HACE 17 AÑOS presentábamos la primera edición de Barrunto en la Casa España de Lima. Mi abuela Arsenia aunque no estaba de acuerdo con mis rituales, celebraba que cada presentación se haga con chuchuhuasi de honor, en homenaje a mi otra abuela, Chabela.
Me había conseguido de mi tía Lupe ocho litros de RC en botellas de vidrio, pero no cabían en el cooler que llevábamos a la playa. Así que juntamos varias botellas de hidrante, esas pequeñas de vidrio, para poder meterlas.
Eran veinte botellitas de sporade, todas con el RC, pero una había agarrado un color distinto a las demás, que coincidía mucho con la botella inconclusa donde se guardaba el pinesol para limpiar los baños.
A pesar de que yo lo noté desde la mañana, durante la presentación, que llevó mucha gente, y hubo vino pero también trago de la selva, llegaron mis amigos y también mis enemigos, todos juntos.
Entonces, faltando unos minutos para que cierre el Centro Cultural, a falta de trago, alguien vio que en el cooler quedaba una botellita llena.
Entonces la sacaron, aunque llegué a decir para mis adentros que esa botella estaba con pinesol.
Se sirvieron las copas y una reunión macabra de escritores mentirosos, oficiosos del arte del embuste en verso, procedimos a servir y brindar en nombre de la literatura peruana.
Gesto adverso y contraproducente que se hizo contra quienes bebimos de ese brindis malsano. Yo me intenté suicidar, a otro le cortaron la cara y el que le corto la cara, que también estaba en la roda, terminó preso en Lurigancho. Otro salió del clóset, otro se casó con una feminazi y se hizo feminecio, y a uno el vitiligo le arruinó el autoestima.
En suma, la mezcla de trago de la selva con pinesol produjo una maldición para todos.
Esperemos que esta vez, 17 años después, si sienten algo ácido dentro de su copa, no le hagan alusión a mi madre, sino a mi abuela Arsenia y su pinesol.
Lima, 23 de octubre de 2019. Presentación del libro Barrunto.