El papá de Roberto me llamó un domingo y se quebró dos veces / lo había mencionado en el libro / me dijo que era una persona especial / que agradecía tanto mis palabras / y se volvía a poner a llorar / me llena tanto que desbordo de emoción en mí y entonces debo recurrir a la oscuridad para esconderme / para tratar de liberarme de toda esa locura agresiva que me sacude cuando me dicen que hago cosas geniales / que soy una leyenda / que soy un artista de culto / que soy un referente / me apago totalmente, siento que la camiseta me queda grande / . /
Me llama mi prima Carla y me cuenta que semanas antes de morir, a mi primo Foño (Toño) lo único que lo hacía sonreir era escuchar mi voz a través de unas entrevistas que mi prima le descargaba y le mostraba / es tu primo Juan, el escritor / pero para mi primo Foño yo no era solo un escritor, era su primo de la infancia, su pata que lo vio en el centro comercial Arenales, que lo encontraba en movidas de anime, de manga, de comic / Entonces sonreía Foño tratando de olvidar el dolor del cáncer al cerebro que se lo estaba comiendo vivo / fueron sus últimos momentos de relajo, escuchar a su primo artista las tonteras graciosas que decía durante sus entrevistas / . /
Cada capítulo de mi libro El emprendedor de las mil caras tiene un personaje a quien ataco, y lo vuelvo vulnerable. A veces les gusta, muchas veces no. Pero me respetan la decisión de ponerles el reflector. Luego no me hablan, me olvidan. Intentan seguir la vida sin que yo existiera. Lo siento así, lo siento, pero así es el fútbol. Se gana se pierde o se empata. Yo no empato, o gano o pierdo. Y cuando pierdes, y pierdes y sigues perdiendo, cuando ganas, ese momento se vuelve único. Es lo que he aprendido en estos años de tropiezos y alegrías. Me quedo con las lágrimas y mis graffitis.
Ahora que tengo a mi madre enferma y de pronto me he vuelto un experto en geriatría, en enfermería e incluso técnico en asistencia médica, cada vez que a mi mamá le pinchan el brazo, le clavan la mano o le revientan las pocas venas sanas que tienen, cada vez que siento pena por ella me acuerdo de mi abuela Chabela. Tan vapuleada, tan discriminada por nosotros mismos. Y justo fue que me llamó mi primo Toto a contarme que había leído mi libro y me agradecía a rabiar lo que había escrito, que lo había llevado a momentos tan intensos que le daban ganas de llorar / sobre todo lo que había escrito de nuestra abuela Chabela, porque era charapa y no solo charapa sino la primera charapa en Lima. Por eso antes de morir recibió un premio como madre precursora de la cultura loretana en Lima. En la película de Chema Salcedo "Amazónico Soy", el cantante autor de la plañidera menciona que el primer vínculo de la selva en Lima fue por la Bodeguita Loretana. La tienda de mi abuela Chabela, en sociedad con mi tía Mirza y la mamá Tanita que terminó suicidándose en Parinacochas. Todo eso carga mi abuela, y cuando Toto me llamó, me contó que su hija también había leído el libro y llorando se disculpaba con él por haber tratado a mi tía Lupe (su abuela, nuestra tía, hija de mi grama Chabela, hermana de Carlos y Fernando), porque era como era. Y era como era mi grama Chabela. Colorida, bullanguera, alegre. Pero culta porque a los 12 años a mi abuela, que ya la choteaban de lugares por su comida, dijo algo que nunca olvidé: gente de mierda que no sabe de cultura culinaria. Todo porque no querían aceptar su tacacho con cecina, su juane, sus inguiris. Todo se lo rechazaban con vergüenza y hoy gracias al grupo Bareto todos se creen selváticos.
La cantante que me hace recordar a mi abuela y a mi mamá se llama Totó La Momposina. Y tiene una canción que se llama Adiós Fulana que clama un cántico que me hace llorar. Cada vez que paso un momento duro y triste, esa tonada de la Momposina me quiebra. Necesito oírla para darme fuerza que la muerte aún está lejos. Que debemos cantar, bailar y tratar de aparentar, aunque sea enemigo de las malditas apariencias, de que todo va a estar bien.
La hija de Toto le dijo que vivía con una carga grande por haber despreciado a su abuelita Lupe. Mi tía era extravagante para vestirse, exageraba en colores y pieles cuando se trataba de ir a alguna ocasión especial, fue a mis presentaciones de poesía, de mis libros y siempre haciéndose notar. Eso le molestaba a mi sobrina Jose, la hija de Toto. Y siempbre vivió con esa verguenza, así como la viví yo cuando andaba con mi abuela Chabela y me arochaban sus colores, sus olores, su forma de hablar, su forma de expresarse. Tanto al punto de odiarla y negarla.
Pero uno aprende con los golpes de la vida. Esos son los fracasos que uno asume en el camino para querer tener éxito. Y qué si lo que hago es escribir y escribir es morir con palabras !?