(Testimonio de Jaime Soto Mendoza, hijo de Caitro Soto).
“De los setenta entrando a los ochenta, mi papá tocaba en grandes grupos y no nos dejaba solo, iba a tocar a un sitio e iba con mi mamá, mi hermana y yo. Siempre hemos vivido en Los Sauces, Surquillo. Había una peña y los guardianes del local ya sabían que cuando teníamos sueño, nos subían al carro, porque mi papá toda su vida ha tenido carro, y nos cuidaban mientras mi papá tocaba”.
Cuenta Jaime Soto Mendoza, de 45 años, surquillano del
barrio de Los Sauces. Hijo de Carlos Soto de la Colina, conocido mundialmente
como Caitro Soto. Cajonero mayor, fundador de Perú Negro, cantante, compositor
y cultor de la negritud peruana.
Su relato se basa en diversos temas que van desde su vínculo
con el barrio, sus relaciones con gente importante como Víctor Raúl Haya de la
Torre o Chabuca Granda, empresarios o vecinos que tuvieron la dicha de conocerlo
y descubrir un ser humano maravilloso.
“Yo a Chabuca Grande la he conocido desde mucho antes de que
mi papá tocara con ella. Mi papá era el cajonero oficial de Chabuca Granda.
Había un tipo de conexión tanto de familiar como de musical. Porque ella tenía
problemas de audición, por eso cuando se escuchan las canciones de Chabuca,
Caitro comenzaba con los ‘¡toma!’, ‘¡eso!’, ‘¡sí, señor!’, era para que encaje
en el ritmo y entre a cantar. Por eso Chabuca llevaba a Caitro a todas partes”.
Chabuca encontró con esos guapeos la forma de entrar en el
ritmo y no perderse, rodeado de uno de los marcos musicales más importantes de
la música peruana, conformada por Eusebio Sirio ‘Pititi’, Caitro Soto y Álvaro
Lagos en la guitarra, hicieron inmortal a Chabuca Granda.
Chabuca antes tenía como guitarrista al maestro Félix
Casaverde, pero descubrieron a Álvaro Lagos, un chico joven que apenas llegaba
a los 18 años y se hizo guitarrista principal de Chabuca. Y contaban con una
bailarina de apellido Zegarra. Estaban
en un furor artístico, tanto en Perú Negro, como con Chabuca.
Lucho González, Chabuca Granda y Caitro Soto. |
Para ese entonces, la década de los setenta, aparecieron
muchos grupos, “Caitro salía a tocar con mi tío Ronaldo, mi tío Enrique, mi tío
‘colorao’ que también vivía en Los Sauces, Surquillo, eran Los Hermanos Soto,
que salían de la agrupación Pancho Fierro”.
“Entre las familias afrodescendientes se dio un auge tanto a
nivel nacional como internacional, Perú Negro fue el principal grupo. Había
grupos como el de Nicomedes Santa Cruz, había muchas obras de antaño, como Limeñísima,
estampas de cultura afroperuana, por un lado estaban Los Santa Cruz, con su
investigación y su poesía, por otro lado estaba Los Hermanos Soto, que
provenían de la agrupación Pancho Fierro, que luego sirvió de embrión para Perú
Negro”.
Pero también la obra de Caitro como solita es fundamental en
el cancionero popular. Canto a Cañete, por ejemplo, y también colaboraciones
que trascienden la escena musical, como la canción ‘Charango Guerrillero’, un
bolero producido con el poeta César Calvo.
Caitro cantaba muchos géneros del folclore peruano, como las
marineras, sin embargo, Jaime Soto, su hijo, advierte que su padre no era el
gran cantante de marineras. “no era ‘el cantante’. La marinera tiene muchas
reglas, entonces el que se mete a cantar marineras es porque tienes que ser
bravo. Es un duelo que se hace entre dos personas. Tú escuchas y ves una
marinera y hay una pareja que rinden tributo a la coquetería. Pero cuando se
canta, es un reto y te puedes pasar días hasta que uno pierde. Y la tradición
es muy estricta por cuanto se proponía en estos retos la nota musical a
utilizarse. Si tú comienzas, yo te contesto, tú terminas, yo contesto, tú
contestas, yo termino. Y así, hasta que uno de los dos se quede sin poder
responder. Y en la fuga, obviamente se dicen de todo. Yo una época andaba con
Pepe Vásquez, que cantaba marineras. Y el ‘gordo’ ha sido de los que siempre te
preguntaba: ‘¿tú tocas?’, sí, ‘ya, toca’. ‘Tú, ¿cantas? Muéstrame’. Entonces si
se encontraba con alguien que cantaba marinera se agarraba a duelo. Muchas
veces en la Peña Don Porfirio, o en reuniones de familia. Porque tú sabes que
siempre en las reuniones familiares llegan músicos, cantantes. Eran fiestas de
familia y de repente se agarraban ahí a duelo”.
“En mi casa toda la vida hubo jarana, siempre mi papá
celebró su cumpleaños por todo lo alto. Mi santo es el 21 de octubre, y el de
mi papá el 23 de octubre. Entonces, comenzaba mi serenata el 20, el 21 mi
cumpleaños, 22 serenata de Caitro, 23 su cumpleaños y terminábamos el 24 de
octubre. Prácticamente era una semana de juerga”.
“Siempre le hacíamos una serenata a Caitro y al día
siguiente venían los familiares, un año se nos ocurrió hacerle una gran
serenata, teníamos unos amigos japoneses, le pedimos que se lo lleven a Caitro
a dar vueltas, y trajimos grupos de Cañete, tuvimos que cerrar el parqueo del
vecindario porque la gente no entraba en la casa. Debe haber sido año 86 u 87”.
Cada año, cuando la gente comenzaba a preguntar sobre los
planes de la serenata a Caitro, hubo un momento en que se hizo inmanejable
dentro de la casa, entonces tuvieron que tomar la calle.
“Inclusive, tenía un tío, Vicentico Valdez, que se
desaparecía todo el año, solamente llegaba o el 22 o el 23 de octubre. Llegaba,
le cantaba a Caitro su serenata, de ahí se iba el 24 y ya no lo volvíamos a ver
hasta el siguiente año”.
Durante esa semana, se bebía de todo, cerveza, pisco, ron.
“Mi mamá tradicionalmente hacía frejoles con seco. Esa vez,
mi mamá preparó más de 11 kilos de frejoles y no quedó nada, solo para una
noche. Eran fiestas de corrido, las fiestas en mi casa, llegaba Gonzalo
Iwazaki, Mariano Querol, Zambo Cavero, Félix Casaverde, Coco Linares, la gente
de Perú Negro, la tía Lucila. Se armaba la jarana. Incluso un famoso
presentador de noticias se pasaba toda la noche en la casa, cuando daban las 6
de la mañana decía ‘ya regreso’, se iba a trabajar en un canal de televisión y
regresaba. Obviamente se cuidaba, pero iba, daba las noticias y regresaba.
Había otra gente que decía ‘ya regreso, voy a dejar a mi hijo al colegio’, se
iban y regresaban a la casa. Era algo grandioso, había música, buena comida,
buen ambiente. En mi casa nunca hubo distinción a nadie. Así como podías ser
millonario, hasta la persona más pobre, a todos se le trataba por igual, es
algo que mucha gente apreciaba de nuestra familia”.
Nunca hubo problemas con los vecinos porque ellos también querían
participar de la jarana.
“Todo el mundo tenía una anécdota con Caitro. Hay gente que
ni paraba con mi papá, pero tenían una anécdota con él. Era un tipo bohemio que
si alguien tenía un problema en la calle, salía al frente. Si veía en la calle
alguien con la llanta baja, paraba a ayudar”.
“Ahora último, he vuelto a ver a una niña, Rosmy, que la
conozco desde que tenía 3 años. Mi papá le curaba el susto, le pasaba el huevo
(Caitro pasaba huevo, te arreglaba los huesos, era multifacético)”.
Si bien Caitro dejaba que sus hijos ‘cachueleen’ en la
música, nunca fue su voluntad que sus hijos se involucren en el ambiente
musical.
“Caitro ha taxeado, ha sido mil oficios. Él en su juventud
ha sido faquir, ha ayudado a construir el Estadio Nacional. Aprendió a manejar
en camión, también ha sido estibador, ha cargado en el Callao”.
La voluntad de Caitro Soto era que sus hijos vieran el tema
musical como un hobby.
“En la época en que mi papá ha estado vinculado a la música,
no estaba tan valorizada como ahora, antiguamente de la música no podías vivir,
entonces tenía otros trabajos, ha trabajado en el Ministerio de Pesquería, en
Sedapal trabajaba manejando un camión cisterna llevando agua a Villa El
Salvador, adonde le pusieron ‘San Martincito’. Porque en ese entonces, tú
llenabas tu tanque, y el agua que sobraba había que devolverla a Sedapal, pero
Caitro no permitía eso, y a las familias que ni siquiera tenían dónde recibir
el agua, él mismo compraba baldes para que la gente se quede con el agua y el
camión regrese vacío”.
Por eso es que en Villa El Salavdor Caitro Soto tuvo el
apelativo de ‘San Martincito’.
“Él se jubiló, pero tuvo muchas chambas. También fue chofer
personal del dueño de la operación de la marca Volvo en Perú, Rosales Wiese,
quien murió asesinado. Teníamos mucho vínculo con el señor, porque hubo una
época que criábamos gallos de pelea, de navaja. El señor Rosales tenía cerca de
mil gallos. Nosotros llevábamos nuestros gallos y los topábamos con nuestros
gallos, en su galpón en Los Frutales. Compartíamos con él, eran buenos amigos. Antes
de ser asesinado, fue secuestrado e incluso Caitro Soto fue a pagar el rescate”.
Uno de los grandes problemas
que padeció Caitro Soto fue la distancia por las giras artísticas. “Cuando trabajaba
con Perú Negro, y le salían giras de un mes y de repente se desaparecían medio
año, en el camino por Europa aparecían otros shows. Caitro sufría mucho con las
giras, ha sido muy sobreprotector, tanto con la familia como con la gente que
lo rodeaba. Era de las personas que salíamos un grupo, y decía ya, este es el
grupo y nadie podía venir, porque verlo a Caitro molesto era ver al diablo. Tenía
mucho carácter. Caitro era de las personas que no necesitaba un fósforo para
encenderse”.
“Caitro era persona así como
tú lo veías de carácter, fuerte, tenía 54 de brazo. Su brazo era una pierna. Pero
así como era de imponente, era demasiado noble. Tú le decías algo y se derretía
como chocolate. Siempre andaba risueño, donde te encontraba, te llevaba, te
invitaba un cebiche. Siempre estaba dispuesto a ayudar a sus amigos. Si tú
preguntas en el barrio, a las personas de su edad. Todos te van a contar una
anécdota. Te veía en problemas, de lo que sea, si te conocía, se metía. Si te
querían asaltar él bajaba. Estabas mal, te cargaba. Cualquier cosa donde él
podía ayudar. Ayudaba”.
Caitro ya no salía en sus
últimos años, el problema con la diabetes, si no llevas buen control del
alimento, la enfermedad te mata. Y Caitro era dulcero. No te imaginas cuántas
veces nos hemos trompeado por el frejol colado. Porque mi mamá preparaba una
olla de frejol colado. Entonces a cada uno le daba su tarro y escondía. Nos
comíamos el tarro de mi hermana, de mi mamá, de lo que quedaba en la olla,
todo. Y ya después recién sacábamos nuestro tarro propio, y en la madrugada yo
sabía por dónde guardaba su taper. Yo me levantaba en la madrugada y me comía
su tarro, y a veces él también salía y se comía los míos”.
Y cuando a él le da la
diabetes, igual pecaba demasiado. A mi papá cuando nosotros nos dimos cuenta
que tenía la diabetes, sabíamos que estaba enfermo pero no sabíamos de qué.
Cuando lo llevamos al hospital tenía como 700 de glucosa. Estaba a punto de un
coma diabético. Le bajaron el azúcar. Cuando estaba joven fumaba, pero dejó de
fumar. Pero sus frejoles no se lo podías cambiar”.
Caitro trabajó toda su vida.
“Desde pequeño, venía
trayendo carne de Cañete, él sabía venirse desde Cañete y llegaba hasta La
Victoria, dejaba la mercadería. O Barrios Altos, y se regresaba a Cañete
manejando. Entonces, exactamente saber a qué edad llegó, siempre supo venir a
Lima”.
La mamá de Caitro Soto,
Benedicta de la Colina, objeto de estudio para la creación de Perú Negro, fue
además una lideresa sindical, pues logró que se establezcan las ocho horas
laborales en Cañete. Fue en ese contexto que Victor Raúl Haya de la Torre llegó
a Cañete. “Caitro conoció a Victor Raul, porque le dio una propina en Cañete.
Él pasaba, se cruzaron, se conocieron. Hay una foto con VRHDLT pero ya con
Caitro consagrado. Se reencontraron, tuvo una buena amistad”.
Caitro Soto fue alguien muy querido
por mucha gente de estatus altos y bajos.
“Cuando Chabuca conoció a
Caitro quedó encantada. Y el día que Chabuca invita a Caitro a su casa, la
empleada no le dejó entrar, y le dijo que pasara por la puerta de servicio. Y
la sirvienta le fue a decir a Chabuca, que había un señor moreno a buscarla. Él
no es un señor moreno, él es negro y es mi hijo. Hágalo pasar”.
“Caitro ya trabajaba con
Chabuca, más que de musical, ha sido un vínculo familiar, por eso Caitro
siempre le dijo madre a Chabuca, y ella hijo. Y nosotros siempre le dijimos
abuela, cuando sus nietas le decían tata. Para que veas cómo Caitro tenía ese ángel
para caer en gracia con las personas. Tuvo la virtud de formar lazos muy
fuertes. Tanto así que me cruzo con gente y ‘Jaimito’, aunque estoy viejo, ‘la
Anita’. Y han pasado años pero siempre te das cuenta que te saludan con el
mismo cariño”.
Caitro era una de las
personas que obligaba a saludar a sus
hijos, “saluda a tu tío, decía siempre. Aunque nunca sabía por dónde
eran familia, igual exigía un cariño de familia. Saluda a tu tío. Tu prima. Tu
familia”.
Una época el poeta César
Calvo trabajó con Perú Negro, yo lo he visto a Cesar Calvo en las
presentaciones, en los ensayos. No tengo una imagen muy clara, pero el
espectáculo que hacía Perú negro, fue como algo revolucionario, porque entre
danza y danza hablaba Cesar Calvo, y daba una reseña, como una historia.
Entonces hablaba del torito pinto, decía que en la época de los españoles, y el
toro bravo llegó al pueblo. Y salía la danza. Terminaba la danza y volvía a hablar,
y el toro, y al último decía: ¡¡¡y el toro bravo se fue!!!”.