres y en especial a Debora. Pienso mucho en ti, y eso me vuelve abierto y generoso.

Andrés. 1973.