domingo, febrero 24, 2013
CUPIDO EN SU LABERINTO
este cuento aparecera esta semana en una antologia sobre el amor / fue muy complicado que yo apareciera con un contenido de esa tematica / quizas estemos hablando de una incursion aislada / que jamas volvera a pasar en mi trabajo / . / . pido perdon por ello...
¿Quieres estar conmigo?
Esa era la frase que siempre tenías que decir para ver si una niña te daba un beso. Yo tenía once o doce, aún no entraba a la secundaria y no sabía cómo se manejaba el tema del amor.
Yo había vivido toda una infancia llena de violencia, de tabaco y resaca gracias a mi papá, y una vida esquizofrénica y reprimida gracias a mi mamá. Mi hermano Carlos se fue a los 12 años a Holanda a vivir con una tía. Cuando volvió, luego de cinco años, vimos que mi hermano ya no era el mismo, no hablaba español y todo lo miraba con cara de asco. Era otro. Pero ya salía solo a la calle y tenía una vida adulta. Entonces él me llevó a mi primera fiesta. Igual que él fue quien me compró mi primera guitarra eléctrica. Y también me pagó un pasaje a Estados Unidos para que me vaya a trabajar de ilegal. Ha sido un gran hermano para mí y él fue quien me llevó a mi primera fiesta. Que duró hasta las once de la noche.
Cuando llegué ya todos bailaban. Pero en medio de la fiesta me di cuenta de algo: había chicas que faltaban a las normas de lo que yo creía que era lo decente: se besaban con lengua.
Bailaban baladas, pegaditos. Entonces me acerqué donde un amigo y le dije que cómo se hacía, que yo también quería besar a alguien.
Me dijo que la clave estaba en preguntarle directamente eso: ¿quieres estar conmigo?, entonces me acerqué donde una chica que era más alta que yo, y era bonita. Y le pregunté mientras bailaba una pieza de los Hombres G. me dijo que no y se dio la vuelta. Me dejó bailando solo.
Entonces busqué a una segunda chica, la saqué a bailar, y le volví a preguntar lo mismo: ¿quieres estar conmigo?
También dijo que no. Pero al menos dijo no gracias.
Entonces emprendí una más. Y la tercera también me dijo que no.
Después de ella ya no quise volver a bailar más.
Entonces comencé a mandar a un amigo, como emisario. Él iba y le preguntaba a la chica que yo le iba diciendo. Y él iba trayendo más “no” como respuesta.
Dile si quiera a Susana. Susana dice que no. Dile entonces a Julia. Julia dice que no sabe quién eres. Entonces dile a Fernanda. Ella no quiere nada con nadie, dice que es lesbiana.
Así pasaron las canciones, más baladas. La gente estaba emparejada y había un pequeño grupo que no teníamos pareja. No me gustaba estar entre ellos.
Entonces me lancé a una chica más, que según mi amigo era la más fácil del colegio. Pero ella mandó a decir que sí le gustaba un poquito, pero ya estaba con otro chico, que por cierto aún no llegaba a la fiesta y aprovechaba el momento para besarse con mi amigo.
Entonces, como mi amigo ya estaba ocupado en ella, yo me quedé solo en la fiesta. Y lo único que quería era que mi hermano me recoja y volver a mi casa y no salir nunca más de ahí y no volver a ir a fiestas donde había que bailar y recibir tantas negativas como respuesta.
Mi hermano demoró dos horas más de lo que habíamos quedado. Estaba asustado, casi llorando. Mi amigo ya se había ido y muchas de las chicas que me habían rechazado se burlaban de mi cara de susto por no ver a mi hermano ahí.
Antes de que llegara, Cecilia, una chica que conocía desde el inicial, me dijo que sí, pero que ya le había dicho que sí a Javier, pero que en realidad ella quería estar conmigo.
Yo me sentí un poco más aliviado y le pedí un beso. Ella me llevó por una cortina y me dio un pequeño beso en el cachete y me dijo que íbamos a ser enamorados a partir del lunes.
Yo le dije que el lunes no me serviría de nada ser su enamorado, que quería serlo ese mismo momento. Javier ya había llegado y estaba desesperado y quería llevársela a un ambiente donde ya todas las parejas se besaban descaradamente.
Cecilia se fue y me quedé solo. Llegó mi hermano caminando, lo vi desde la esquina, estaba fumando un cigarrillo. Llegó y les preguntó a algunos amigos que quedaban que qué tal había sido el tono, ellos dijeron que yo ya tenía novia y que el lunes se formalizaba todo.
Mi hermano se quedó contento y orgulloso de lo que escuchó. Me dio una palmada en la espalda y me dijo que así se hacía, que cuando sea mayor sería un galán.
Yo me sentía tan confundido y triste que le terminé pidiendo que me enseñara a fumar. No quiso. No le quise contar nada de lo que había vivido, de tanto rechazo que recibí ese día. De ahí ya no quise volver a hacer esa pregunta en mi vida.
Y juré no volver a las fiestas. Y cada fiesta que volví fue una tortura peor. Y Cecilia fue mi primera enamorada años después, y siempre nos besamos cuando hubo fiestas de colegio y siempre había que emparejarse, y ella, que siempre andaba sola, como yo, se juntaba conmigo y uníamos nuestras soledades.