domingo, mayo 31, 2009
FRITO PESCADITO
Chimbote, mayo 2009. Perú.
Ya viene la crónica gonzo prostibular del Tres Cabezas...
pero puedes ir leyendo LA HIJA DEL PRESIDENTE
miércoles, mayo 27, 2009
¿Quieres que te cuente una historia? ¿No te parecen aburridas mis historias? ¿Un poco, sí? Entonces ¿qué tal tres historias? ¿No? ¿Mucho? Pero es lo que yo llamo la técnica narrativa, si te cuento una, la cosa queda incompleta, tiene que ser tres. De tres en tres. Nueve. Igual no funcionaría. Salud por eso. Había una vez un lugar que no se llamaba Perú, ni que Lima era su capital, una perla en el océano. Que tampoco tenía tantos habitantes como los que hay aquí. Ni que el cielo era un espanto latente. Ni que el olor a pescado era habitual desayuno matutino. Tampoco había ladrones incrustados en las instituciones ni ratas en los parques que por las tardes se llenaban de niños en bicicletas, scuters y pelotas de fútbol. Salud por eso. Por esa época próspera y el futuro parecía Miami. Salud, por eso.
viernes, mayo 15, 2009
Las cagadas de Boyle
Dos escenas hermanas con una década de distancia destacan en la obra del ganador del Oscar. Para los semiólogos, cagar, en el cine, grafica la circunstancia más placentera del ser humano.
Curiosa fijación la de este cincuentón cineasta inglés, responsable de una de las emblemáticas cintas de los noventas (Trainspotting, 1996, considerada una de las cinco películas británicas de todos los tiempos) y reciente ganador del Oscar y los Globos de Oro a mejor Director 2009 con Slumdog Millionaire. Es probable que de chiquito haya tenido algún estreñido castigo paterno que le haya dejado el recuerdo perenne, atravesado. Una musa siniestra, un fétido fetiche post urbano: el mojón como símbolo de refugio eterno.
Por eso, no es raro encontrar a Jamal Malik aún de niño, cuando ni se imaginaba llegar a las finales del Quisiera ser millonario, en medio de un megabasural hecho ciudad, llamado Bombay, o Mumbai, una pequeña habitación sin techo encierra el purgatorio: el silo cagadero. El último estadio maldito para los atajapenales. Una asquerosa cloaca donde Jamal deposita sus esperanzas de conocer a la estrella del cine hindú Amitabh Bachchan.
El niño puja intentando apurar su faena, cuando de pronto el gordo Prakash llega ajustando y cargando un balde de agua, paga unas monedas a Salim, hermano de Jamal, y pide entrar al cuarto hecho de madera, pero Jamal no puede dejar su contacto con el mundo de abajo, del mundo que apesta. Se resiste a dejar el lugar de privilegio que le ha dado el desmadre basural. Sigue pujando. Salim, quien administra la cloaca y que a lo largo del film demuestra ser un hijo de su madre traicionero, le presiona para que salga. Prakash se angustia y pide que le devuelvan su plata. Se va cargando su balde con agua. Salim le reprocha a su hermano su lentitud para cagar y se la jura. De pronto, aparece un helicóptero que cruza el basural, es Amitabh Bachchan. Salim, que aún sigue disgustado con su hermano, pone una silla en la puerta y tranca la salida. Jamal siempre ha soñado con acercarse a su ídolo, pero no puede salir del silo. Entonces encuentra una única salida: el hueco de la cloaca que daba al pantano de caca. Saca la foto de Amitabh, la levanta con su mano y se tira por el hueco, como lo haría su héroe de televisión.
Similar situación se da en Trainspotting, película basada en la novela representativa de la generación E –éxtasis- de Irvin Wells, el escritor escocés que hace un año atrás estuvo por Bogotá, se presentó en algunos bares y declaró abiertamente las bondades del consumo de la marihuana.
Mark Renton, un joven yongui de Edimburgo, quiere dejar definitivamente, una vez más y de forma inútil, el abuso con la heroína, se encierra en su cuarto y clava tablones para no salir nunca más, se surte de latas de comida y se mete unos valiums para enfrentar estoicamente el dengue de la angustia.
Pasado un rato, destroza la puerta y lo primero que hace es llamar Mickey Forrester (actuado por Wells), un diler que por lo general no llama, pero la angustia lo tenía loco y se trataba de dejar la droga de una maldita vez. El diler le da un par de supositorios de opio, recomienda esos productos para todo aquel que quiere dejar el vicio por su lento y alargado alcance. No queda otra, se las mete por el culo.
Mientras Renton va tranquilo de regreso a casa un asalto mierdístico lo retuerce, es la limpia, los síntomas del drogadicto, cuando el cuerpo pide heroína y la diarrea es un modo de protesta estomacal. Necesito heroína, parece gritar su abdomen. No puede más y se mete a un bar, espera un baño limpio y estimulante, pero se estampa contra una sucia realidad: el peor baño de Escocia, sin agua, sin cadena y rebalsando de caca. Desiste, pero los retorcijones ganan. Se sienta en la mugrienta tasa y descarga su descompuesto grito de angustia por la droga. Suelta una ráfaga que lo deja con una sensación de alivio por unos segundos, pero después recuerda que los supositorios se han ido por el water. Entonces decide buscarlas metiendo las manos entre mojones hasta que se va introduciendo por tasa, mete la cabeza y luego todo el cuerpo se desliza hacia el fondo del… marrón, comienza a bucear y con la compañía de Brian Eno en los teclados Renton logra encontrar los supositorios. Vuelve a la vida.
Ambas escenas parecieran que marcan una constante en el lenguaje narrativo que propone Boyle, sus personajes son heroicos, arriesgan todo por conseguir su objetivo. En Jamal, la foto de su artista favorito, en Renton, los supositorios de opio. Ambos se sumergen en la más profunda mierda del ser humano, y salen victoriosos, embarrados de caca, pero victoriosos.
Salim, al ver a su hermano llegar embarrado de caca no hace más que tragar su mala vibra, Jamal llega hasta el tumulto, algunos personas se tapan la nariz por el olor nauseabundo que suelta, y él, más preocupado en acercarse a la estrella, le extiende la foto. Amitabh se lo firma y Jamal, con una sonrisa que olvida por un momento que está untado de excremento de toda la población de Bombay, salta de alegría con un ganador ¡Yes!
El mismo ¡Yes! que exclama Renton cuando logra encontrar los supositorios en el fondo del agua (¿?). Llega a su casa triunfante, empapado desagüe y chorreando orín de sus orejas, tira los medicamentos en la mesa y dice: ahora, sí (va a dejar la droga, pero rápidamente abandona la intención y se vuelve a entregar al desenfreno). Y la película recién comienza.
Curiosa fijación la de este cincuentón cineasta inglés, responsable de una de las emblemáticas cintas de los noventas (Trainspotting, 1996, considerada una de las cinco películas británicas de todos los tiempos) y reciente ganador del Oscar y los Globos de Oro a mejor Director 2009 con Slumdog Millionaire. Es probable que de chiquito haya tenido algún estreñido castigo paterno que le haya dejado el recuerdo perenne, atravesado. Una musa siniestra, un fétido fetiche post urbano: el mojón como símbolo de refugio eterno.
Por eso, no es raro encontrar a Jamal Malik aún de niño, cuando ni se imaginaba llegar a las finales del Quisiera ser millonario, en medio de un megabasural hecho ciudad, llamado Bombay, o Mumbai, una pequeña habitación sin techo encierra el purgatorio: el silo cagadero. El último estadio maldito para los atajapenales. Una asquerosa cloaca donde Jamal deposita sus esperanzas de conocer a la estrella del cine hindú Amitabh Bachchan.
El niño puja intentando apurar su faena, cuando de pronto el gordo Prakash llega ajustando y cargando un balde de agua, paga unas monedas a Salim, hermano de Jamal, y pide entrar al cuarto hecho de madera, pero Jamal no puede dejar su contacto con el mundo de abajo, del mundo que apesta. Se resiste a dejar el lugar de privilegio que le ha dado el desmadre basural. Sigue pujando. Salim, quien administra la cloaca y que a lo largo del film demuestra ser un hijo de su madre traicionero, le presiona para que salga. Prakash se angustia y pide que le devuelvan su plata. Se va cargando su balde con agua. Salim le reprocha a su hermano su lentitud para cagar y se la jura. De pronto, aparece un helicóptero que cruza el basural, es Amitabh Bachchan. Salim, que aún sigue disgustado con su hermano, pone una silla en la puerta y tranca la salida. Jamal siempre ha soñado con acercarse a su ídolo, pero no puede salir del silo. Entonces encuentra una única salida: el hueco de la cloaca que daba al pantano de caca. Saca la foto de Amitabh, la levanta con su mano y se tira por el hueco, como lo haría su héroe de televisión.
Similar situación se da en Trainspotting, película basada en la novela representativa de la generación E –éxtasis- de Irvin Wells, el escritor escocés que hace un año atrás estuvo por Bogotá, se presentó en algunos bares y declaró abiertamente las bondades del consumo de la marihuana.
Mark Renton, un joven yongui de Edimburgo, quiere dejar definitivamente, una vez más y de forma inútil, el abuso con la heroína, se encierra en su cuarto y clava tablones para no salir nunca más, se surte de latas de comida y se mete unos valiums para enfrentar estoicamente el dengue de la angustia.
Pasado un rato, destroza la puerta y lo primero que hace es llamar Mickey Forrester (actuado por Wells), un diler que por lo general no llama, pero la angustia lo tenía loco y se trataba de dejar la droga de una maldita vez. El diler le da un par de supositorios de opio, recomienda esos productos para todo aquel que quiere dejar el vicio por su lento y alargado alcance. No queda otra, se las mete por el culo.
Mientras Renton va tranquilo de regreso a casa un asalto mierdístico lo retuerce, es la limpia, los síntomas del drogadicto, cuando el cuerpo pide heroína y la diarrea es un modo de protesta estomacal. Necesito heroína, parece gritar su abdomen. No puede más y se mete a un bar, espera un baño limpio y estimulante, pero se estampa contra una sucia realidad: el peor baño de Escocia, sin agua, sin cadena y rebalsando de caca. Desiste, pero los retorcijones ganan. Se sienta en la mugrienta tasa y descarga su descompuesto grito de angustia por la droga. Suelta una ráfaga que lo deja con una sensación de alivio por unos segundos, pero después recuerda que los supositorios se han ido por el water. Entonces decide buscarlas metiendo las manos entre mojones hasta que se va introduciendo por tasa, mete la cabeza y luego todo el cuerpo se desliza hacia el fondo del… marrón, comienza a bucear y con la compañía de Brian Eno en los teclados Renton logra encontrar los supositorios. Vuelve a la vida.
Ambas escenas parecieran que marcan una constante en el lenguaje narrativo que propone Boyle, sus personajes son heroicos, arriesgan todo por conseguir su objetivo. En Jamal, la foto de su artista favorito, en Renton, los supositorios de opio. Ambos se sumergen en la más profunda mierda del ser humano, y salen victoriosos, embarrados de caca, pero victoriosos.
Salim, al ver a su hermano llegar embarrado de caca no hace más que tragar su mala vibra, Jamal llega hasta el tumulto, algunos personas se tapan la nariz por el olor nauseabundo que suelta, y él, más preocupado en acercarse a la estrella, le extiende la foto. Amitabh se lo firma y Jamal, con una sonrisa que olvida por un momento que está untado de excremento de toda la población de Bombay, salta de alegría con un ganador ¡Yes!
El mismo ¡Yes! que exclama Renton cuando logra encontrar los supositorios en el fondo del agua (¿?). Llega a su casa triunfante, empapado desagüe y chorreando orín de sus orejas, tira los medicamentos en la mesa y dice: ahora, sí (va a dejar la droga, pero rápidamente abandona la intención y se vuelve a entregar al desenfreno). Y la película recién comienza.
miércoles, mayo 13, 2009
CHOCOLATA
tu nariz
en mi mirada puntea / tu peinado estornuda / mi barriga palpita / tus sandalias vuelan parapente / mis brazos relinchan emocionados / tus orejas surfean por tu cara / mis dedos cosquillean tus pasos / cuando vas por el pavimento de mi espalda / endulza tus sonrisas en canela de dolores / azucaradas las termintas que carcomen esperanzas de llevarte en mi escoba por los techos de un vecindario abandonado por el virus./ tu nariz sudando maní / mil ojos de colesterol / mis muecas y tus carcajadas intimidadas / tu vocecita despistada / mis conjuros en baño maría / tus palabras caminando por mi insomnio . / / / / :
en mi mirada puntea / tu peinado estornuda / mi barriga palpita / tus sandalias vuelan parapente / mis brazos relinchan emocionados / tus orejas surfean por tu cara / mis dedos cosquillean tus pasos / cuando vas por el pavimento de mi espalda / endulza tus sonrisas en canela de dolores / azucaradas las termintas que carcomen esperanzas de llevarte en mi escoba por los techos de un vecindario abandonado por el virus./ tu nariz sudando maní / mil ojos de colesterol / mis muecas y tus carcajadas intimidadas / tu vocecita despistada / mis conjuros en baño maría / tus palabras caminando por mi insomnio . / / / / :
quieres estar conmigo ?
quieres estar conmigo ?
esa era la frase que siempre tenías que decir para ver si una niña te daba un beso. yo tenía once o doce, aun no entraba a la secundaria y no sabía cómo se manejaba el tema del amor. yo había vivido toda una infancia llena de violencia, de tabaco y resaca gracias a mi papa, y una vida esquizofrénica y reprimida gracias a mi mama. mi hermano carlos se fue a los 12 a holanda a vivir con una tía. cuando volvió, luego de dos años, vimos que mi hermano ya no era el mismo, no hablaba español y todo lo miraba con aire de asco. era otro. pero ya salía y tenía una vida adulta. entonces él me llevó a mi primera fiesta. igual que él fue quien me compró mi primera guitarra eléctrica. y también me pagó un pasaje a estados unidos. ha sido un gran hermano para mí. pero esta vez fue que me llevó a mi primera fiesta. hasta las once.
yo llegué y ya todos bailaban. pero en medio de la fiesta me di cuenta de algo. habían chicas que faltaban a las normas de lo que yo creía que era lo decente. se besaban con lengua. bailaban baladas, pegaditos. entonces me acerqué donde un amigo y le dije que cómo se hacía, que yo también quería besar a alguien. me dijo que la clave estaba en preguntarle directamente eso: quieres estar conmigo?, entonces me acerqué donde una chica que era más alta que yo, y era bonita. y le pregunté mientras bailaba una pieza de los hombres g. me dijo que no y se dio vuelta. me dejó bailando solo.
entonces busqué a una segunda chica, la saqué a bailar, y le volví a preguntar lo mismo: quieres estar conmigo?
también dijo que no. pero al menos dijo no gracias.
entonces emprendí una más. y la tercera también me dijo que no.
después de ella ya no quise volver a bailar más.
entonces comencé a mandar a un amigo, como emisario. y él iba y le preguntaba a la chica que yo le iba diciendo. y él iba trayendo más no como respuesta.
dile si quiera a susana. susana dice que no. dile entonces a julia. julia dice que no sabe quién eres. entonces dile a fernanda. ella no quiere nada con nadie.
así pasaron las canciones, más baladas. la gente estaba emparejada y había un pequeño grupo que no teníamos pareja. no me gustaba estar entre ellos.
entonces me lance a una chica más, que según mi amigo era la más fácil del colegio. pero ella mando a decir que sí le gustaba un poquito, pero ya estaba con otro chico, que por cierto aún no llegaba a la fiesta y aprovechaba el momento para chapar con mi amigo.
entonces, como mi amigo ya estaba ocupado en ella, yo me quedé solo en la fiesta. y lo único que quería era que mi hermano volviera para recogerme y volver a mi casa y no salir nunca más de ahí y no volver a ir a fiestas donde había que bailar y recibir tantas negativas como respuesta.
mi hermano demoró dos horas más de lo que habíamos quedado. estaba asustado, casi llorando. mi amigo ya se había ido y muchas de las chicas que me habían rechazado se burlaban de mi cara de susto por no ver a mi hermano ahí. antes de que llegara, cecilia, una chica que conocía desde el inicial, me dijo que sí, pero que ya le había dicho que sí a javier. pero que en realidad ella quería estar conmigo. yo me sentí un poco más aliviado y le pedí un beso. ella me llevó por una cortina y me dio un pequeño beso en el cachete y me dijo que íbamos a ser enamorados a partir del lunes. yo le dije que el lunes no me serviría de nada ser su enamorado, que quería serlo ese mismo momento. y javier ya estaba desesperado y quería llevársela a un ambiente donde ya todas las parejas se besaban descaradamente.
cecilia se fue y me quedé solo. llegó mi hermano caminando, lo vi desde la esquina, estaba fumando un cigarrillo. llegó y preguntó a algunos amigos que quedaban qué tal había sido el tono, ellos dijeron que yo ya tenía novia y que el lunes se formalizaba todo. mi hermano se quedó contento y orgulloso de lo que escuchó. me dio una palmada en la espalda y me dijo que así se hacía, que cuando sea mayor sería un galán.
yo me sentía tan confundido y triste que le terminé pidiendo que me enseñara a fumar. no quiso. yo no le quise contar nada de lo que había vivido, de tanto rechazo que recibí ese día. de ahí ya no quise volver a hacer esa pregunta en mi vida.
y juré no volver a las fiestas. y cada fiesta que volví fue una tortura peor. y cecilia fue mi primera enamorada años después, y siempre nos besamos cuando hubo fiestas de colegio y siempre había que emparejarse, y ella, que siempre andaba sola, como yo, se juntaba y uníamos nuestras soledades.
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