lunes, octubre 28, 2019

CON DOS DEDOS

Cuando está cerca la gloria, aparece la tragedia.


Mi vida es un collage de aventuras, desempleos hiperestresantes, desamores suicidas e igual numero de épicas como de fracasos.

Yo les había dicho a los actores y a los músicos de la obra que les pagaría de la venta de mis libros, según un cálculo ingenuo, casi soñador de que triunfaría mi literatura sobre el universo.

Con cuarenta libros toda la producción está asegurada, les dije aunque no me acuerdo cuando porque cada ensayo, cada sesión de trabajo se transformaban rápidamente en endemoniadas borracheras. La oficina, en el centro de Miraflores, era una casa ocupada solo por actores, lo que era usual oír gritos por la madrugada mientras se ensayaba alguna obra del circuito teatral. O algunas fiestas que combinan a Silvio Rodriguez con Calle 13.

La semana de la presentación de la cuarta edición de mi libro Barrunto fue un atentado hepático, comenzó con Eloy que me citó en su oficina de kilka con Camaná, ósea el bar Queirolo al mediodía para tomarnos un vino. La cita tuvo ese requerimiento. Yo para variar estaba misio. Hasta la mañana que mi papá se centro cien soles. 

Ya era segunda vez que mi viejo me salva, la otra vez no podía salir del hotel porque no pasaba mi tarjeta. Y le pague a los dos días así que tenía la confianza.

Llegue media hora antes al bar y pedí la carta de vinos. Encontré uno de buen precio 25 soles, dije ya está, tengo hasta para tres y me sobra para comer, negocio redondo. Eloy me había dicho que aceptaba presentar mi libro sin costo alguno, lo cual me aliviaba. Con tres vinos creo que la cosa estaba más que aseguraba. A Eloy lo conozco de Puente tabla, ahí frente al mar aprendí de la poesía de la vida, en medio de guisqui él, y cerveza yo, contemplamos el sunset de Cañete recitando versos de memoria.

La mesera regresó por encargo de la dueña del bar, que el vino de 25 soles era sólo media botella, que la botella completa costaba 45. La canción.

Pedí una botella y la deje descansar, el maestro llegó puntual. Hablamos, habló, escuché. Cómo si un capitán encomendara algo a un subalterno, como me escribió Enrique Verástegui en una dedicatoria: de un ángel a otro ángel.

Llegó a la mesa el escritor de los buses y pedimos la segunda botella, tres surquillanos conversan. Traman revolución. 

Regresamos al barrio caminando desde el centro, sin nada en el estómago más que dos vinos pero satisfechos de información, de sabiduría. La resaca del vino vino después. 

Al día siguiente fue el ensayo general a la medianoche, en la oficina de los actores, llegaron los músicos desde el Rimac y demostraban que eran Barrunto.

Yo llegué a las nueve y pedí una caja de cerveza en 35 cuotas. Cuando los músicos llegaron ya me había tomado cuatro chelas con el negro Corimanya . Los músicos tomaron dos vasitos y armaron su tumbao. El cantante tenía un set de percusión maravilloso pero resaltaba un cajón mixto, mitad criollo mitad flamenco, alucinante.

Los actores marcaron su espacio mientras yo seguía chupando solo, un poco emocionado por lo que veía. A las tres de la mañana terminaron y yo recién comenzaba. Quería seguirla pero los músicos tenían sesión de grabación hasta las seis de la mañana. me fui a mi casa y tuve que despertar al vigilante para que me abra la puerta.

El día de la presentación no quería ni levantarme. No quería hacer nada ni recordaba cómo había llegado a mi casa las dos ultimas noches. 

Pero tenía que recoger a Cecilia Zero de su casa, ir a la oficina de los actores y luego a la casa España. 

De ahí yo pensaba no voy a tomar hasta que termine el evento y me lo repetía varias veces pero apenas llegamos mi compadre Mateo sacó una botella de guisqui y justo llegó el maestro Eloy, entonces comenzamos a brindar pensando dentro de mí que estaba en el peor camino.

Llegó la gente y comenzando presentaron el cortometraje Barrunto de Mauricio Franco que había llegado desde Madrid. El guisqui ya estaba a la mitad y el evento en marcha, así que me compré unas latas de cerveza y tocó subir a la mesa de presentación.

Eloy hizo de la ceremonia una misa criolla, un devenir de palabras que generaban risa, desconcierto pero también profundidad filosófica. Y al final remató: lo único que no le perdono de Juan José Sandoval es que no me haya traído mi paco. Me reventó...

Hablé poco porque el cineasta Jano quiso sabotear la presentación con gritos como si fuera un chibolo de colegio. Palomilla de ventana, le decían en mis tiempos. Se quiso encaletar el guisqui y terminó aburriendo a Eloy. Cecilia Zero también andaba aburrida porque no bebe. Los únicos contentos eran mi familia y mis amigos, que entre todos sumaban veinte personas.

Se acabó el vino, pero el Waro me regaló una botella así que pedimos que lo descorchen y nos fuimos, en mi taxi fuimos Herbert y mi asistente pechuga que se prendió un canuto en el camino, mientras bebíamos el vino de pico. Entonces llegamos a la oficina de Miraflores y comenzó la fiesta.

Pasado una hora, alguien se dio cuenta que nadie había bajado las cosas del taxi, incluidos los instrumentos. Salimos desesperados y no encontramos a nadie, todo era una madrugada chispeante. El músico, al enterarse se puso a llorar, un llanto desolador como la canción en clave salsa 'corazón alianza lima, corazón para ganar'.

Mientras la gente aplaudía a rabiar, yo agradecía a todos y los invitaba a un brindis (más brindis!), me daban el dinero de la taquilla que ascendió a cuatro (4) libros vendidos. Un fiasco total. La pelota no se mancha, le dije al negro Corimanya y puse de mi plata para pagarle a los músicos, entonces el cantante nos agradeció  y nos encargó su instrumento porque tenía que ensayar por Miraflores al día siguiente. Pero su tan querido cajón mixto, mitad criollo mitad flamenco, se extravió entre la borrachera del libro.


En medio de la madrugada el cineasta Jano que se la había pasado de espeso, terminó tendido en el sillón y se le vino el huaico. Entonces abrió una puerta pensando que era el baño, pero era la habitación de una famosa actriz de novelas, que estaba en pleno enroque con su novio. Jano le vomitó el cuarto y su novio se puso bravo. Igual la fiesta duró unas horas más hasta que se acabó el trago.

Al día siguiente, Jano me preguntó qué había hecho y que cómo había llegado a su casa. Le dije que la actriz lo iba a denunciar en el Face de MeToo Perú, que la había intentado violar. El huevón se palteó y le mandó un mensaje pidiéndole disculpas pero la actriz tenía el celular apagado porque todo el día está grabando la novela.

Mi hermana me dijo que cuando se pierde un objeto, o te lo roban, es porque algo peor iba a pasar. En realidad, es porque ha pasado raspando la muerte y en vez de llevarse un alma en pena, se llevó un cajón mixto mitad flamenco mitad criollo. Se llevó mi dinero la muerte y me dejó en completo desamparo.