No tan sorprendido quedé hace poco que en Nueva York al entrevistar a uno de los empresarios de real state más poderosos de los EEUU. El Colombiano Rodrigo Niño, joven visionario creador de Prodigy Network , ante colegas periodistas especializados de toda Latinoamérica nos contó su testimonio: mientras consolidaba una extraordinaria carrera en el mundo inmobiliario, recibió la noticia de que tenía un cáncer terminal. El éxito de su vida se convirtió entonces en un mar de miedos e incertidumbre. Tenía todo en la vida, pero se iba morir.
Sin embargo, en la National Geographic leyó un reportaje sobre las propiedades del Ayahuasca, potente alucinógeno utilizado para sesiones de curación por maestros del shamánicos en la selva de Sudamérica. Niño llegó a Perú, viajó a Iquitos y se internó en un centro de medicina alternativa en la selva. Y no solo se curó del cáncer, sino también repensó su vida fundando Prodigy, una marca exponencial que proyecta impactar en siete grandes sectores productivos globales bajo una nueva premisa de equidad.
El Ayahuasca en Perú le cambió (salvó) la vida al magnate colombiano Rodrigo Niño.
Y no me pareció raro su testimonio porque este año mi hermano Carlos Hugo, empresario de tributos que opera en Perú y EEUU, y ex VP de un banco, me comentó sus intenciones de experimentar con la planta y los shamanes, a lo que su hijo, mi sobrino que estudia ciencias políticas becado en NYC, le dijo que estaba totalmente loco.
Las opiniones están divididas, corrientes científicas que defienden el uso de esta planta, y otros sectores académicos que argumentan sobre su peligro.
Tampoco me pareció rara la intención de mi hermano, pues hacía diez años, cuando yo era director periodístico de la revista Urbania, la dueña de la empresa -una educadora norteamericana radicada en la sierra de Perú- nos invitó a todo el equipo a pasar unos días en Huaraz, en un lodge entre las montañas.
El viaje tuvo algo particular: hicimos un 'brindis' con San Pedro, popular cactus con similares propiedades que el Ayahuasca.
Si bien hubo algunas personas en el grupo que fueron reacios a la toma, la mayoría tomó una buena dosis que nos mandó a vomitar a lo alto de la montaña. Teníamos una practicante que no le cayó bien el San Pedro y le dio 'la pálida', tuvimos que ponerle a su papá en el teléfono para se sintiera un poco mejor. Pero el trance duraba tantas horas que terminamos abrazados del susto con hilarantes carcajadas.
La revista Urbania fue un suceso en la prensa cultural de Perú, es objeto de estudios y a pesar de que una corporación editorial terminó apoderándose del nombre, los 54 números que circularon marcaron una buena época de difusión.
Pero lo que más marcado tengo en mi cabeza es ese viaje que hicimos a Huaraz, donde experimentamos con esta planta y consolidamos una hermandad que hoy en día sigue intacta.
La dueña de Urbania, hija de un reputado periodista en EEUU, nos comentó durante el viaje que las grandes corporaciones envían a sus talentos a lugares exóticos para tomar Ayahuasca y descubrir nuevas formas de sentir la vida cotidiana.
Todos los compañeros con los que hicimos ese 'viaje' en la actualidad son gente exitosa que destaca en sus rubros de trabajo, algunos con buenos puestos en grandes ciudades del mundo y otros como yo emprendiendo en el Perú. Y creo que gran parte de esa hermandad se hizo fuerte cuando tomamos San Pedro y nos enfrentamos a todos los temores que teníamos de forma solidaria.
No sé si fue la intención de Kelly Dwyer en ese entonces, si fue un tema recreativo o si realmente era consciente que ese 'brindis' cambiaría por completo nuestra existencia profesional.