martes, abril 15, 2014

FLORCITA


Mi etapa de catedrático no duró mucho. Pero esos pocos años que me obligaron a hablarle a la gente por dinero se terminó convirtiendo en un suceso para algunos alumnos. No vieron la luz del saber, sin embargo, descubrieron la oscuridad decadente de su maestro.

Por mi aula ha pasado mucha gente famosa. Era porque la universidad que me albergó era conocida por tener ilustres alumnos universitarios, gente de farándula decían, mientras los medios le ponían el rótulo de "universidad de las vedettes".

En efecto, el primer curso que llevé vinculó el oficio de la escritura con el periodismo. Y dentro de mi selecto grupo de oyentes estuvo Mónica Cabrejos, una guapísima morena imponente en aspecto y en tono de voz. Te hacía callar con un solo "no estoy de acuerdo". Hablaba poco pero cuando soltaba la boca era imparable. Por eso le puse la nota más alta.

Durante el semestre que la tuve como alumna, ella tuvo un promocionado romance con el futbolista Chemo Ruiz, un zambo pelotero, trotón en la cancha y agilito en la discoteca. Un jugador a carta cabal y todos en clase nos dimos cuenta que la hacía renegar a Mónica. Ella salía de clases, gritaba. Mentaba la madre, le auguraba una vida de fracaso al pobre Chemo que se terminó casando con una vedette más puta que Mónica. Parece que le hizo efecto la maldición, se la juró y toda la Facultad se enteró. Luego de esa discusión que tuvo, sus compañeros le ofrecían muestras de apoyo, palmaditas, piquitos. Ella intentaba esconder su tristeza, pero le ganó el llanto por goleada. Su Chemo Ruiz se fue con Dorita, pero Mónica en cambio la vida la trató bien. Fue coprotagonista en una película, después tuvo un programa de televisión, escribió un libro y tuvo más romances fallidos. Sapos que se aprovecharon de su entrega total. De su sonrisa encantadora, engatuzadora, cogotera.

Cuando se estrenó la película, Mónica me regaló un pase doble. Me colé en el cócter y después en el privado. Esperé ver una mujer desbocada, mamona y anormal. Sin embargo, fui testigo de una galantería sutirl, una morena con un genio infernal, pero con una correa oportuna. Pelearse con ella es pecar de por vida. Por eso tuvo la mejor nota en mi curso de Literatura y Periodismo, e incluso la animé a leer Truman Capote, le presté mi libro Música para Camaleones. Y estoy seguro que en alguna palabra tecleada para su libro mi influencia ha debido estar ahí entre la yema de sus dedos.

Luego, al siguiente semestre me tocó una alumna un poco más discola. Maribel. Tenía el pelo rubio, casi blanco como una albina. Un colorete rojo intenso y un tatuaje de conejita en el hombro. Además de vedette de televisión era famosa por tener maridos delincuentes. El primero, y padre de su hija, el temible Chakira, un maldito secuestrador. Luego estuvo el Loco Germán, que se computaba extranjero y todos sabían que era un acomplejado de Caja de Agua. Entre ambos hubo una gresca en la puerta de la Facultad. Sacaron armas de guerra y se amenazaron de muerte mutuamente. Chakira le dijo al Loco Germán que lo iría a buscar a su casa, adonde iban todos los delincuentes ranqueados de Lima y degustaban la sazón de Mamá Techi, que cocinaba todas las tardes para vender cena y trago. Se convirtió en el Cordano de San Juan de Lurigancho. En el Juanito de Caja de Agua. Un lugar acogedor para todo aquel ilustre ciudadano que haya pisado la cárcel por estafa.

Maribel llevó conmigo el curso de Comportamiento del Consumidor. Junto a Maribel se sentaba Tábata, una flaca caballona que me invitó un cebiche y unas chelas el primer día de clases. Me contó que había salido en televisión internacional, en un documental sobre el sexo urbano en HBO. Era una puta A1 y buscaba licenciarse en periodismo. La tenía clara, ella no iba a parar hasta ganar mucho dinero, ser famosa. Por eso también se metió a talleres de teatro y siempre que he podido la he ayudado en su carrera. Al igual que yo la apoyé a ella y a Maribel en su formación intelectual, Tábata me dio lecciones de vida y amistad. Como por ejemplo cuando estuve fuera del país, sin un mango en el bolsillo, y no dudó en enviarme un giro vía Western Union. Desprendida y humanamente fiel, mi amiga Tábata que siempre la voy a recordar porque estuvo en mi casa cuando se murió mi abuela. Había ido para hacer un trabajo un sábado en la noche, mientras que trabajábamos en la computadora mi abuela comenzaba a agonizar. Pasada la medianoche, ya ebrios y con el trabajo de universidad abandonado totalmente, nos llamaron por la ventana para avisar que teníamos que salir, que mi abuela estaba mal y había llegado la ambulancia y el Vato había estado ladrando por horas y yo jamás salí para auxiliar a mi abuela. Y se murió.

Maribel pasó el curso el último día. Faltó la mayor parte del ciclo, pero cada vez que iba a clase se hacía imposible dejar de admirarla, celebrarle cada torpeza que hacía. Y siempre terminaba su participación dándose una vueltita mientras sus alumnos la silbaban y aplaudían. Como si estuviera grabando para el programa cómico donde trabajaba.

Ella pensaba que estaba desaprobada en mi curso. Pero ella no sabía que yo aplicaba la fórmula de las "olimpiadas de niños especiales": todos llevaban medalla. Todos ganaban. Y en este caso, todos aprobaban. Lo hacía así porque me había enterado que el asistente del director cambiaba las notas en el servidor de la universidad por cinco soles. Así que comencé a aprobar a todos, sepan o no sepan la materia, hayan estudiado o hayan plagiado el examen. Todos pasaban, los brutos, que eran casi todos, los animales y las bestias. Y también los responsables que no pasaban de uno o dos por salón. Así era la facultad donde enseñaba.

Por eso cuando Maribel se apareció en el salón buscando la gloria académica, yo no opuse resistencia. Más bien, ella se empeñó en asegurar una nota aprobatoria para que todo su público, mis alumnos, vieran que ella era capaz de dominar los hilos de la universidad con sólo mover el culito. Maribel se me acercó, me susurró al oído y me dijo que le gustaba, que le excitaba mi manera de hablar, esa forma locaza de mezclar palabras, opinión, filosofía y arrechura en medio de una clase. Hablar de política y luego bajar a las esferas de la delincuencia. Hablar de Hitler y luego hablar de Bob Marley. Y por hablar de Bob Marley me botaron. Aunque más que por Bob, fue por los porros que me fumaba a su nombre junto a mis alumnos.

Cuando Maribel me dijo que quería retribuir mi buen desempeño académico mostrándome su lado más delicado, opté por la retirada. Le puse su nota aprobatoria y le dije no gracias. A los días apareció en todos los noticieros porque había aparecido un hombre muerto en su cama. Y eso que ya era el segundo novio que mataban en su alcoba.

Mi último ciclo, antes de que me botaran de la Facultad, fue cuando uno de mis alumnos me puso una chapa: en vez de profesor Sandoval, profesor hablo mal. Juan José hablo mal Zapata. Así me jodían y me agarraron de punto todo ese semestre. Una de mis alumnas se llama Flor María de las Mercedes, y yo cada sesión le iba cambiando el nombre, le decía Flor María de los Encantos del boulevard de los amores al paso... intentaba hacerle algo de gracia, llevarme bien porque era muy famosa. Desde chica se había acostumbrado a la luz de la prensa y a los escándalos de su madre Susy Díaz. Flor era gordita, cachetona, rechonchita. Quise ser gracioso y una vez le pregunté, como examen oral, quiénes eran Los Caribeños de Guadalupe. Ella tenía novios chicheros que luego salían diciendo que eras gays y que jamás habían tenido nada con ella. Pero cuando le pregunté, no me respondió. Sonrió. Pero no dijo nada. Y así, cada vez que le preguntaba algo en clase, jamás respondía. Algún momento habré pensado que se trataba de un maniquí. Y aún así, callada, le caía bien a la gente.

Antes de que acabe el ciclo, hicimos una práctica en el salón. Los chicos estaban inquietos porque Florcita había sido grabada en un barcito cerca de la universidad. Las imágenes se habían transmitido en Magaly, y se burlaron de como la gordita chupaba su chela de litro junto con sus amigos de la universidad. Hicieron durar una  botella una hora, se burlaron. Florcita fue al baño tres veces, se burlaron. Ya medios picados, se pusieron a bailar salsa, se burlaron. Florcita enseñó un poco el seno, y se fueron burlando de ella como se burlaron por décadas de su mamá Susy Diaz, quien siempre se hizo la cojuda y en realidad nos hizo de cojudos a todos los peruanos. Se hizo congresista y luego vendió su curul. También la acusaron de puta del narco Vaticano y hasta de haberle puesto los cachos a Augusto Polo Campos, el papá de Florcita.

Todo eso se lo comenzaron a mencionar a Florcita en el salón. Le comenzaron a tirar papeles, a silbarle. Yo me hice el cojudo. Dejé que le hicieran bullying porque sentía que necesitaba un poco tocar la realidad de la gente común. Que no se sintiera como en casa, que sepa que no a todo el mundo el cae bien su carita de cojuda. Y la gente la comenzó a imitar, le silbaron, le dijeron piropos que se fueron convirtiendo en insultos de rojo calibre. Hasta que la gorda explotó y dijo ¡basta! Se paró y a un chibolo que tenía un piercing en la ceja le arrancó el arete y la sangre comenzó a salpicar como si fuera una pileta. A una compañera de carpeta le metió un cachetadón que le volteó la cara. Era una chibola pendejeta que le gustaba meter chongo en clase, pero ahora le tocó cobrar. Luego, Florcita comenzó a gritar que la dejaran en paz, se fue poniendo cada vez más nerviosa hasta que terminó desmayada.

Tuvimos que llamar al coordinador y luego a una ambulancia. A Florcita se la llevaron en camilla, pero también con camisa de fuerza. Vino su vieja, gritó un poco a las afueras y trajo cámaras y cuando salí, al terminar mi jornada, me allanaron unos reporteros y me preguntaron si yo era el profesor de Flor. Yo dije que sí y al día siguiente apareció mi cara en todos los periódicos chicha. El más chicha de todos puso "Carmín y su profesor Tovar" y publicaron que Florcita se había enamorado de su profesor de universidad. Incluso especularon que el desmayo que había sufrido era producto de un posible embarazo.

Aún así, como había asistido a la mayor parte del ciclo, le puse su buena nota. No jalé a nadie, incluso Florcita pasó, a pesar de que en las demás materias fue desaprobada. Yo la aprobé y puse el pecho en su peor momento. Pero ella no lo supo valorar. Nunca más volvió a la universidad. Se cambió a un instituto y luego se casó con un fulano que comenzó a vivir de ella. De cantante devino en caficho. A mi no me volvieron a llamar para enseñar. Ya había mostrado suficiente de mí.