Tiempos que marcaron nuestra generación, las bombas, los apagones, la falta de agua, las colas del pan, el desánimo, se cayó el Challenger. Lo que florecía nacía marchito en el Perú.
Mi tío Carlos Valverde era fundador del instituto nacional de la papa. Un país donde la investigación científica era ninguneada. Hoy no existe en un país pragmático. Un país desahuevado y ansiolítico. Recién comenzaban los noventas en mi barrio de Villa Coca y en mi casa enfrentábamos la separación de una familia. Entre los problemas caseros convivíamos con explosiones, ataques que crecieron cuando encontraron a unas cuadras al líder terrorista Abimael Guzman. Estaba en Los Sauces, conocido como Villa Coca porque ahí vivió también El Padrino, nuestro benefactor de los parques que ahora florecen en el barrio limítrofe entre Surco y Surquillo.
Mi tío Carlos Valverde era el Mario Vargas Llosa de la ingeniería agrícola, manejaba un gran presupuesto para innovar en la agricultura. Pero un rector japonés de la Agraria le mostró un papel con una lista donde su nombre figuraba primera, ¿ve, usted, ingeniero Valverde? Usted está primero en la lista por el terrorismo. A usted lo pueden matar en cualquier momento.
Circunstancia en la que mi tío procede a salir del país. A lo cual acepta un contrato en Holanda, adonde se va con sus hijas y mi tía Flor, y donde deciden llevar a mi hermano Carlos. Historia que marca el camino de nuestras vidas y nuestras familias. El ingeniero Fujimori, preocupado por la vida de mi tío Carlos, le dijo que su vida estaba en peligro y que mejor que se vaya, no sin antes dejar el presupuesto millonario que luego asumió el chino, y luego se empoderó como un rector honesto con su tractor. Y mientras mi tío hacía carrera como un estudioso de la papa peruana, aquella que podría combatir el hambre del Perú medio mundo, el ingeniero con su tractor se hizo presidente.
Mi papá se había ido de la casa, no había cómo paliar problemas como el corte de luz con sonidos de explosiones. Además del terrorista que vivía en la otra esquina, cerca vivía el Padrino, capo de la mafia que ofreció pagar la deuda externa a cambio de que lo dejen trabajar llevando merca a los Estados Unidos.
La hermana de mi papá, mi tía Lupe, se había casado con un chino artista que su hermano había sido designado ministro. Mi papá lo persiguió buscando ayuda económica, eran tiempos en que la Sunat se había empoderado y ya habían empresarios encarcelados por evasión tributaria, entre los conocidos, mi tío Iván Arroyo, cirujano plástico con fama de pulverizar los fetos, y Ricardo Palma, el dueño de Radio Miraflores.
Mi papá fue a buscarlo al tío ministro pero no lo atendió. Sin embargo, cuando fue detenido por corrupción y le embargaron las cuentas, mi papá le brindó ayuda y le cobró la morosidad.
Los Joy Way se habían convertido en una familia poderosa, mi primo Toto se había casado a los 17 años, llegaba a tanto la opulencia, que una familia se podría consolidar a esa edad. La fiesta fue un festival adolescente, donde los chicos punteaban a las parejas al ritmo de reggaeton.
Mi primo Toto se casó primero y luego intentó estudiar en la universidad. Para ese entonces yo ya era profesor universitario y mi primo presidente de la asociación de cultivadores de canabis, quería sacar su título de comunicador a costa de mis galones académicos. Me quiso sobornar con sus regalos y lo dejé aprobar el curso con once. Igual me botaron de esa universidad de mierda. Universidad que creció con el fujimorismo y se volvió en un espacio no solo de fujimoristas sino también donde se glorificaba la presencia del chino.
Hace un año falleció mi tío, el ingeniero de verdad, el que creía y amaba el Perrú. Mi tía vino a ver sus trámites de viudez, gestiones que duraron ocho meses, y antes de volver, mi tía Flor me preguntó, entre su lucha con el olvido: sobrino, tú sabes por que tu tío Carlos se fue del Perú?
Sí, tía, se fue porque Fujimori lo amenazó de muerte.
Así es sobrino, aunque la memoria me vulnera, nunca dejes de escribirlo.
Me hizo recordar en los noventas cuando mi tío Joy Way se separó de mi tía y se llevó a sus hijos a vivir a Camacho, a un depa que estaba amoblado pero lleno de polvo, era el inmueble de su hermano político, que antes de que lo atrape la policía se escapó, y dejó la casa lista para ocupar. Y su hermano que se acababa de divorciar, calzó preciso para ocupar la casa con sus hijos. Nunca lo encarcelaron y se fue a Chile mi tío Joy Way, que luego volvió cuando su hermano se hizo ministro y llegó al premierato.