martes, julio 20, 2021

EL TRIUNFO EN DUELO Y EN PANDEMIA


I

Mauricio había vuelto al Perú después de 15 años en Madrid. Entonces le agarró la pandemia y no pudo volver. Ya no estaba en Miraflores sino en Barranco, en un piso donde vivió hasta la muerte el poeta José Watanabe, a media cuadra del malecón. Conocí de su proyecto, la película peruana 'Samichay', años atrás en su casa de España, y me involucré como periodista. Una historia en blanco y negro, en quechua y donde el personaje no era precisamente un actor sino una vaca. En los andes, a las alturas de las montañas donde te cruzas con los ángeles, rodaron una de las películas más importantes del cine peruano. Me he sentido orgulloso de formar parte del equipo, coordinando las entrevistas para los productores, y aunque la película se estrenó en pandemia de manera virtual, ya obtuvo grandes premios en el Perú y recientemente ganó la Biznaga de Plata en el Festival de Málaga, como mejor director. La premiación, que sí fue presencial, estuvo a la altura de las grandes ceremonias del séptimo arte. El premio lo recibió uno de los productores y dedicó el trofeo al papá de Mauricio que acababa de fallecer de covid. El mismo día de la consagración artística de Mauricio debía enterrar a su padre. Qué difícil situación para cualquiera. Si es que cabe la posibilidad si quiera de sonreir en medio del dolor. 


II

A mi amigo el Waro lo llamaron una tarde. Tu papá está mal, anda a verlo. Ya había superado el covid pero el virus no se quiso ir de sus pulmones. Dejó a su hijo Warolfo y a su pareja y fue en busca de su padre, que durante dos semanas se mantuvo con millonarios balones de oxígeno que se conseguían como si fuera merca ilegal. Luego se puso peor y lo tuvo (los tuvieron que llevar, porque pidió ayuda a dos venezolanes que fumaban en la calle) que llevar al hospital militar, donde una rapiña vestida de blanco con mandil le dijo que para subirlo a piso necesitaba diez mil soles. El Waro llamó a toda su familia desesperada y en cuestión de horas consiguieron el dinero, como si tuvieran que pagar un secuestro. Pero cuando el Waro confirmó que tenía en su cuenta la plata y fue directo a la oficina del 'doctor', el pata le dijo que el pago era en efectivo. Y se tuvo que ir ya en toque de queda y con militares en las calles en la avenida Brasil, a buscar un cajero, o mejor dicho tres cajeros porque todos tenía límite de retiro. En plena madrugada, su familia lejos. Era él y su papá moribundo en el hospital Militar. Cuando llegó el doctor se había ido, pero ya habían autorizado su ingreso al piso, como hospitalizado. Entonces el Waro regresó al departamento de su papá a limpiar todo, preparar todo para cuando volviera. A la mañana, antes de ir a buscar a su papá a la habitación fue donde el doctor, para entregarle el dinero, era una situación complicada tener ese dinero en el bolsillo. Pero el doctor le dijo que ya no era necesario porque acababa de fallecer. 
Luego de cremado su padre, el Waro tuvo que esperar dos semanas más en cuarentena y descartar el virus para poder recibir un abrazo de su familia. En esos días, volviendo a su vida de intelectual, autor de un libro de investigación sobre equidad de género, tuvo que presentar el libro por Facebook poniendo la mejor cara. En medio del duelo, el Waro presentó su libro y reivindicó su oficio guerrero.

III

A Carlita la conocí en un concurso de emprendimientos en la PUCP, ambos fuimos invitados como jurado. Luego intercambiamos tarjetas y la invité a mi programa. En ese entonces ella era directora de una ONG mundial y nos cruzamos en otros canales. Por eso cuando me enteré que había emprendido con una consultora propia, no dudé en brindarle mi apoyo. Mi apoyo y mi libro Barrunto. Uno de esos domingos de pandemia que no se podía salir más que a correr, salí por el Pentagonito y le toqué la puerta, por al final me di cuenta que éramos vecinos. Carlita se disculpó por no invitarme a pasar pero me confesó que su madre padecía de una enfermedad oncológica y debía atenderla en ese momento. 
Y a partir de ahí comenzamos a hacer buenos negocios en un entorno de amistad. Me contó entonces que su hijo era medio artistas y amaba los comics, por lo que enganchó con el Barrunto. Comenzamos a llevarle las relaciones públicas a su consultora y comunicamos sus avances. 
En eso fue que volvimos a hacer nuestro programa al estudio de grabación y la comprometí, aún sabiendo que tenía mucho temor al contagio, hicimos la transmisión sin mascarilla y nos la jugamos cada uno por su emprendimiento. 
Un día, meses después y cuando ya habíamos vuelto a la cuarentena, y con eso se desmanteló el estudio de grabaciones, le pedí a Carlita entrevistarla en Tecnología & Negocios y nunca me confirmó, pasaron dos tres días y llegó el día y no pude hacer el programa. Al cuarto día huzmeando (sus) redes sociales vi que había puesto una foto de su mamita. Le puse su like y ya no le seguí insistiendo por la entrevista. A los días me llamó y se disculpó, pidió comprensión por su ausencia, pero el duelo la tenía sumida en una profunda tristeza. Aún así, Carlita me pidió seguir trabajando y que podía participar en la transmisión la siguiente edición. Se presentó por videollamada y habló de su startup, de sus planes de expansión. No se le notó triste. Me hizo recordar a Gianmarco, cuando yo era joven el pelado llenaba la Estación de Barranco todos los martes. No lo seguía pero lo veía por tele, odiaba su música pero en una entrevista contó que el día que murió su papá fue un martes y tuvo que ir a cantar, y cantó. Tal vez cantó sacando fuerzas de lo más adentro. Eso me impactó y pienso que es una forma de rendirle el mejor tributo. Igual Carlita, a pesar de estar en duelo por su madre, a quien veía en cada sitio de su casa pero ya no estaba, me contó cuando hablé con ella para coordinar una entrevista. También me dijo que en medio de toda su tristeza había recibido una buena noticia, que había quedado finalista en un importante premio internacional. Yo le dije que mi amigo Mauricio, el cineasta, había recibido hacía unos días la mejor noticia de su carrera artística, que lo consagraba como uno de los mejores cineastas del mundo, pero que su viejo había muerto el mismo día. Así que igual le iba a pasar a ella. Igual creo que mis palabras de aliento no le ayudaron en nada. Pero agarró sus maletas y se fue con su familia hacia un viaje trascendental, a Cajamarca, a visitar la casa donde vivió su madre. Cosas de la vida que en pleno viaje recibió la grata noticia que su consultora Wempo es una de las mejores startups de América Latina. Una señal, una luz en medio de la sombra oscura. Siempre hay esperanza de que mañana podemos sonreir.