jueves, octubre 09, 2025

SANDOVAL, LA FUNCIÓN DEBE CONTINUAR

© Juan José Sandoval.

En unos pocos días mi programa cumple 7 años. Tiempo en que prácticamente no he tenido vacaciones, así como beneficios ni sueldos, compensación por tiempo de servicios ni aguinaldos. No tengo CTS y me quedé sin AFP. Y seguro por mi edad lo más cercano que tenga es la TBC.
Fue un 5 de diciembre que arrancó el programa, mi primer invitado fue mi papá y él notó lo nervioso que estaba porque no paraba de repetir 'no?' como una cacofononía repetitiva. Estamos en vivo para todo el país, no?, gracias a nuestro auspiciador AOC, no?, la pregunta que viene es importante para los emprendedores, no?
Hasta que me dijo que me tranquilice y trate de obviar ese ansioso y notorio mote, cosa que hasta hoy no puedo. Siento que debí invitarlo porque mi padre ha estado en los momentos profesionales más importantes de mi vida.
Cuando 'debuté', él no fue quien me llevó. Fue en una pollería que se llamba Berna y quedaba en Monterrico. El local nos había dejado hacer nuestro debut como banda de rock. Teníamos quince años, el grupo Sombras se conformaba por chicos de cuarto de media y tocábamos canciones de Guns and Roses. Tocábamos muy mal, pero era una novedad histórica en el colegio y toda la promo asistió.
Mi papá estaba en una mesa con varios de sus contadores y mucha cerveza. No recuerdo haberlo saludado porque apenas acabó el show la gente nos levantó en peso y salimos cargados entre arengas siendo proclamados los nuevos reyes del rock.
Apenas terminamos el show, que duró no más de once minutos, el Berna, que era una pollería con música en vivo de la nueva ola, reordenó el escenario y comenzaron con la presentación de uno de los cantantes de los pasteles verdes. Pasamos al olvido rápidamente, pero se dio por sentado que, uno, estábamos destinados a triunfar en el arte aunque nos faltaba mucho camino por mejorar, y dos, mi papá siempre iba a estar ahí apoyándome aún sin estar de acuerdo con las cosas que estaba haciendo, como hacer música y ponerme aretes y botas de cuero para si quiera simular ser hijo del rocanrol.
Por eso, años después, cuando debí enfrentar el examen de grado para la licenciatura en comunicaciones en la universidad, le pedí que me acompañara y valoró bastante ese gesto porque permitió constatar cuánto había crecido y cómo me batía a duelo con tres doctores, buscando argumentar coherentemente lo que significaba ser un profesional del periodismo. Para ese entonces yo acababa de terminar mi libro Barrunto y sentía que me podía comer el mundo. Trabajaba en la revista GENTE contratado y la universidad me había dado la oportunidad de pertenecer al tercio estudiantil, con lo que me volví representante y pude participar en eventos universitarios en todo el continente.
Para cuando di mi examen de grado ya no era yo mismo, era una multiplicación de mis vivencias.
La estela de mi padre siempre me ha seguido porque toda su vida lo vi trabajando como independiente. Y yo seguí ese camino, un poco empujado por ser disruptivo y antisocial, pero más por la inspiración que me generó mi papá desde su estudio contable. Ser emprendedor profesional.
Por eso cuando me tocó emprender mi propia marca periodística, cuando tuve la oportunidad maravillosa de llevar las relaciones públicas de AOC, que fue por años el principal sponsor de Alianza Lima, el club que me identifica, vi que necesitaba consolidar mi carrera como conductor, pues había hecho proyectos culturales, pero con la tecnología vi la luz. Tecnología & Negocios, con los protagonistas de la innovación en el Perú.
Desde ese primer programa, entrevistando a mi papá, en Radio Miraflores Televisión, no paré. Habré entrevistado a más de 400 personas en vivo, entre ejecutivos, CEOs, gerentes, líderes, emprendedores, desarrolladores, vendedores, artistas, músicos, escritores, dramaturgos, presidentes y presidentas.
Candidatos al poder y también al poder mismo he entrevistado.
Y han ocurrido mil cosas alrededor de estos programas, que suman bastantes pero yo no sé hacer cálculos porque no soy frío calculador, sino apasionado y orate con liderazgo natural.
Desde el paso de una ambulancia con la sirena que nos tapó el audio, o que a un invitado se le haya caído un diente en vivo cuando tenía varios minutos hablando de él mismo y su película. Asistentes rampeando para corregir el cableado del audio, la cámara que se mueve, el internet que se va y se cuelga la transmisión, el invitado que llega tarde, o se asusta y le da pánico escenico y se les olvida el libreto corporativo.
Por mi parte, he podido soportar todo timpo de contratiempos porque soy escritor pero más porque soy actor. Y mi programa es mi puesta en escena que lleva siete temporadas en cartelera. Uso el mismo saco desde el primer día y la camisa la lavo cuando cambia de estación. En verano un poco más de frecuencia por el sudor. Y la corbata es de mi sobrino que usaba en los quinceañeros que se colaba todo manganzón. Utilería de primera que me ha traído suerte, porque ya vamos pasando por varios canales y seguimos incrementando networking.
Momentos tristes incluso en los que uno saca a relucir el carácter histriónico, como la pérdida de un familiar, sobre todo cuando te enteras minutos antes de salir en vivo y la muerte llega con tragedia, a manera de asesinato injusto digno de cadena perpetua, o la pena de muerte porque a una persona que, por ejemplo mi caso, una tía que siempre fue a mis presentaciones de libros, que me leyó con entusiasmo y valoró inmensamente la unión familiar, que reivindicó el apellido Sandoval a través de los años con reuniones en su casa. Entonces se hace imposible mantener la cordura, no puedes dejar de pensar en la crueldad de aquella persona que atenta contra una anciana de 88 años indefensa. Pero Sandoval tiene que salir al aire, tiene que respirar y concentrarse. Aunque la producción sugirió que no salga mi programa porque el llanto se había vuelto incontrolable y manifestaba evidente deterioro facial. Quise seguir. Me soplé los mocos, tomé agua, me eché alcohol en la cara y salí a actuar. Y di la actuación más importante de mi vida. En realidad todas y cada una son las más importantes de mi vida. Hace un año nomás, saliendo del programa tenía que enfrentar las quimioterapias de mi mamá, apoyarla en su andar pero también emocionalmente. Por dentro quebrado y frente a cámaras había que concentrarse para seguir hablando de innovación, de blockchain, de herramientas digitales, del panorama fintech.
Si he continuado la función en momentos difíciles es porque he tenido referencias anteriores que tal vez sean frivolidades. Por ejemplo Gianmarco, el cantante peruano súper exitoso, al cual respeto por su talento como compositor, cuando era joven perdió a su padre que era también cantante, pero Gianmarco tenía función, ahí en la Estación de Barranco donde empezó y donde tocaba todas las semanas. Enterró a su padre y por la noche hizo show, y fue el mejor show de la vida. Igual que Ronieco, mi amigo rockero ya fallecido, cuando enterró a su padre en la noche siguió tocando con su banda Actitud Frenética, y mientras él hacía llorar a la guitarra por su papá muerto, la gente pogueaba y se sacaba el ancho a sus pies.
Pero la situación que más recuerdo de sacrificio sobre el escenario la leí de Luis Álvarez, el primer actor peruano, que protagonizó Ollantay. En plena obra de teatro, que en ese entonces todos hacían todo, los que actuaban también movían la escenografía, el telón, luces, todos eran pulpos. Y en una situación en vivo, don Luis Álvarez tenía que maniobrar las sogas del telón, pero su dedo se quedó atascado entre las sogas y se anudó. Mientras el telón bajaba sobre las tablas, su dedo se iba hacia arriba con las sogas. Sin embargo, ensangrentado y mutilado, don Luis siguió la actuación con un trapo en la mano que cada vez más se cargaba de sangre, dándole mayor crudeza y realismo a la actuación. Que fue la mejor de su vida, pero también fue una más de su dilatada trayectoria. Una función más de un largo camino que es emprender tu trabajo con pasión incluso dando la vida por ella.