Yo viajo en micro porque me da la gana. No importa que me tomen por imbecil, pero jamás he gozado estar en el volante. Menos, aguantar el tráfico, y peor aún, los accidentes de tránsito. Por eso, hace ya varios años que vendí mi auto y decidí estar más cerca de mi realidad.
Iba por la Javier Prado, sentado con el culo sudando cuando la combi impactó con el auto de adelante. El chofer, que tenía el volumen de su radio a full escuchando reggaeton, increpó a su cobrador de no avisarle que había que parar. El cobrador le respondió en tono desafiante que su misión es cobrar. Y en medio de su crisis apareció el dueño del carro chocado. Era un pituquito flaco con la nariz respingada y hacía cara de asco por cualquier cosa a su alrededor. Se acercó a la ventana del piloto y comenzó con el rosario de insultos: que si uno está ciego, que si uno no sabe ver la luz roja, que si uno no sabe manejar para qué se mete, que la suciedad en las calles, que los cholos de mierda. Que la policía. Y la policía ni estaba cerca, así que el conductor de la combi, entre los insultos y el desprecio de ser un serrano ignorante que le fallan los reflejos, se comenzó a dar cuenta que bien podría poner primera y escapar del lugar de los hechos. Entonces, mientras el agraviado seguía reclamándole que sus uñas se habían ensuciado por culpa de los cholos, y el cobrador de la combi le ofrecía por lo bajo diez soles de indenmización, el chofer volteó hacia el público que lo acompañaba y gritó: ¡Llevan! Y arrancó. Y como el agraviado pituquito seguía llorando por su uña rota, entre su impotencia, se lanzó dentro del auto por la ventana del conductor. Mientras que la combi avanzaba y tomaba vuelo, el pituquito agraviado quedó con las piernas colgando, flameándose como tomando forma de superman en pleno vuelo. A media cuadra cayó seco y siguió gritando por su uña rota.
La combi se fue alejando por la Javier Prado y la figura del pituco caído en el asfalto se fue achicando, como el cierre de un telón, y la combi siguió su ruta sin problema alguno. El cobrador le reclamó a su conductor la falta de responsabilidad que lo albergaba pero el público pasajero lo terminó callando con chiflidos y señales de cansancio y exasperación. Entonces no hubo otra que seguir cobrando el pasaje.
Antes de llegar a una luz roja, las señoras más adultas que viajaban en la combi avisaron con susto: ¡Ahí viene el loco! ¡Ahí viene el loco!
El auto agraviado venía detrás a toda velocidad, zigzageando atolondrado y hábido de justicia. Al llegar donde la combi, salió raudo de su vehículo, su polo lucía ensangrentado y el brazo izquierdo le colgaba en tres pedazos. Sus lentes oscuros se habían rajado y su pelo engominado era -ahora- una mata de cabello sucio y grasoso que dejaba especular en una severa calvicie.
El conductor, ni cojudo que fuera, cerró su ventana y espero sentado su sentencia. Pero cuando el pituquito quiso lanzar un puñete, el brazo no le respondió y el golpe solo manchó un poco la ventana con sangre.
En medio del tráfico vehicular, una tomba estaba dirigiendo el tránsito hasta que se dio cuenta que había un tumulto a medio metro de la avenida que ella ordenadamente mantenía caótica. Se acercó, vio al pituquito con su pelo sucio, el brazo roto, las uñas descuidadas y el auto chocado por detrás, y le pidió a la combi que se estacionara a un lado. La gente comenzó a abuchear la medida disciplinaria.
Mientras llegaban más efectivos policiales, el chofer y su cobrador insistieron que fue el pituquito quien metió el vehículo por su camino, que eran inocentes de todo y que tenían que seguir la ruta porque había público que tenía que volver a su casa. La gente apoyó este argumento con palmas solidarias, pero la tomba seguía llenando las papeletas de rigor: Choque, fuga, agresión, falta de respeto e imprudencia cívica. Antes de firmar el acta, la tomba se dio cuenta también que la combi no tenía permiso para circular, que el conductor tenía un brevete caduco y que el cobrador no había repartido boleto.
La tomba sacó la cuenta total de los daños y le ofreció al conductor un precio de ocasión para poder seguir cumpliendo con los pasajeros. El boletero, en su desesperación por solucionar el percance, juntó parte del dinero. Y como faltaba algunos soles para completar la oferta, volvió al pasillo pidiendo ayuda a los viajeros. Cuando completó el monto, la tomba esperó a que llegue la ambulancia para el pituquito y se lo lleven a emergencia. Entonces, apenas pusieron al agredido en la camilla, la tomba abrió su bolsillo y pidió que le chorreen el dinero. Volvió a su puesto de semáforo humano y la combi siguió su ruta entre aplausos de la gente que por unos cuantos minutos se sintieron satisfechos por la democracia que lograron.
Cuando cambiaron de turno en el cruce, la nueva tomba se percató que había un vehículo estacionado en medio de la pista, en la puerta había unas cuantas gotas de sangre y en el parachoques un ligero rasguño. Apenas hizo la inspección oficial, tomó su libreta de papeletas y le dejó entre las plumillas una infracción por negligencia vial, y siguió dirigiendo el tránsito caóticamente.
martes, febrero 28, 2006
viernes, febrero 17, 2006
TANTAS VECES LLOSA
Pedro Llosa Vélez tiene una docena de premios como escritor. Su más reciente libro "Protocolo Rorschach" ha recibido la venia de los peruanos más prestigiosos.
Economista egresado de la U. del Pacífico, luego estudió una Maestría en Literatura Latinoamericana en San Marcos. Este escritor limeño nacido en 1975, desde hace varios años tiene presencia constante en todos los concursos literarios locales. Entre los más importantes destacan una mención en el Concurso de Dramaturgia del Teatro Nacional 2001, el premio Dedo Crítico por su libro “Viento en Proa” (en 2002 fue publicado), finalista en el Premio Nacional PUCP y tres destacadas presencias en el prestigioso Copé de Cuento.
La vida de Pedro Llosa transcurre entre los salones de un colegio y su estudio privado, donde trabaja su escritura con vocación de artesano. Ha publicado artículos en varios medios de prensa y ha participado en antologías publicadas en el extranjero. Para la presentación de su último libro “Protocolo Rorschach” (PUCP, 2005), además de la singular presencia de inquietas jovencitas, Pedro tuvo entre sus invitados a gente de primer nivel como Mario Vargas Llosa, Oswaldo Reynoso y Yolanda Westphalen.
Percy Encinas, Oswaldo, Yolanda, Pedro y Mario
¿Qué sensación te deja la presencia de los pilares de la literatura contemporánea peruana en la presentación de tu libro?
Satisfacción, sin duda. Sin embargo, al igual que las palabras de Luis Jaime en el libro, lo tomo como una simple voz de aliento para hacer lo que todavía no he hecho. Creo que la presencia de ambos es, antes que cualquier celebración por mis libros, un valioso gesto de solidaridad por haber priorizado la literatura en mi vida.
¿Cuál es el motor de tu creación literaria?
Son muchos, algunos más fuertes que otros. El primero es el placer del ejercicio mismo de la escritura. Y ahí hay muchas cosas en juego. Cuando todo lo que no es leer o escribir te pone de mal humor, es porque esa actividad concentra demasiado. Está el vicio del lenguaje, en donde disfrutas de una buena frase como el mejor manjar, está la hipnosis por la historia que quieres contar.
Finalmente, ¿qué opinas de la escena actual en lima? ¿Tienes alguna opinión respecto del debate literario entre “criollos” y “andinos”?
Creo que ha sido un año positivo para la literatura peruana. Hay un gran flujo editorial. Respecto al debate que inició Miguel Gutiérrez, me quedó una gran conclusión: el reclamo inicial es legítimo y real, aunque la discusión se llevó para otro lado. El tema no es quien escribe mal o bien; sino que hay medios de prensa excluyentes y panacales. Lo que ha faltado en el debate es un mea culpa de este lado y no una defensa basada en llamar envidiosos al resto. Incluso, dentro de este grupo, que supuestamente maneja los medios, hay quienes sí son democráticos y tratan de leerlo y comentarlo todo, y otros quienes creen que el mundo es un ayllu, en donde cualquier ajeno va a venir a achicarles la torta.
PUBLICADO EN LA REVISTA URBNAIA 21, febrero 2006. Perú.
Economista egresado de la U. del Pacífico, luego estudió una Maestría en Literatura Latinoamericana en San Marcos. Este escritor limeño nacido en 1975, desde hace varios años tiene presencia constante en todos los concursos literarios locales. Entre los más importantes destacan una mención en el Concurso de Dramaturgia del Teatro Nacional 2001, el premio Dedo Crítico por su libro “Viento en Proa” (en 2002 fue publicado), finalista en el Premio Nacional PUCP y tres destacadas presencias en el prestigioso Copé de Cuento.
La vida de Pedro Llosa transcurre entre los salones de un colegio y su estudio privado, donde trabaja su escritura con vocación de artesano. Ha publicado artículos en varios medios de prensa y ha participado en antologías publicadas en el extranjero. Para la presentación de su último libro “Protocolo Rorschach” (PUCP, 2005), además de la singular presencia de inquietas jovencitas, Pedro tuvo entre sus invitados a gente de primer nivel como Mario Vargas Llosa, Oswaldo Reynoso y Yolanda Westphalen.
Percy Encinas, Oswaldo, Yolanda, Pedro y Mario
¿Qué sensación te deja la presencia de los pilares de la literatura contemporánea peruana en la presentación de tu libro?
Satisfacción, sin duda. Sin embargo, al igual que las palabras de Luis Jaime en el libro, lo tomo como una simple voz de aliento para hacer lo que todavía no he hecho. Creo que la presencia de ambos es, antes que cualquier celebración por mis libros, un valioso gesto de solidaridad por haber priorizado la literatura en mi vida.
¿Cuál es el motor de tu creación literaria?
Son muchos, algunos más fuertes que otros. El primero es el placer del ejercicio mismo de la escritura. Y ahí hay muchas cosas en juego. Cuando todo lo que no es leer o escribir te pone de mal humor, es porque esa actividad concentra demasiado. Está el vicio del lenguaje, en donde disfrutas de una buena frase como el mejor manjar, está la hipnosis por la historia que quieres contar.
Finalmente, ¿qué opinas de la escena actual en lima? ¿Tienes alguna opinión respecto del debate literario entre “criollos” y “andinos”?
Creo que ha sido un año positivo para la literatura peruana. Hay un gran flujo editorial. Respecto al debate que inició Miguel Gutiérrez, me quedó una gran conclusión: el reclamo inicial es legítimo y real, aunque la discusión se llevó para otro lado. El tema no es quien escribe mal o bien; sino que hay medios de prensa excluyentes y panacales. Lo que ha faltado en el debate es un mea culpa de este lado y no una defensa basada en llamar envidiosos al resto. Incluso, dentro de este grupo, que supuestamente maneja los medios, hay quienes sí son democráticos y tratan de leerlo y comentarlo todo, y otros quienes creen que el mundo es un ayllu, en donde cualquier ajeno va a venir a achicarles la torta.
PUBLICADO EN LA REVISTA URBNAIA 21, febrero 2006. Perú.
martes, febrero 14, 2006
martes, febrero 07, 2006
EL DEBUT DE LOS VIEJITOS DE BARRÓN
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