martes, septiembre 30, 2008

El comandante porrito



Asqueroso desalmado cuando el verso se hace de terciopelo sonoro. Prolijo andrajoso de la composición popular, una cuota de libertad hecha con la poesía del rock. Abuelo fue su padre y Tanguito su corazón, luego vino la milonga y la juerga de una década poco prodigiosa. Acusado de simplón y poco fino, el humo de sus interminables canciones dedicadas a Hammelin, y los aturdidos del mundo se volvieron sus pequeñas ratas fieles. De todas las alcantarillas saldrán enchamarrados rocanroleros en moto, post bluseros superando una era decadente, un corazón partido por mil demonios, una guapa doncella semidesnuda, un piano coronado con un balde de champaña. Rey de copas rotas, enfermo vagabundo, poeta incomprendido, querido y odiado. Caballero de los bares, ciego enamorador, rimbombante pastelero, aguafiestas aguardientoso, villano indomable, enjaulado por años y prófugo vitalicio. Furioso caminante, intriga desmedida, bocón y resentido, silenciosamente caótico, eterno banderillero de maravilla de versos. Pirotécnico minimalista, rastreador de fisuras melódicas, endulzador de tristezas. Puto y celestial. Lleva un cohete en el pantalón. Urticante y degeneracional, multipremiado por las élites más conservadoras y amenazado por los radicales más fundamentalistas. Ritmo camaleónico, agresivamente sutil.