Escribe: Juan José Sandoval (CC)
Lo decía el escritor argentino Hernán Casciari en un cuento de su experiencia en Lima. Lo habían invitado a un evento literario como uno de los estelares de la actividad peruana. Entonces le pidió muy escuetamente a uno de los organizadores, el afamado Chino Chang, celebridad del periodismo latino, que dirigía una prestigiosa revista en cuyas fiestas abundaba la etiqueta negra.
El pedido era muy simple, que a su llegada pudiera disponer de algunos cogollos de canabis local, sabiendo que llegaba a un lugar donde el buen gusto por el humo zen de la marihuana era conocido.
El Chino Chang, según cuenta el cuentista, fiel cumplidor de los requerimientos de sus invitados, le entregó un presente prensado en un zipblock.
El escritor argentino mantuvo el obsequio a buen recaudo en la habitación del hotel. Y dio gusto a su olfato marigüano durante los días de estancia limeña.
El evento literario transcurrió sin mayor ocurrencia. Hubiese pasado sin pena ni gloria si no hubiese sido por lo que le tocó vivir a Casciari y escribió.
Después de una gran semana donde cada velada nocturna terminaba con unas buenas caladas de porro antes de dormir. Y al levantarse, nada mejor que iniciar el día con una buena combustión hilarante.
Al volver a Barcelona, en el aeropuerto el escritor quedo detenido por cuatro horas, puesto que los canes antidrogas anunciaban que la maleta que venía de Lima llevaba algo ilegal.
Casciari, que le había puesto mayor cuidado a botar todos los residuos del cogollo, no entendía por qué los perros sindicaban su maleta como sospechosa. Igual mantenía la tranquilidad de quien no la debe no la teme.
Pero con el pasar de las horas, donde no se podía comprender cómo era que los perros ponían tanto énfasis en la maleta del escritor.
La policía tampoco comprendía por qué sus canes actuaban así. Casciari decía que no tenía nada ilegal, pero no lo podían dejar ir si no resolvían la inquietud de los animales.
Agotadas todas las vías se procedió a liberar al escritor, determinando que no llevaba nada ilegal, sin embargo quedaba constancia que toda su ropa, que equivalía a un cúmulo de prendas de los últimos siete días tenía un potente olor a droga. Por lo que se procedió según los cánones de la innovación policial, a cortar las prendas y verificar si dentro de la tela no llevaba un cargamento de insumos.
Superado el impase, al escritor a pesar de haber pasado lindos momentos gastronómicos en Lima, pocas ganas le quedaron de volver al Perú.
Parecida situación le pasó al chato Elvis cuando se volvió el afamado escritor de los buses. Un video casero que lo registraba vendiendo su libro 'cuentos escritos con chaveta' en el transporte público lo hizo viral frente al pedido de apoyo para cumplir su sueño: participar en el mundial de la literatura al cual había sido invitado en Europa.
'Si Perú ha llegado al mundial, por que yo no puedo ir a mi mundial?', exigía en los buses el chato Elvis, era 2018 y la selección peruana era sensación con su clasificación a Rusia.
El video que grabó junto con su compinche del oficio periodístico, ambos productores urracos de Magaly Medina, superó el millón de vistas en menos de 24 horas.
Entonces al chato Elvis se le dejó de ver, a pesar de que formaba parte de la banda los viejitos de barrón, tuvo que atender al pedido del pueblo y entregarse de lleno a él.
Pero tamaño sacrificio se vio recompensado y logró juntar el dinero para viajar a Europa, al dichoso mundial de la literatura, que no hizo sino hacer de un muchacho humilde en un disforzado personaje del mundo del espectáculo.
Al llegar al aeropuerto de Amsterdam, la maleta de Elvis pasó sin apuros. Nada ilegal llevaba a su gran cita con la literatura universal. Pero igual los perros holandeses pusieron su sabueza intriga en su persona. Entonces creyeron que iba de burrier y lo obligaron a desvestirse.
Si bien no había nada, ni a simple vista desnutrido y con algunos vestigios de hipotermia lo obligaban a frotar su propio cuerpo con las manos.
Los perros seguían ladrando, y no era señal de que avanzaban.
El Chato Elvis se reafirmaba en su condición de inocente. Ratificaba frente a los perros antidrogas que nada llevaba ilegal pues era su única oportnidad de salir del país y no la iba a desperdiciar. Pero los perros se lanzaban encima de él frente a la policía. No había forma, algo tenía.
Hasta que el chato Elvis tuvo que confesar que sí, de pronto su canguro, esa cartera que se ajusta en la cintura y que suele llevar billetera, monedas, documentos, lapiceros y algo más, habría llevado en su país, Perú, ciertos residuos de marihuana. En Holanda la cosa de la canabis no es tan estrambótica como en sudamérica, que podría ser causal de una portada de diario por solo medio gramo encima. Lo vieron al chato, entendieron que su canguro estaba cargado de nada sino de olor a cáñamo. Puesto que además de escritor, periodista y creador de virales, solía llevar unos cuantos pacos para costear la vida de sus hijos ya crecidos.
Esa fue entonces, la explicación que movía a los perros antidrogas, que no era sino, una impregnación de ese saltante olor a ilegalidad tipo Manu Chao.
Horas más tarde, el escritor de los buses pasaría la frontera y llegaría a presentar su libro frente a una audiencia intelectual que poco podría suponer que en frente había un microcomercializador de barrio.
Yo hubiese querido pasar piola en mis historias, pero mi pasado y mi presente me condenan. Me acusaron cuando joven cuando me expulsaron de fiestas por prender marihuana. Me invitaron a salir del salón de clases en la universidad cuando vieron que mis ojos rojos y mi lentitud por responder eran notoriedad de infracción. Me cerraron tantas puertas por llegar con olor a malicia, que tuve que aprender a resistir la crítica, y eso me fue haciendo más fuerte.
Por eso cuando me invitaron a mí al mundial de la literatura, diez años antes de que le pasara la invitación al menudo escritor del pueblo, no dudé en llevar un poco de mi terruño en mi maleta.
Bien prensada, envuelta en miles de bolsas, siempre que había viajado a cualquier lugar, había llevado un poco de mi peruanidad bien encaletada. Pero la vez que tuve que pasar el aeropuerto de Amsterdam, pasaron siete horas y no me daban respuesta. Peor que ni sabía hablar nada, ni inglés, ni holandés ni alemán y menos el lenguaje de las señas. Tuve que esperar mi maleta junto con un grupo de raperos haitianos que giraban por europa todos los años, y todos los años le hacían el mismo rigor en las maletas. Para mí era la primera vez y realmente estaba asustado. Pero pasé y logré consagrarme como burrier de micronegocios.
Ya alejado de los escándalos, con mi madre requiriendo apoyo en su vida cotidiana y yo con responsabilidades de supervivencia, tuvimos que contratar una empleada para que se haga cargo de mi madre. Entonces mi cuñada que es la esposa de mi hermano mayor. A saber yo tengo dos hermanos mayores, uno el que tiene plata y el otro el millonario. Bueno el millonario es quien usualmente da la pauta a seguir porque mal que bien él es que paga las cuentas serias.. Y se optó por contratar una doméstica referida de una amiga de su entorno. La amiga era una millonaria como él y su proveedora de domésticas era otra amiga millonaria que tenía una agencia de empleos para clientes top. Nos mandaron a una empleada top que todo le apestaba. No le gustaba la comida que comíamos ni el lugar donde trabajaba porque estaba acostumbrada a trabajar en casas de alta alcurnia, y nosotros de pronto éramos de la clase media profunda.
Pasado un mes, la chica presentó su renuncia irrevocable. Sin consultar con nosotros fue directo donde la dueña de la agencia y le dijo que no solo recibía tormentos de parte de la madre, sino que el hijo andaba drogado dia y noche, lo cual generaba un ambiente inrespirable que ella tenía que soportar, sobre todo en el baño que compartía conmigo, donde supuestamente yo emprendía sesiones mañaneras de baños turcos de marihuana. No solo eso, que dejaba mis estragos de aliento entre las paredes que le impedían a ella, oh víctima de un violador, trabajar como ella quería.
La dueña tomó parte de la denuncia y fuimos vetados de la agencia de empleos. Al margen de que nosotros ya la hayamos vetado por ser inalcanzables para nuestro bolsillo. Se nos puso una cruz que más parecía una hoja de cinco puntas.
Pudimos conseguir una empleada más humilde, acorde a nuestro alcance monetario, sin embargo, he tenido que invertir unas monedas de más para tener ambientadores a la mano y hacer de mi espacio, que es mi cuarto y mi baño, un lugar donde el olor a pecado esta lejano, que ahí vive un ser impoluto y celestial, que vive alucinado sin dañar el ecosistema de nadie.