viernes, noviembre 22, 2019

CAITRO SOTO PIEZA VITAL DE LA CULTURA PERUANA



(Testimonio de Jaime Soto Mendoza, hijo de Caitro Soto).
“De los setenta entrando a los ochenta, mi papá tocaba en grandes grupos y no nos dejaba solo, iba a tocar a un sitio e iba con mi mamá, mi hermana y yo. Siempre hemos vivido en Los Sauces, Surquillo. Había una peña y los guardianes del local ya sabían que cuando teníamos sueño, nos subían al carro, porque mi papá toda su vida ha tenido carro, y nos cuidaban mientras mi papá tocaba”.
Cuenta Jaime Soto Mendoza, de 45 años, surquillano del barrio de Los Sauces. Hijo de Carlos Soto de la Colina, conocido mundialmente como Caitro Soto. Cajonero mayor, fundador de Perú Negro, cantante, compositor y cultor de la negritud peruana.

Su relato se basa en diversos temas que van desde su vínculo con el barrio, sus relaciones con gente importante como Víctor Raúl Haya de la Torre o Chabuca Granda, empresarios o vecinos que tuvieron la dicha de conocerlo y descubrir un ser humano maravilloso.

“Yo a Chabuca Grande la he conocido desde mucho antes de que mi papá tocara con ella. Mi papá era el cajonero oficial de Chabuca Granda. Había un tipo de conexión tanto de familiar como de musical. Porque ella tenía problemas de audición, por eso cuando se escuchan las canciones de Chabuca, Caitro comenzaba con los ‘¡toma!’, ‘¡eso!’, ‘¡sí, señor!’, era para que encaje en el ritmo y entre a cantar. Por eso Chabuca llevaba a Caitro a todas partes”.

Chabuca encontró con esos guapeos la forma de entrar en el ritmo y no perderse, rodeado de uno de los marcos musicales más importantes de la música peruana, conformada por Eusebio Sirio ‘Pititi’, Caitro Soto y Álvaro Lagos en la guitarra, hicieron inmortal a Chabuca Granda.

Chabuca antes tenía como guitarrista al maestro Félix Casaverde, pero descubrieron a Álvaro Lagos, un chico joven que apenas llegaba a los 18 años y se hizo guitarrista principal de Chabuca. Y contaban con una bailarina de apellido Zegarra.  Estaban en un furor artístico, tanto en Perú Negro, como con Chabuca.

Lucho González, Chabuca Granda y Caitro Soto. 

Para ese entonces, la década de los setenta, aparecieron muchos grupos, “Caitro salía a tocar con mi tío Ronaldo, mi tío Enrique, mi tío ‘colorao’ que también vivía en Los Sauces, Surquillo, eran Los Hermanos Soto, que salían de la agrupación Pancho Fierro”.

“Entre las familias afrodescendientes se dio un auge tanto a nivel nacional como internacional, Perú Negro fue el principal grupo. Había grupos como el de Nicomedes Santa Cruz, había muchas obras de antaño, como Limeñísima, estampas de cultura afroperuana, por un lado estaban Los Santa Cruz, con su investigación y su poesía, por otro lado estaba Los Hermanos Soto, que provenían de la agrupación Pancho Fierro, que luego sirvió de embrión para Perú Negro”.

Pero también la obra de Caitro como solita es fundamental en el cancionero popular. Canto a Cañete, por ejemplo, y también colaboraciones que trascienden la escena musical, como la canción ‘Charango Guerrillero’, un bolero producido con el poeta César Calvo.

Caitro cantaba muchos géneros del folclore peruano, como las marineras, sin embargo, Jaime Soto, su hijo, advierte que su padre no era el gran cantante de marineras. “no era ‘el cantante’. La marinera tiene muchas reglas, entonces el que se mete a cantar marineras es porque tienes que ser bravo. Es un duelo que se hace entre dos personas. Tú escuchas y ves una marinera y hay una pareja que rinden tributo a la coquetería. Pero cuando se canta, es un reto y te puedes pasar días hasta que uno pierde. Y la tradición es muy estricta por cuanto se proponía en estos retos la nota musical a utilizarse. Si tú comienzas, yo te contesto, tú terminas, yo contesto, tú contestas, yo termino. Y así, hasta que uno de los dos se quede sin poder responder. Y en la fuga, obviamente se dicen de todo. Yo una época andaba con Pepe Vásquez, que cantaba marineras. Y el ‘gordo’ ha sido de los que siempre te preguntaba: ‘¿tú tocas?’, sí, ‘ya, toca’. ‘Tú, ¿cantas? Muéstrame’. Entonces si se encontraba con alguien que cantaba marinera se agarraba a duelo. Muchas veces en la Peña Don Porfirio, o en reuniones de familia. Porque tú sabes que siempre en las reuniones familiares llegan músicos, cantantes. Eran fiestas de familia y de repente se agarraban ahí a duelo”.

“En mi casa toda la vida hubo jarana, siempre mi papá celebró su cumpleaños por todo lo alto. Mi santo es el 21 de octubre, y el de mi papá el 23 de octubre. Entonces, comenzaba mi serenata el 20, el 21 mi cumpleaños, 22 serenata de Caitro, 23 su cumpleaños y terminábamos el 24 de octubre. Prácticamente era una semana de juerga”.

“Siempre le hacíamos una serenata a Caitro y al día siguiente venían los familiares, un año se nos ocurrió hacerle una gran serenata, teníamos unos amigos japoneses, le pedimos que se lo lleven a Caitro a dar vueltas, y trajimos grupos de Cañete, tuvimos que cerrar el parqueo del vecindario porque la gente no entraba en la casa. Debe haber sido año 86 u 87”.

Cada año, cuando la gente comenzaba a preguntar sobre los planes de la serenata a Caitro, hubo un momento en que se hizo inmanejable dentro de la casa, entonces tuvieron que tomar la calle.
“Inclusive, tenía un tío, Vicentico Valdez, que se desaparecía todo el año, solamente llegaba o el 22 o el 23 de octubre. Llegaba, le cantaba a Caitro su serenata, de ahí se iba el 24 y ya no lo volvíamos a ver hasta el siguiente año”.

Durante esa semana, se bebía de todo, cerveza, pisco, ron.
“Mi mamá tradicionalmente hacía frejoles con seco. Esa vez, mi mamá preparó más de 11 kilos de frejoles y no quedó nada, solo para una noche. Eran fiestas de corrido, las fiestas en mi casa, llegaba Gonzalo Iwazaki, Mariano Querol, Zambo Cavero, Félix Casaverde, Coco Linares, la gente de Perú Negro, la tía Lucila. Se armaba la jarana. Incluso un famoso presentador de noticias se pasaba toda la noche en la casa, cuando daban las 6 de la mañana decía ‘ya regreso’, se iba a trabajar en un canal de televisión y regresaba. Obviamente se cuidaba, pero iba, daba las noticias y regresaba. Había otra gente que decía ‘ya regreso, voy a dejar a mi hijo al colegio’, se iban y regresaban a la casa. Era algo grandioso, había música, buena comida, buen ambiente. En mi casa nunca hubo distinción a nadie. Así como podías ser millonario, hasta la persona más pobre, a todos se le trataba por igual, es algo que mucha gente apreciaba de nuestra familia”.

Nunca hubo problemas con los vecinos porque ellos también querían participar de la jarana.
“Todo el mundo tenía una anécdota con Caitro. Hay gente que ni paraba con mi papá, pero tenían una anécdota con él. Era un tipo bohemio que si alguien tenía un problema en la calle, salía al frente. Si veía en la calle alguien con la llanta baja, paraba a ayudar”.
“Ahora último, he vuelto a ver a una niña, Rosmy, que la conozco desde que tenía 3 años. Mi papá le curaba el susto, le pasaba el huevo (Caitro pasaba huevo, te arreglaba los huesos, era multifacético)”.

Si bien Caitro dejaba que sus hijos ‘cachueleen’ en la música, nunca fue su voluntad que sus hijos se involucren en el ambiente musical.
“Caitro ha taxeado, ha sido mil oficios. Él en su juventud ha sido faquir, ha ayudado a construir el Estadio Nacional. Aprendió a manejar en camión, también ha sido estibador, ha cargado en el Callao”.

La voluntad de Caitro Soto era que sus hijos vieran el tema musical como un hobby.
“En la época en que mi papá ha estado vinculado a la música, no estaba tan valorizada como ahora, antiguamente de la música no podías vivir, entonces tenía otros trabajos, ha trabajado en el Ministerio de Pesquería, en Sedapal trabajaba manejando un camión cisterna llevando agua a Villa El Salvador, adonde le pusieron ‘San Martincito’. Porque en ese entonces, tú llenabas tu tanque, y el agua que sobraba había que devolverla a Sedapal, pero Caitro no permitía eso, y a las familias que ni siquiera tenían dónde recibir el agua, él mismo compraba baldes para que la gente se quede con el agua y el camión regrese vacío”.

Por eso es que en Villa El Salavdor Caitro Soto tuvo el apelativo de ‘San Martincito’.
“Él se jubiló, pero tuvo muchas chambas. También fue chofer personal del dueño de la operación de la marca Volvo en Perú, Rosales Wiese, quien murió asesinado. Teníamos mucho vínculo con el señor, porque hubo una época que criábamos gallos de pelea, de navaja. El señor Rosales tenía cerca de mil gallos. Nosotros llevábamos nuestros gallos y los topábamos con nuestros gallos, en su galpón en Los Frutales. Compartíamos con él, eran buenos amigos. Antes de ser asesinado, fue secuestrado e incluso Caitro Soto fue a pagar el rescate”.

Uno de los grandes problemas que padeció Caitro Soto fue la distancia por las giras artísticas. “Cuando trabajaba con Perú Negro, y le salían giras de un mes y de repente se desaparecían medio año, en el camino por Europa aparecían otros shows. Caitro sufría mucho con las giras, ha sido muy sobreprotector, tanto con la familia como con la gente que lo rodeaba. Era de las personas que salíamos un grupo, y decía ya, este es el grupo y nadie podía venir, porque verlo a Caitro molesto era ver al diablo. Tenía mucho carácter. Caitro era de las personas que no necesitaba un fósforo para encenderse”.
“Caitro era persona así como tú lo veías de carácter, fuerte, tenía 54 de brazo. Su brazo era una pierna. Pero así como era de imponente, era demasiado noble. Tú le decías algo y se derretía como chocolate. Siempre andaba risueño, donde te encontraba, te llevaba, te invitaba un cebiche. Siempre estaba dispuesto a ayudar a sus amigos. Si tú preguntas en el barrio, a las personas de su edad. Todos te van a contar una anécdota. Te veía en problemas, de lo que sea, si te conocía, se metía. Si te querían asaltar él bajaba. Estabas mal, te cargaba. Cualquier cosa donde él podía ayudar. Ayudaba”.
Caitro ya no salía en sus últimos años, el problema con la diabetes, si no llevas buen control del alimento, la enfermedad te mata. Y Caitro era dulcero. No te imaginas cuántas veces nos hemos trompeado por el frejol colado. Porque mi mamá preparaba una olla de frejol colado. Entonces a cada uno le daba su tarro y escondía. Nos comíamos el tarro de mi hermana, de mi mamá, de lo que quedaba en la olla, todo. Y ya después recién sacábamos nuestro tarro propio, y en la madrugada yo sabía por dónde guardaba su taper. Yo me levantaba en la madrugada y me comía su tarro, y a veces él también salía y se comía los míos”.
Y cuando a él le da la diabetes, igual pecaba demasiado. A mi papá cuando nosotros nos dimos cuenta que tenía la diabetes, sabíamos que estaba enfermo pero no sabíamos de qué. Cuando lo llevamos al hospital tenía como 700 de glucosa. Estaba a punto de un coma diabético. Le bajaron el azúcar. Cuando estaba joven fumaba, pero dejó de fumar. Pero sus frejoles no se lo podías cambiar”.

Caitro trabajó toda su vida.
“Desde pequeño, venía trayendo carne de Cañete, él sabía venirse desde Cañete y llegaba hasta La Victoria, dejaba la mercadería. O Barrios Altos, y se regresaba a Cañete manejando. Entonces, exactamente saber a qué edad llegó, siempre supo venir a Lima”.
La mamá de Caitro Soto, Benedicta de la Colina, objeto de estudio para la creación de Perú Negro, fue además una lideresa sindical, pues logró que se establezcan las ocho horas laborales en Cañete. Fue en ese contexto que Victor Raúl Haya de la Torre llegó a Cañete. “Caitro conoció a Victor Raul, porque le dio una propina en Cañete. Él pasaba, se cruzaron, se conocieron. Hay una foto con VRHDLT pero ya con Caitro consagrado. Se reencontraron, tuvo una buena amistad”.
Caitro Soto fue alguien muy querido por mucha gente de estatus altos y bajos.
“Cuando Chabuca conoció a Caitro quedó encantada. Y el día que Chabuca invita a Caitro a su casa, la empleada no le dejó entrar, y le dijo que pasara por la puerta de servicio. Y la sirvienta le fue a decir a Chabuca, que había un señor moreno a buscarla. Él no es un señor moreno, él es negro y es mi hijo. Hágalo pasar”.
“Caitro ya trabajaba con Chabuca, más que de musical, ha sido un vínculo familiar, por eso Caitro siempre le dijo madre a Chabuca, y ella hijo. Y nosotros siempre le dijimos abuela, cuando sus nietas le decían tata. Para que veas cómo Caitro tenía ese ángel para caer en gracia con las personas. Tuvo la virtud de formar lazos muy fuertes. Tanto así que me cruzo con gente y ‘Jaimito’, aunque estoy viejo, ‘la Anita’. Y han pasado años pero siempre te das cuenta que te saludan con el mismo cariño”.
Caitro era una de las personas que obligaba a saludar a sus  hijos, “saluda a tu tío, decía siempre. Aunque nunca sabía por dónde eran familia, igual exigía un cariño de familia. Saluda a tu tío. Tu prima. Tu familia”.
Una época el poeta César Calvo trabajó con Perú Negro, yo lo he visto a Cesar Calvo en las presentaciones, en los ensayos. No tengo una imagen muy clara, pero el espectáculo que hacía Perú negro, fue como algo revolucionario, porque entre danza y danza hablaba Cesar Calvo, y daba una reseña, como una historia. Entonces hablaba del torito pinto, decía que en la época de los españoles, y el toro bravo llegó al pueblo. Y salía la danza. Terminaba la danza y volvía a hablar, y el toro, y al último decía: ¡¡¡y el toro bravo se fue!!!”.