No concibo que se puedan romper amistades y lazos familiares por discrepancias políticas. Me ha pasado, me han bloqueado no sin antes tratarme de mal amigo. Yo aprendí a callarme la boca, no hablar de más. Igual estoy manchado de rojo y me han tildado de comunista. Me han rechazado últimamente de empleos, como también algunos buenos lectores se han excusado de comprar mis libros por tratarse de un personaje que trabajó para la corrupción.
Es verdad que la vida me ha puesto en situaciones especiales. He visto lo que he querido ver y el periodismo me ha llevado por lugares maravillosos, pero también terroríficos. No me quejo. Elegí esto mientras mi promoción de Contabilidad de la Universidad Ricardo Palma se graduaba, yo comenzaba una carrera desde cero. Entonces miro atrás y vivía frustrado porque el tiempo no pasaba tan rápido como quería. Porque mientras mi promo de Contabilidad ya trabajaba en grandes empresas, yo tenía que pasar mate uno. Cuando yo ingresé a la Richi el más viejo era Tomás. Cuando ingresé a la San Martín me sentí yo Tomás. Sin embargo, en cuarto semestre me llamaron para postular al tercio estudiantil de la universidad y mi vida cambió, porque como representante pude llegar a la asociación nacional de estudiantes, donde llegué a ser parte del consejo directivo, y luego escalar a la federación latinoamericana de estudiantes de comunicación social, donde llegué a ser miembro de honor. En esa etapa descubrí que mi estatus me permitía algunas oportunidades como hacer representación en diversos lugares del Perú y el continente. Siempre buscando la unidad, el bien común, el bienestar social de los estudiantes. Viajé desde Chile hasta México, Panamá y Cuba. Pasé por Venezuela y Hugo Chávez era la sensación. Entonces aplaudía al chavista revolucionario y en La Habana me dijeron que, así como yo, que estaba en octavo semestre de la universidad, Fidel Castro también dejó la universidad y armó su carrera política. Yo pensé que iba a pasarme lo mismo, pero apenas me gradué me volví un huevón más, y la revolución ya no era un motivo para vivir porque había que buscar trabajo como cualquiera.
En ese devenir fui investigador, docente universitario, redactor periodístico y luego editor. Trabajos de pago mediocre donde no pude adquirir ningún bien. Hasta el día de hoy no tengo más que el poder de mi palabra. Lo cual en realidad no sirve de nada cuando te enfrentas al corte de luz de la casa de tus papás. Y tienes que pagarle al abogado por las cosas que publiqué incidiendo en el delito de perjurio y calumnia.
Así cumplí cuarenta años, enclaustrado en la habitación de mi adolescencia. El único compañero de vida era Vato, mi perrito pug que duró 17 años. Murió días antes de navidad de este año. Ya no veía, no olía y se cagaba en cualquier parte de la casa. La noche anterior de su muerte no se quiso salir de mi pecho, quería que lo abrace y eso lo tranquilizaba, entonces dormía. Pero en la madrugada me habló al oído y me pidió que lo sacrifique. Apenas amaneció, llamé al veterinario para programar el sacrificio y dejé al Vato echado en mi cama. Tenía que ir a conducir mi programa al canal y durante el trayecto lloré todo lo que pude. Necesitaba sacarme el llanto y poner la mejor cara frente a cámaras. Hacía dos semanas que me había pasado algo similar con el asesinato de mi tía abuela. Cada segundo se me venía su recuerdo y la fatalidad de su muerte. Y estallaba en lloriqueos. Pero hice el programa igual, porque más que periodista y escritor, soy actor.
Apenas murió el Vato sentí una descarga, porque ya podía ir a la playa a la casa de mi hermano. Allá en Cerro Azul donde los delfines juegan con los niños y la gringa, mi nueva mejor amiga de vida que reemplaza al Vato, me acompaña en el mar. Con mi mamá teníamos que caminar dos kilómetros y estábamos frente a los delfines.
Al volver, los perros de mi hermano, unos pitbulls cañetanos, uno castrado y la otra esterilizada, nos reciben con abundancia emoción, pareciera que no han visto gente en mucho tiempo, viven solos, solo ven al guardián que entra a darles comida y se va. Luego otro día recoge las cacas y se va. Los perros no saben que afuera nomás está el mar. Que hay amigos caninos, algunos grandes otros chicos, pero todos con sueño, caído, aburridos del sol. Así son todos los perros de Cerro Azul, duermen todo el día, solo se paran para reacomodarse en otro lado porque el sol le está cayendo. Mi perrita la gringa come en restaurante pet friendly. Toma de mi vaso, mi hueso lo come ella. Y duerme entre mis piernas. De regreso de la playa la bañé con manguera y se secó con el sol. Recuerdo que la primera vez que llegaron los pitbulls cañetanos de mi hermano, los bañe, pero al acercarme a ver bien qué eran esos puntitos que parecían pepitas de anís, eran cientos y cientos de pulgas. Pude sacar algunas, pero no volví a bañarlos, además que crecieron y se volvieron agresivos. Más que agresivos, torpes y efusivos. Cariñosos y engreídos, pero cuando se ponían en posición de ataque, atacaban.
Así hay que andar por ahí porque el barrio es picante. Adentro mi hermano guarda un arsenal. Decenas de objetos contundentes de vidrio: botellas de Corona de la temporada anterior que las guarda para lanzarlas al enemigo. El día que lleguen, les daremos a botellazos.
Estábamos celebrando el santo de mi hermano y llegó la familia para comer chancho al cilindro. Para llegar había que llegar en camioneta, sino no se llega. Pero llegaron de varios sitios. Llegó mi madrina que luego la comenzaron a joder por su forma de pensar. Cualquier tema político, mientras pasaba el día entre brindis y rondas de piqueos de carne de cerdo, se volvía un ataque unánime a mi madrina que pasó a ser la tía terruca. A mí ya no me dicen nada porque pareciera que han tirado la toalla conmigo, no hay forma que me puedan convencer de nada. Para mis familiares más cercanos, luego de ser un artista soy un comunista. Ya no tengo opción a quitarme la boina del che Guevara para ellos, así me voy a ir de aquí. Como debe ser, como buen Sandoval, pateando el tablero, mandando a la mierda. Como mandó a la mierda mi tío Andy en el entierro de mi tía abuela que asesinaron en diciembre. El cura se mandó con algo protocolar y mi tío lo mandó a la mierda frente a los asistentes. Le dijo que a él le pagaban por rezar, a su madre la habían masacrado, hay derecho? / / y creo que así somos todos porque mi papá como a la quinta botella de vino me pidió que maneje su carro y lo lleve a su casa. Pero precavido de años ya, no cuento con brevete porque perdí el encanto de manejar. Sobre todo, cuando manejas para otras personas. Por ahí uno de los amigos de mi hermano el Subsuk se ofreció a llevarlo porque como se ha entregado a la religión ya no toma, entonces estaba sano. Y mi papá se fue por la sexta botella, pero en algún momento se le movió la silla y se fue al suelo. Justo por el lado de la cadera que ya le falla y que le obliga a usar un bastón. Lo peor fue que al pararse se mareó más y le dio diablos azules, y comenzó a echarle la culpa a mi tía la terruca, aunque son compadres y se conoces hace más de cincuenta años, mi viejito perdió la noción de todo y se puso necio, y así tomó sus llaves, prendió su carro y se quitó poniendo primera acelerado, no sin antes recitar unas cuantas lisuras a todos y todas, echándoles la culpa de todo. Y se fue entre la oscuridad de la noche y la falta de postes en nuestro pueblo joven junto al mar.
En lo más intenso de la caja china, la tabla de carbón prendido quedó en el suelo. Mientras todos celebraban, brindaban y la música se oía a todo dar, la música criolla de radio la inolvidable, uno de los perros, la canela, pitbull cañetana mal nutrida y pulgosa, pero cariñosa, quiso pasar por encima de la lata con carbones y puso su patita encima. Y salió disparada gritando, aullando, conchasumadreando a todos. Se había quemado feo la perra, pero bueno la fiesta tenía que continuar así que le amarraron un hielo y luego se la paseó cojeando por semanas. Mi hermano también cojea de un pie y se recrudece su cojera cuando maneja hasta cerro azul. Cuando camina parece un barco en marea alta. Así no puede bajar a la playa de piedras que tenemos, ahí solo bajo yo con la gringa. Tengo mis zapatillas para ir a la playa. Cuando la playa se arena, se convierte en un paraíso. Arena blanca, olas agresivas, un chapuzón y regreso a tomar desayuno. La gringa duerme todo el día, pero me acompaña en nuestros paseos con mi mamá al pueblo. Volvemos en mototaxi, compramos huevos, pan, cosas que ya por la casa no se pueden encontrar.
Mi madrina se fue palteada, además de terruquearla la insultaron. Yo guardo mayor respeto a ella, piense como piense, ella me visitó en el hospital cuando estaba recitando solo en mi cuarto un poema que había escrito, y llegó ella a visitarme. No me preguntó por qué estaba ahí o por qué había intentado lo que había intentado hacer. Me escuchó nomás mi poema, no sentía vergüenza pero era porque estaba con una alta dosis de reguladores químicos. El origen de esas circunstancias tiene opiniones divididas, algunos en mi familia piensan que fue, es y será por drogas. Otro grupo menor piensa que es por una condición médica que involucra la depresión. Mi tía me llevó una milhoja y una gaseosa. Yo necesitaba cigarrillos ansiosamente, pero ya no le pedí más a mi madrina.
Antes de que se vaya mi tía, se despidió de la gringa y me preguntó: y esta perra, es de izquierda o es derecha?, es roja caviar, terruca o es BDA ?
Yo le dije tía, la gringa es una perra de izquierda, y la mejor muestra es que sale sola sin correa y sabe meterse al mar, y regresa solita. Los pitbulls cañetanos de mi hermano son DBA, porque no salen de la casa, no conocen el mar. No se les permite soñar. Es más, no han visto nunca a un delfín. Mi madrina se fue agradecida.
Hace poco me escribió un causa de la época de la Richi. Le decía 'basurita', aunque no recuerdo por qué, pero sí que era basurita, en diminutivo porque expresaba afecto. no era basura, no, era basurita. El apodo quedó perenne entre los amigos de esa época. Yo vivía muy frustrado en esa facultad, de contabilidad, porque no entendía nada. Y por eso pasado unos años no pude más y me terminé dando de baja. Mi compadre Basurita siguió la carrera, se graduó y trabajó en el ICPNA por varios años hasta que se ganó el sorteo de visas a EEUU. Y se fue a Ohio con su familia. Eso hace veinte años. Me comentaba Basurita que se había vuelto un ávido lector de literatura peruana, por lo que me compró varios libros, en realidad le saqué todos los libros que pude, incluso uno que ya le había dado a mi mamá, para una tía, jua se lo quité nomás, todo sea por la venta. Y se llevó casi todo mi catálogo. Y sacó una libretita, en el bar de Chacarilla donde nos reunimos, para apuntar todos los autores que pueda cantarle. Basurita era un tipo sumamente metódico, apuntó cada cosa que dije y me preguntó sobre política, le di mi apreciación con temor a ser rechazado, como ha ocurrido tanto últimamente que me he vuelto como un apestado. Pero basurita chévere. Un gran tipo, siempre lo ha sido. Lo recuerdo desde primer ciclo, buena punta. Él me hizo recordar que fuimos los primeros en llegar al centro de registro de cachimbos, y luego nos volvimos a encontrar el primer día de clases. Basurita, Chavito, Roberto, Maturana, Tomás, Chino, China, Karlita. Luego fueron llegando más y más. Y luego me fui. Frustrado por no aprobar los cursos de contabilidad.
Basurita es numismático, y no solo colecciona monedas, sino que se nutre de toda la literatura al respecto, en qué contexto se hizo esa moneda, en qué año, qué sucedía en ese año, los libros que refieren a esa moneda. Una minuciosidad impresionante mi amigo basurita. Mi gran amigo me puso 12 litros de cerveza, seis horas de charla, yo llevaba tres días de resaca continua porque no paraba de celebrar la nada. Pero me tomé una pastilla para el hígado y le paré macho a basurita. Todo de la puta madre, pero como a la media noche, me dijo serio, le cambio la cara. Oe, por qué me decías basurita??
Yo no supe que hacer, brindamos mucho más, nos cagamos de risa. Por qué habrá sido que mi cabeza idiota haya elegido bautizarlo, y a la vez maldecirlo, con un apodo tan repelente.
Los quince días que basurita se la pasa en Lima no hace más que beber y comer bien. Yo estoy agradecido de que me haya incluido en su agenda. Y que se haya llevado algunos libros míos.
Aún mantengo contacto con los chicos de la Richi. Una vez hace unos años me invitaron a una parrillada, cada uno llevaba lo suyo. Sano de mi parte, llevé mis alitas de pollo y unas mollejitas, mientras que el desfile de carnes era notorio, picaña, entraña, y bife. En cerveza sí todos por igual, aunque era notoria mi condición sedienta. Entonces comienzan los recuerdos de la primera fiesta a la que fuimos juntos, a la fiesta de cachimbos. Donde el tono acabó en bronca con un botellazo que le cayó a Maturana en la cabeza. Creo que hasta ahora lo tiene presente porque es el único que no me ha comprado libro, chesumadre. Luego la leyenda de las cochinonas, las federicas de la salsa. Tantos recuerdos que comienzan a removerme los sentimientos. Un barrunto en mi corazón.
Hace poco Tomás cumplió cincuenta años y le hicieron una fiesta sorpresa. Yo confirmé mi asistencia y terminé siendo yo la sorpresa. Porque al llegar a la primera persona que me encontré fue la hermana de la esposa de Tomás, con quien salí cuando era estudiante. Por el saludo poco cortez a lo lejos, era notorio que el recuerdo de mi persona era nefasto. Mientras pasaba la noche y los chilcanos circulaban fui recordando que además de mal amante, al tener yo diecinueve y ella veinticuatro, había sido mala persona al punto de que si lo que hice hace treinta años, lo hubiese hecho hoy, estaría ya mismo en las páginas de Facebook de MeeToo, de feministas y denuncias a agresores de mujeres. Eran otros tiempos, me justifiqué a mí mismo, pensando que podía tener clemencia. Pero me di cuenta que en la mesa donde estaba, a cada uno de mis amigos los había tratado mal, en algún momento los había insultado o los había humillado con mis chapas sin piedad.
La cuñada de Tomás, con quien yo salía de chibolo, tenía un esposo que por ratos pasaba por mi lado y rosaba su hombro como buscando bronca, pero no caí en la jugada. Me emborracho rápido, como todos los de mi promoción, Tomás ya es abuelo, el hijo de Roberto se fue a estudiar a Miami, la hija del chino a Madrid. Chavito tiene a su hijo en un buen colegio. Yo no tengo más que mis complejos y mis miedos, mis dependencias y mi soledad. Mi viejita que se va olvidando de los recuerdos más valiosos pero su creatividad sigue intacta, entonces te tira un cuento que te hipnotiza.
Mi primer cuento lo escribí un año después de salir de la Richi. Fue en una reunión de reencuentro del colegio. Apenas escribí la historia juré no volver a una reunión de reencuentro. Luego, cuando publiqué Barrunto y me entrevistaron en la televisión mucha gente me saludaba en los bares, pero ya estaba muy pasado de vueltas. Y el día lunes en la universidad me decían Juanjo te vi en un estado pero mal !!!!, entonces me dije, o me controlo y soy ecuánime, o dejo los bares y sigo mi locura en privado. Y dejé los bares. Ahora siento que los reencuentros con mis amistades del siglo pasado me dejan en evidencia mi carácter demencial. Donde hasta la persona más amigable le apodé basurita. Con cariño. (CUPIDO EN EL INFIERNO)