Entonces lo esperé en la puerta del edificio y llegó a las justas en el taxi porque el partido ya comenzaba. Por teléfono me dijo que me iba a contar el por qué estaba en Lima y por qué se iba a España. Pero llegó tan rápido que solo dio tiempo para entrar, saludar a sus hermanos que también se habían dado cita en el depa de los papás, sus hijos y esposas. Todos con la camiseta de Perú, con las caras pintadas. Y a ponerse frente al televisor, sin poder tener detaller de por qué me había invitado. Pero mi mente roedora funciona veinticuatro siete. Y me di cuenta que a Ralph le habían hecho no solo su almuerzo preferido, un sancochado espectacular preparado por su madre, sino que recibía todo tipo de atenciones como si se tratara de su cumpleaños. Y pensé: este huevón está con cáncer. Y seguimos viendo el partido.
Perú aguantó el cero a cero y le ganamos a Uruguay por penales. Fuimos héroes y nos bebimos una cerveza más. Se hizo de noche y viendo que sus hermamos se iban yendo, yo más me quedaba y sacaba otra botella de la refrigeradora.
Nos quedamos Ralph, su padre y yo. Todos vaso en mano nos divertimos filosofando un poco de la vida en general. Hacía mucho tiempo que no la pasaba tan bien, con una conversación tan versátil que me hizo olvidar un poco de la vida ordinaria que llevo a veces. Y también me di cuenta -porque nunca me lo contó- que mi amigo no estaba enfermo, sino que se estaba separando de su esposa. Lo cual fue un alivio que al menos, frente a cualquier problema, la vida y la salud son irremplazables.
Al viejo de Ralph lo conocí adolescente. Mi papá ya no vivía en casa y no tenía quién me recoja de las fiestas por la medianoche. Y Ralph vivía a unas cuadras, entonces me comencé a colar a su carro y me dejaba en mi casa, ya tarde.
Eran tiempos de pendejadas incipientes, de primeras borracheras que muchas veces eran en casa del doctor. La casa de Ralph era además de grande, porque era una esquina en surco, con una arquitectura de clase, con subidas y bajadas, una gran sala, y un estudio, donde su padre tenía además de sus equipos de oftalmología un equipo de radio aficionado. Ya en ese entonces, los noventas, el equipo era un tanto antiguo pero todo estaba funcionando a la perfección. Además, colgaba en la pared un dibujo enmarcado, una caricatura de cinco amigos de la niñez, entre los que estaba el papá de Ralph y Genaro Delgado Parker. Entonces Ralph nos contaba que su padre era amigo del dueño del canal cinco, entre otras amistades claro, porque era un señor con altas relaciones. Pero nosotros estábamos siempre al juego y en ese entonces esas cosas pasaban desapercibidas. Solo había cabeza para pensar en ir a las fiestas y emborracharse.
Teníamos una fiesta y el papá de Ralph nos llevaba en su auto, junto con un pata que le decíamos poeta. El poeta, llevaba una chata de ron en el bolsillo, que habíamos comprado para llevarla a la fiesta y tomar caletas. Pero la chata de vidrio se rompió en su bolsillo en el camino mientras íbamos a la fiesta. Y el carro andando comenzó a oler extrañamente a alcohol, ni siquiera a licor. El papá de Ralph tuvo que parar su carro para que el poeta se saque los vidrios del bolsillo. Pensamos que el plan y la fiesta se habían arruinado, pero el señor nos habló de la manera más cariñosa que no volvimos a tomar buen tiempo. Igual nos llevó a la fiesta, pero no fue lo mismo porque la reprimenda, que no fue una reprimenda sino un consejo racional de forma apasionada que iba directo al corazón.
Ese tiempo de adolescencia me ayudó mucho tener un amigo como Ralph, con una familia como la de Ralph, tan sólida y armoniosa, frente al caos que tenía en mi casa, por lo que a veces sentía que su amistad me ayudaba a mí, pero mi amistad más bien era para Ralph una mala influencia.
Igual las pendejadas siguieron con el tiempo, había salido en ese entonces la popular 'margarito', una versión de litro de la cerveza. Nosotros no éramos ajenos a ese furor y un domingo, mientras la gente compraba pan nosotros éramos quinceañeros que prendíamos un cigarrillo tras otro. Y compramos una botella de 'margarito' heladita y nos sentamos junto a la bodega. Pero pasó el papá de Ralph con su bolsa de pan y volviendo de la panadería se nos acercó. Su cara no fue la más cortez por lo que nuestra sonrisa se opacó rápido.
El papá de Ralph pidió el vaso y se lo llenó sin hacer una sola raya de espuma. Y se tomó el vaso en seco y volteado. Luego miró a Ralph y le dijo: prefiero tomarme el vaso yo que te lo tomes tú.
Y se fue, y nuevamente nos cagó el vacilón. Seguramente dejamos otra vez de tomar y fumar un tiempo. Luego ya dejó de recogernos y le encomendó esa tarea a su hermano que era estudiante de medicina. Usualmente llegaba un poco tarde a propósito para dejarnos un rato más en el tono, y nos recogía en un vocho rojo que usualmente llevaba varias botellas de cerveza, algunas llenas otras vacías, y portaba su arma porque era del centro federado de la San Marcos. Sus historias eran alucinantes, como cuando nos contó cómo se le escapó un tiro en el cuarto de la casa mientras limpiaba su pistola.
También tenía un hermano mayor que estudiaba con nosotros en el colegio, que me ayudó mucho a pasar de año, era tan capo que no necesitó matricularse en ningún centro pre universitario para que lo bequen en una universidad de Estados Unidos.
Hace no mucho pude tenerlo en mi programa Tecnología & Negocios, en ese momento era líder regional de IBM, una persona extremadamente inteligente. Y luego también pude invitar al programa su otro hermano, el cirujano estético, con quien pude hacer buen contacto e incluso tomarnos unos tragos. Por eso fue que me invitó a su casa a un almuerzo de despedida, pues ahora sí que no iba a volver a Perú.
Ya entonces había entendido que la invitación de mi pata Ralph a su casa, para ver el partido Perú Uruguay en el 2019, no era precisamente porque estaba separándose, sino que también había decidido volver a España para estar cerca de su hijo, lo cual lo iba a impedir tal vez ver a sus padres otra vez.
El almuerzo en casa del hermano de Ralph fue una sinfonía de sabor, con chancho al palo y merlot, con cerveza y tantos recuerdos que perdi la memoria. Tomé hasta que sus hermanos se fueron y me quedé solo con el doctor y con Ralph, hablando de cualquier cosa, pero siempre con la exigencia que implicaba conversar con gente realmente inteligente.
En mi borrachera me disculpé por no haber ido a su matrimonio y le deseé lo mejor en su nuevo periplo europeo. Aunque agradecido una vez más de compartir con una familia extraordinaria, y haber visto a su padre como un roble que siempre copa en mano te soltaba un comentario que emprendía una alturada conversación controversial. Lúcido y divertido era el papá de Ralph, que falleció hace algunas semanas. Con el mayor dolor de saber que alguien sufre a la distancia, le mandé un mensaje escueto a Ralph, que también respondió con poco detalle. A los días vi que su hermano el cirujano plástico apareció en vivo en un programa de televisión, hablando de implantes e innovaciones, y a las semanas vi que su otro hermano era el flamante socio de una firma mundial. Y que Ralph había lanzado una startup en España y comienza a aparecer en los medios de comunicación. Ellos siguen creciendo en sus vidas mientras
yo recién comienzo a asimilar lo valioso que fue estar en esos dos almuerzos con la familia de Ralph.