Se cumplen diez años que se murió mi abuela. Qué mi abuela, mi vieja. Qué mi vieja, mi viejo. Qué viejo, mi mejor amigo. Mi abuela. Arsenia. Se murió hace diez años y hace unas noches la encontré. Estaba en una morgue acostada. Me levantaron el telón para reconocer el cadáver. Ahí estaba. Mi Abuela, mi alma. Sí, era ella. Les dije quebrado. Dónde firmo.
Pero hace unos días soñé con ella y estaba en la morgue. Me abrían el cuerpo y le decía te amo. Como nunca se lo dije. Como se lo dije a mi vieja cuando se desvanecía hacia la muerte. Pero volvió porque le dije perdón. Perdón por cualquier cosa o por todo, perdon. Pero reaccionó y sobrevive. Mi abuela, como la vez que se desvaneció igual que mi madre, me abrazó fuerte. Así fuerte como no te podría abrazar una novia. Ninguna más que tu madre, y tu abuela.
Estaba en la morgue, en mi sueño y me mostraban a mi abuela. Tal como ocurrió cuando murió. Pero me lo volvían a mostrar con el teatro del telón. Entonces le dije te amo y mi abuela despertó y comenzó a respirar. Así como respira el Vato ahora que cumple 15 años y pienso que no va a pasar el invierno.
Mi abuelita despertó cuando le dije te amo.
Me dejó pensando los siguientes días porque yo creo en que la vida te da mensajes.