En el Estadio Nacional
Nunca se habían presentado formalmente. Todos sabían, se conocían entre ellos, pero nunca se llegaron a ver en persona hasta ese viernes 30 de noviembre del 2001 a las seis de la tarde, hora chilena. El ídolo del fútbol, la estrella internacional, el tres veces goleador de España, Iván Zamorano, en gesto que lo enaltece como un grande, fue a los camerinos del estadio a saludar a los otros ídolos, los roqueros que cambiaron la manera de sentir de su país con su música, Claudio Narea, Jorge González y Miguel Tapia, en un episodio memorable para el rock y el fútbol, se juntaron sus máximas estrellas para consolidar lo que no lograron doce años atrás: unir a los chilenos en un solo canto.
El Nacional de Santiago ha tenido pocos momentos históricos: el mundial del 62, los prisioneros políticos del 73, las Teletones y las clasificaciones a los mundiales de España 82 y el de Francia 98. Pero lo de aquella tarde-noche fue inolvidable. Miles de personas (aproximadamente 140 mil en las dos fechas del regreso) llegaron desde todas las regiones del país, incluso hubo fanáticos que viajaron del extranjero para estar presentes. Así empezó el regreso de Los Prisioneros, con las buenas vibras del pelotero que para esas épocas lo perseguía el fantasma del retiro profesional, y un par de fechas colmadas de fans que tuvieron que esperar doce años para poder volver a verlos.
El concierto mostró –siendo objetivos- una banda oxidada, con algunos pulmones ya gastados por la mala noche de años, pero con una contundencia en el sonido al punto de sobresalir más la actitud que la puesta en sí. Repasando casi toda la trayectoria del trío, lograron volver a la escena internacional a guitarrazo limpio. “Hemos recuperado nuestros empleos”, anunció González con la ironía de siempre. Ese fue el inicio del final de la banda, pues en setiembre de 2003, Narea volvería a tomar distancia, como lo hiciera en 1989, en situaciones que explicaremos después, confirmando que él representa el espíritu de Los Prisioneros, de hecho, el más querido por el público y quien probablemente salvó la banda retirándose cuando los extravíos de González llegaban más allá de su propia realidad, y aferrándose al reencuentro cuando los tiempos fueron mejores, como en el Estadio Nacional.
A cumplirse dos años de la vuelta a escena de Los Prisioneros, el guitarrista fue despedido por sus propios compañeros, especialmente por González -tildado por la prensa como el Pinochet del rock-, acusado de querer sobresalir y hacer comentarios poco favorables. Pero Claudio ya lo había presentido desde el comienzo, con el Estadio Nacional se forjaba el principio del fin: “Hace mucho tiempo que vengo tocando con una herida en el corazón”, por lo que el despido lo anunció el mismo Narea en un comunicado oficial.
El manager Carlos Fonseca había comentado en Perú, en el mes de febrero (antes de su exitosa presentación en el festival de Viña del Mar 2003) que el guitarrista estaba cansado, y que Viña del Mar sería su última actuación con la banda.
Antes del ansiado regreso, la última vez que habían tocado juntos, como trío, fue en setiembre del 89, para una reunión privada de los ejecutivos del sello EMI. Aunque en 1996 los tres músicos estuvieron tocando en un bar santiaguino algunos covers de los Beatles y The Clash, con motivo de la edición del compilado “Ni por Razón Ni por las Fuerza”, los rumores del regreso circulaban desde el año 2001. El manager original, el cuatro prisionero, Carlos Fonseca, venía haciendo las gestiones necesarias para convencerlos con la idea de revivir la banda, pues nunca había decaído su popularidad y tenían el pretexto de que nunca se habían despedido públicamente (1). Una vez convencidos los músicos, en setiembre de ese año empezaron los ensayos para el segundo debut.
Durante el 2002, Los Prisioneros recorrieron todo Chile y Suramérica, editaron el mítico disco doble Estadio Nacional y el DVD del concierto, lo cual se ha convertido en el más vendido en la historia discográfica de la música popular chilena.
Rupturas y Escándalos
El primer conflicto entre Los Prisioneros data de comienzos del verano de 1983. Tanto Jorge González, Miguel Tapia y Claudio Narea acababan de culminar la secundaria en el Liceo 6 de San Miguel –un distrito (llámese comuna, en chileno) clasemediero que los cobijó en sus primeros años.
Para ese entonces, el trío se hacía llamar Los Vinchunkas –nombre con el cual dan su primer concierto en el Liceo tocando covers de The Clash, en el último año de secundaria-, y la incertidumbre por el futuro de los entonces adolescentes, se debatía entre la música u optar por una carrera musical. Tapia tenía la certeza de que no iría a la universidad por cuestiones económicas, por lo que ingresó a trabajar en una línea aérea de Junior, Jorge González había decidido postular a la Licenciatura en Música, apoyado por su familia y creyendo en el talento innato del engreído de la casa; mientras que Claudio era quien más dudas tenía por el futuro en el rock, lo cual genera una discusión en el interior de Los Vinchunkas, provocando el distanciamiento de Narea, que finalmente, presionado por su familia, postuló a Ingeniería en la universidad Nacional (USACH).
Al culminar el verano, Claudio vuelven a juntarse y deciden cambiarle de nombre a Los Vinchunkas. Mientras alucinan ser famosos, buscan nombres que provoquen impacto –uno de ellos: Aborto-, pero Miguel Tapia da en el clavo del ingenio: Los Prisioneros. Narea abandonó la carrera universitaria en el segundo semestre, mientras que González destacó de inmediato en la facultad de música, donde conoció a Carlos Fonseca. Su talento y su carácter vehemente para interpretar su música, hicieron que optará por dejar la facultad, sobre todo porque Fonseca empezó a apoyar sus presentaciones y la difusión en las radios de su primera producción “La Voz de los Ochenta”, canción que venía siendo un suceso en los círculos universitarios.
Ya para 1984, con un caset independiente (La primera versión de La Voz de los Ochenta) circulando, la primera gira de Los Prisioneros se tuvo que suspender debido a una seria neumonía de Narea, lo cual paralizó todas las presentaciones hasta el año siguiente.
La primera actuación en TV de la banda se dio en la Teletón de 1985, donde los responsables de la emisión de Televisión Nacional de Chile los sacan del aire tirando comerciales, generando así el primer gran escándalo, al cual le seguirían polémicas declaraciones a la prensa, rebeldía y una seria censura de los medios por la canción “No necesitamos banderas” (2).
En el año 86 graban su segunda producción “Pateando Piedras”, que se convierte en éxito de ventas días antes de salir al mercado. Los conciertos se dan de manera multitudinaria que son voceados para la plaza artística más importante del país mapocho: El Festival de la Canción de Viña del Mar, al cual no llegan a ser invitados, muy por el contrario, participaron artistas argentinos como Soda Estéreo (rivales de ese entonces) y GIT.
Un punto interesante en la saga de conflictos y escándalos de Los Prisioneros, es que para 1987, Jorge González contrae nupcias con la artista Jacqueline Fressard, mientras que Claudio Narea hace lo mismo con Claudia Carvajal, con quien mantiene la relación matrimonial hasta hoy. Miguel Tapia continuó soltero.
En este año es que data la primera visita de Los Prisioneros en Lima, cumpliendo dos fechas poco difundidas por los medios pero con una espectacular asistencia, quizá más de lo calculado, pues la falta de seguridad provocó la suspensión del concierto antes de acabar el show en la Plaza de Acho (3).
A finales de ese año salió al mercado “La Cultura de la Basura”, a diferencia de los dos primeros, este álbum incluye cuatro (de las catorce) canciones compuestas por la dupla Narea / Tapia, lo cual demuestra una ligera distancia en el sistema de trabajo, pues el carácter de González provocaba el aislamiento a la hora de componer. Pero es en esa producción donde aparece el primer signo de infidelidad dentro de la banda: el primer single para la radio es la canción “Que no destrocen tu vida” (4), compuesta por González e inspirada y dedicada a Claudio Narea. Para ese entonces, Jaquelile Fressard se había separado de González por sus continuas infidelidades con las fans, llegando a oídos de la pintora, quien terminó la relación, iniciando González una relación sentimental secreta con la esposa de Narea, Claudia Carvajal; formando así un triángulo amoroso que posteriormente provocaría la salida del guitarrista y el regreso de Claudia con su esposo, reconciliación de la cual nació su segundo hijo.
En 1988, la primera mega gira nacional de Los Prisioneros, que iba a recorrer 33 ciudades del país, tuvo que ser cancelada debido a la mala disposición de los dueños de los recintos, ya que el clima político que se vivía en ese entonces, en víspera del plebiscito del Sí y del No. Luego de este percance, graban unos temas bajo el nombre de Los Apestosos, para luego iniciar la producción del cuarto álbum (Corazones).
En 1989, después de una exitosa gira por Colombia y una cancelada gira a México, Narea cae enfermo de hepatitis y luego anuncia su salida de la banda por “diferencias artísticas”. Aunque los rumores de la partida fueron variados y discutibles, las verdaderas razones no estaban en lo musical, como públicamente se manifestó, sino en una dolorosa e irreconciliable disputa personal. “Corazones” fue un disco muy elaborado, grabado en EE.UU., utilizando el mínimo de guitarras posibles y, dedicado íntegramente por González a Claudia Carvajal.
Para poder ejecutar en vivo este disco, en 1990 Los Prisioneros convocaron a dos músicos de apoyo con quienes obtuvieron el mayor éxito de la trayectoria de la banda, participando al año siguiente, esta vez sí, en el Festival de Viña del Mar, recorriendo el país y recibiendo la mayor cobertura televisiva posible; después de estas presentaciones en Viña, Carlos Fonseca deja definitivamente la dirección de la empresa por conflictos directos con González y toma la posta como manager Oscar Larrain, con quien inician una gira internacional que incluye Perú y alguna provincias, así como la presentación en el mega festival de Venezuela junto a otras bandas representativas de Latinoamérica, festival que fuera televisado por el MTV Latino. En agosto de 1991, González, mediante conferencia de prensa, anuncia el fin de la banda y la realización de una gira de despedida, la cual se paseó por toda América Latina y dejando a muchos fanáticos inconsolables.
A partir de la disolución de Los Prisioneros, lo que más resaltó en los siguientes años fue el publicitado fracaso comercial de los discos solistas del trío.
Por su parte, Claudio Narea durante los años siguientes a su salida, se dedicó a la promoción de talleres de rock, de los cuales surgieron grandes bandas de rock, a su vez que formó la banda Profetas y Frenéticos.
El primer acercamiento de reconciliación con Narea fue en 1992 durante un recital de la banda del guitarrista Profetas y Frenéticos. Aunque el encuentro fue amistoso, en ese momento no hablaron de la posibilidad de volver a juntarse. Sólo en 1994 se planteó por primera vez el tema, luego de que una productora independiente les ofreciera una buena cantidad de dinero, pero González se negó, pues, a palabras de Narea “él se mueve por factores de conveniencia económica y ese año tenía mucha plata”, y a lo que González acusó a Claudio de lo mismo, “querer dinero”.
La negativa de González tuvo un vuelco radical en 1996, cuando aceptó lanzar un disco con grabaciones inéditas y grandes éxitos, titulado “Ni por Razón Ni por la Fuerza”. Cuando se pensaba en una reconciliación definitiva, afloraron conflictos de orden monetario. En diciembre de 1996, cada uno de Los Prisioneros recibió un cheque de 1 millón 900 mil dólares por las últimas ventas de La Voz de los 80 y Ni por Razón Ni por la Fuerza. Al poco tiempo, se descubrió que Tanto Narea como Tapia habían recibido todo lo que les correspondía, casi 5 millones), pues la disquera EMI descontó el monto entregado a Jorge González para la producción de su segundo disco solita, que fue un rotundo fracaso. Para solucionar el impasse, se firmó un acuerdo ante notario, en el que el cantante se comprometía a pagarles en lo futuro lo adeudado. Esta habría sido la razón principal por la cual González y Tapia no llamaron a Narea para la casi reunión.
En 1998, una casi reunión de Los Prisioneros derivó en un extraño proyecto llamado Los Dioses. Publicitado como la ansiada reunión, Miguel Tapia y Jorge González –quien recibió los mayores beneficios económicos de la banda, lo cual le permitió grabar sendas producciones y vivir en Nueva York tres años, para luego derivar en Cuba, intoxicado por las drogas (5) -, nunca terminaron de grabar el disco del casi regreso y el trío (esta vez completado por el músico Argenis Brito) se disolvió sin pena ni gloria el mismo año, cuando González se va a radicar a México por unos meses. Durante aquella gira promocional con Los Dioses, en septiembre se da un grueso incidente en Lima, con la conductora de TV Gisela Valcárcel. En su sintonizado programa de mediodía, Los Dioses se negaron a cantar como lo habían hecho en tanto años –a palabras de la conductora- “artistas de la talla de Rafael, El Puma, y nadie se ha negado a cantar”, lo que generó que los músicos se vayan entre chiflas.
Su posterior huída a México y la publicitada adicción a las drogas hizo que González entrara al anonimato por unos años, los cuales estuvo bajo el cuidado de su nueva y actual pareja, Loreto Otero (6).
“Hace tiempo que vengo tocando con una herida en el corazón”
Luego de la vuelta de Los Prisioneros en el 2001, los conflictos entre González y Narea volvieron, al punto que en setiembre del 2003, en carta abierta, Narea confirmó que había sido expulsado de la banda, lo cual generó una seria división entre sus fans. En los foros de internet, los seguidores se atrincheraron a favor de González o a favor de Narea (7).
El Domingo 21 de septiembre fue la última vez que se presentaron bajo la formación original. 80 mil personas, en el escenario de la IV Región, en La Pampilla, Santiago. Entre coros de “¡Claudio no se va, Claudio no se va!, luego de un frío show, a las 22:30 vino el verdadero espectáculo: un abrazo entre Jorge y Claudio selló el quiebre del grupo. Se esperaron algunas palabras pero no hubo. Bajo el escenario todo volvió a la frialdad, Jorge y Miguel tomaron una camioneta tipo van y Claudio otra. Cada uno por su lado. Así fue el fin de la reunión de Los Prisioneros.
Los sueños de rock
En 1979, en el primer año de media del Liceo 6 de San Miguel, Jorge González y Miguel Tapia, compañeros de carpeta, discutían sobre un disco de los Bee Gees interpretando canciones de Beatles, lo cual producía una cierta rencilla entre la exactitud de los datos de edición. Fue por eso que le consultaron a su compañero de adelante, Claudio Narea, todo porque había puesto en uno de sus cuadernos un dibujo del símbolo de Kiss, su grupo favorito. Es en esa intersección de inquietudes que se forma la amistad entre los tres.
Pero Los Prisioneros surgieron de la semilla de un grupo –no musical, más bien bajo al figura de una cofradía de pensamiento- de seis compañeros llamado Los Papafuentes, comandado por un compañero evangélico llamado Gustavo Fuentes, quien fungía de líder espiritual. De aquí se formaron dos proyectos musicales: primero, Los Pseudopillos, una suerte de grupo vocal o gospel, que en tono humorístico interpretaba melodías populares adaptadas, siempre con la constante del absurdo y la ironía como temática principal. Segundo, Los Vinchunkas, nombre sugerido por el líder espiritual Papafuentes. El 14 de agosto de 1982, Los Vinchukas dieron su primer concierto en el colegio. Luego de terminar la secundaria, disuelta la banda, el trío se volvió a juntar para formar Los Prisioneros.
Para echar a andar este proyecto, la madre de González, Ida Ríos, ofreció su cuarto de costura para instalar una sala de ensayo para la banda, cosa que quedaría marcada en la historia del grupo.
Es con la aparición de Carlos Fonseca, que Los Prisioneros dan el primer salto a la profesión musical. Él, joven como ellos, había estudiado toda su vida en el extranjero y había vuelto a Chile para administrar uno de los negocios de su padre: la disquera Fusion, con la cual forma un sello independiente y edita las primeras mil copias del caset “La voz de los Ochenta”, que causó un importante revuelo mediático.
Las primeras actuaciones se dan en el circuito intelectual, bohemio y universitario, datan de abril del 84. Pero gracias al éxito que iban alcanzando, el manager Carlos Fonseca logra un contrato discográfico con EMI en 1985, reeditando La Voz de los Ochenta y asegurando una mejor presencia del disco en las tiendas de música a nivel nacional.
Durante 1986 Los Prisioneros se convierten rápidamente en celebridad y en punta de lanza del nuevo pop chileno. Sacan a la luz el segundo material titulado “Pateando Piedras”, el cual, antes de salir al mercado, ya se habían vendido cinco mil copias. Al año siguiente, inician la gira por países de Sudamérica tocando con los mejores exponentes del rock de la época. A finales de 1987, sale al mercado el tercer álbum: “La Cultura de la Basura”, un homenaje conceptual a la radio AM. Aunque dicho disco pasó inadvertido en las emisoras, este se podría considerar como el material más experimental de Los Prisioneros.
Ya en 1988, con el mercado internacional a sus pies, la banda realiza una gira nacional que termina siendo saboteada por los problemas políticos que se vivían en Chile. Un breve receso entre los integrantes, hace que la banda grabe una serie de temas inéditos titulados bajo el nombre de Los Apestosos.
Luego de la salida de Narea en 1989, Los Prisioneros –ahora como dueto- graban su cuarto álbum, “Corazones”, el cual llegó a ser el disco más exitoso de la banda, además de alcanzar la consagración definitiva, hasta que en 1991 se da la disolución de la agrupación con una –también exitosa- gira de despedida.
Tras varios intentos fallidos de volver a la palestra del rock, los integrantes de Los Prisioneros se vieron con poca aceptación en el público a la vez que el mito de la reunión era un tema recurrente en la opinión pública chilena.
En 1996, tras una serie de acercamientos, se rumorea el regreso, que terminaron derivando en lo que líneas arriba se denominó Los Dioses, en 1998.
Fue en 2001 que gracias a las gestiones de Carlos Fonseca, se logra un acercamiento y lo que posteriormente sería el regreso oficial. Durante meses fueron preparando material antiguo con algunos arreglos para debutar -por segunda vez- en el Estadio Nacional en diciembre de 2001.
Luego de la definitiva separación de Narea, en 2003, se da fin a la magia creada en 1983, dando inicio al mito juvenil de que en un pueblo al sur de Estados Unidos, un trío adolescente, desenfadado y con sueños de gloria, logró la categoría de anti héroes, aclamados por miles, odiados por otros pares, pero encarnando la verdadera leyenda dramática que une el rock, el sexo, la pasión, los excesos, y sobre todo, una erosión cultural que deriva del espíritu rebelde la juventud (8).
NOTAS:
(1) El 24 de octubre del 91, en conferencia de prensa, González había anunciado la disolución de Los Prisioneros. A pesar de que en ese año, el entonces dúo González /Tapia –apoyados por dos músicos de apoyo- había triunfado en Viña del Mar, las relaciones con Fonseca se habían debilitado, lo que provocó la despedida (sin miembros originales) con una gira “Adiós Prisioneros”, que incluyó Lima.
(2) Véase nota periodística de El Comercio “Fuga sin condena posible”, escrita por Guido Bolaños. Lima, viernes 25 de septiembre de 1987. Pp. C8.
(3) No Necesitamos Banderas: “… Con toda honestidad / y con la mente fría / denegados de cualquier color / Se llame religión / se llame nacionalidad / no queremos representatividad / NO Necesitamos Banderas / No reconocemos fronteras / No aceptaremos tribiaciones / No escucharemos más sermones…”.
(4) Que No Destrocen Tu Vida: “…Tú y ella se aman tanto / No arriesgues más / No permitas que sus canas te arruguen tanto / Que no destrocen tu vida / No dejes que destrocen tu vida… No dejes que por nadie / tú y ella se lleguen a odiar / Que no destrocen tu vida… ”.
(5) Es bueno señalar que dentro de las numerosas biografías que se han publicado sobre la vida de los integrantes, González figura con una oscura relación con fuertes drogas. A saber de sus declaraciones, su relación con el exceso se inició a los 25 años, en 1989, utilizando LSD, éxtasis y cocaína. Al parecer, durante los últimos años, ha sido noticia de la prensa amarilla por sus constantes recaídas.
(6) Madre de tres hijos -uno de ellos con el rockero de San Miguel-, la joven de 29 años es descrita por cercanos como la encargada de velar por la seguridad del vocalista y mantenerlo alejado de las drogas.
(7) En este punto, es preciso indicar que existen en internet dos páginas que demuestran la división: losprisioneros.com (que vendría a ser la que respalda a Narea y losprisioneros.cl, que es el sitio web creado por la productora oficial.
(8) Para la realización de este texto, se recurrieron a diversas fuentes, tanto electrónicas, como bibliográficas y hemerográficas: www.losprisioneros.cl; www.losprisioneros.com; AGUAYO, Emiliano: Confesiones públicas de una estrella de rock. 2002; OSSES, Julio: Exijo ser un héroe. La historia (real) de Los Prisioneros. 2002; STOCK, Freddy: Corazones Rojos. 1998; Diario El Comercio; Chirinos Massiel, fundadora y ex presidenta del club de fans ANTI FANS, el único club peruano de fans de Los Prisioneros.