Ayer jugó Alianza y ganó en Matute con su gente. Pero en el camino, por la avenida Cuba, tres barristas blanquiazules fueron asesinados a balazos. Al parecer, las tres víctimas mortales carecían de antecedentes policiales por los cuales se le pueda atribuir un ajuste de cuentas. Lo cual no significa que dentro de este volúmen de fanáticos albergan delincuentes de todo tipo. Desde requisitoriados por violación sexual hasta sentenciados por secuestro y sicariato. Todos forman parte de una cultura marginal que se agrupa cada vez que juega Alianza Lima. La pasión los une, pero es una pasión insana, se intoxica de violencia y resentimiendo.
Yo escribí un cuento en el año 99 titulado Barrunto, inspirado en la muerte en Alianza Lima, en ese momento el capitán de Alianza Sandro Baylón murió en un trágico accidente en la Costa Verde. Ahí también había muerto en un accidente mi tío Cucurucho Rojas. Y antes, ya en el mar, pero en Ventanilla, todo el equipo había muerto en un accidente.
Entonces creí que era algo que podría identificar al Alianza Lima: la trágica muerte.
Por eso cuando hice una fórmula narrativa con Barrunto se hizo tan sólida que ahora prevalece en tiempo, como si lo hubiese escrito ayer: un hincha de Alianza va a un clásico y no regresa. Como Sandro Baylón cuando salió expulsando en el último partido de su vida. O como Walter Oyarce que fue a alentar a su equipo en el lugar equivocado y fue aventado al vacío muriendo al instante.
Yo pensaba que la muerte solo aparecía cuando pierde Alianza. Pero ayer ganó y campeonó. Y mientras todos celebraban el triunfo, se certificaba la muerte de tres hinchas baleados por una absurda trifulca.
Es una realidad que se da en todo el mundo, donde el fanatismo se involucra con el odio.
La semana pasada Alianza jugó de noche en Matute y fui solo en taxi. En el camino el conductor me dijo que él conocía La Victoria, porque ahí vivía la mamá de sus hijos y de ahí mismo venía. También me contó que en sus años adolescentes fue líder de una barra aliancista. Pero se tuvo que abrir. Como vio que yo bebía unas cervezas en lata entró en confianza y contó los motivos: 'le di vuelta a un huevón', me dijo.
Y mientras íbamos hacia el estadio me detalló como mató a un barrista de su propio equipo. Él no usaba pistola ni machete. Usaba cadena y cuando lo atacaron por atrás hizo una maniobra que anudó el cuello de su rival y lo descolgó de un puente. La asfixia fue fulminante. Pero su explicación fue más realista: 'se agarró el cuello pero dejó de moverse el conchesumadre'.
Luego vino un calvario porque se tuvo que 'borrar', anduvo escondido en casa de familiares hasta que ingresó al servicio militar y se plantó. No volvió a La Victoria en ocho años.Y ahora a sus hijos no les deja ponerse la camiseta, jamás. Por más amor que le tiene a la blanquiazul, no va a permitir que sus hijos sean barristas como él.
Cuando el cineasta Mauricio Franco me propuso en el año 2002 llevar Barrunto al cortometraje, no pensé que iba a tener tanta relevancia. El libro había salido hacía un año y algunos exabruptos míos en televisión hicieron llamar la atención. Para ese entonces, entre los convocados estaba el actor Emilran Cossío, que para ese entonces nunca había ido a un partido de fútbol. Interpretó a Juanjo, el hermano de Yimi, hijos de María, viuda y con problemas para llegar al mes. Son como Caín y Abel, uno representa el mal, el otro el bien. Pero se unen por dos cosas, el amor de una mujer y el partido Alianza U que define el campeonato nacional. Juanjo accede a ir al clásico con su hermano y uno de ellos muere.
El cortometraje Barrunto obtuvo en el 2004 el premio mejor cortometraje de ficción. Pero al tiempo, Emilran Cossio apareció en la serie Misterio, como un integrante de la barra de la U. Se fue a la U como Juan Reynoso en el 93 que dejó el club siendo el capitán, dejando un olor a traición.
Para el 2023 se estrenará Barrunto, la primera ópera salsa inspirada en fútbol. Escrita y dirigida por Herbert Corimanya.