domingo, enero 19, 2025

PINESOL



Nos había prestado la Casa España para presentar Barrunto, había pasado un año de su salida de la imprenta clandestina de Rufino Torrico. Cuando regresé, para reclamarle que la mitad del tiraje estaba mal impreso, ya no había nadie ahí, ya no existía la imprenta o la municipalidad la clausuró y dejó que funcionara un prostíbulo. Es más rentable que la cultura. Claro, es lo que pensaba el alcalde. 
Entonces, en vez de salir a presentarlo, comencé a mandarlo a los medios de comunicación. La respuesta fue tenue, pero al tiempo me llamó productor de canal siete, del programa Vano Oficio, que conducía Thays, y me propuso una entrevista. 
Yo tenía una pequeña oficina alquilada en Miraflores, donde había puesto todas mis cosas (mis libros, mi escritorio y un colchón). El dueño era arquitecto y su hijo cineasta, fue quien me la alquiló, aunque al llegar con mis cosas en un auto de mudanza, el señor se puso de muy mal humor. Luego nos fuimos acomodando, él paraba metido en sus planos, yo llegaba muy de vez en cuando y el cineasta casi vivía donde la novia, así que no estaba. 
Cité a los periodistas de canal siete a mi oficina y los esperé con mis amigos más cercanos, aquellos que en conjunto aparentaban una agrupación musical, al 'marciano' aún no le habían cortado la cara, pero al 'Toto' sí. Carlos, Jesús y Abel venían de Jesús María, y me habían ayudado a conocer las calles que me inspiraron Barrunto. Estaba Dibujado y Milagrito, que no eran novios pero todos en la universidad sabíamos que se querían a morir. Cuando lo apresaron a Dibujado y dejó de ir a clases, fue ella quien lo visitó durante los once meses que estuvo en el penal. Y cuando retomó los estudios, cual milagro de Dios le hizo todas las monografías y trabajos que debía presentar su vate malhechor.  
Estaba El fotógrafo Gary, que aún no entraba a trabajar en Trome y conmigo hacía espectáculos para la revista Gente, me ayudó a registrar la entrevista, mi primera oportunidad de salir en televisión nacional y mostrar mi libro. 
Apenas llegó la prensa el productor hizo notar que había demasiada gente presente en la oficina y que el estado no era el más ecuánime. Yo le dije vaso de güisqui en manoe que toda mi vida se la compartía a esta gente, que sacarlos sería un irrespeto a la amistad. El productor me dijo que esa era una parte de El Padrino y que no me alucine Michael Corleone porque no tenía tiempo y tenían más grabaciones pauteadas. Así que me maquillaron, me sentaron y me hicieron algunas preguntas que respondí deslenguado, parte porque quería llamar la atención pero también porque creía en mi ignorancia que ser escritor era ser como Bryce Echenique y ser como Alfredo es ser un gran borracho y bocón. O como Bukowski o excéntrico como Capote. Por eso cuando prendieron las cámaras solté una serie de ataques contra colegas escritores que ni conocía. Solo era amigo de Matacabros, que ni siquiera era un vínculo por la literatura, sino por el barrio. Durante la grabación dije que Matacabros era como el Pedrito Suárez Vertiz de la literatura peruana. Al día siguiente en medio de la resaca me di cuenta que lo que había hecho, llamé al productor y le pedí que no publique la entrevista, aunque ya era tarde porque el programa ya se había emitido esa tarde.
Me dio roche volver a hablar con Matacabros, apenas pudimos conversar hizo mención a lo que dije en televisión. Se cagó de risa. Yo lo tomé con gracia y fui perdiendo el susto. Al tiempo a Matacabros lo invitaron a un conversatorio que organizó su editor, que aún no se había convertido en un seboso ladrón que ilusionaba a jóvenes talentos con el cuento del libro propio. Libro que nunca veía la luz aún con dinero invertido de por medio. Fue el conspirador de un conversatorio donde trataron mal a mi amigo Matacabros y le tuvo que reventar la cara a un don nadie que se hizo famoso más por escándalos que por el ripio que tecleaba en la oscuridad de un closet. El plumífero era franelero de la periodista Chichi, que denunció a Matacabros de agresor. Matacabros trabajaba en una universidad y en un canal importante de televisión, pero se tuvo que ir del país porque de ambos lugares lo botaron por agresor. Entonces se fue a España y comenzó de cero, trabajando primero como paseador de perros, luchándola con fuerza hasta que le encomendaron cuidar a un mapache que fue más traidor que su editor. El ataque del mapache lo inspiró a escribir un cuento que ganó el premio nacional. Mientras que el plumifero se fue a vivir a una provincia para vivir a costa de la cartera de su esposa, a quien le hizo dos hijos para asegurar su futuro.

Aunque no me dijo que no iba a participar en la mesa de presentación de mi libro en la casa España, entendí que ya no me iba a apoyar como escritor, luego de haber dicho lo que dije en televisón contra él. Por eso, la presentación del libro la hice yo mismo, teniendo como atractivo final un ritual que ya se había hecho costumbre en mis eventos: el rompecalzón de honor.
Cada vez que hacía una actividad literaria, había aprovechado para rendir homenaje a mis raíces charapas y brindar con el aguardiente típico de mi tierra: el temido RC. 
Cuando realizábamos estos brindis, alguien siempre caía en desgracia etílica y podía cometer todo tipo de locuras indecentes. Cuatro litros era suficiente para emborrachar a un ejército sediento. 
Ya para ese entonces el libro Barrunto ya había salido en unos cuantos medios de comunicación, y la presentación en la Casa España había generado gran expectativa por el rompecalzón.

Esa mañana mi abuela me recomendó que ponga el rompecalzón en envases pequeños para que entren en un cooler. Juntamos varias botellas de vidrio de un hidratante, pero la última de esas botellas contenía un conchito de líquido que parecía un té cargado. Mi abuela usaba muchas de esas botellas para poner el desinfectante con el que limpiaba los baños, y parece que una de sus botellas se infiltró. Yo terminé de llenar mis botellas de rompecalzón y vi que una de las botellas tenía un color distinto. A lo que repuse mi actitud aloquechuchera y me dije: no creo que pase nada.

La presentación estuvo llena de gente, fueron mis amigos más cercanos: el marciano, el Toto, Carloncho, ya sin Abel que había ingresado a un penal por tentativa de homicidio contra su padre, Jesús entró en rehabilitación, fue Paukarma que comenzaba a denotar un fuerte vitiligo que le marmoleaba la cara, fue el chato pelvis, Kabriel, Bollito, Chombo y Dibujado con Milagrito, que ya llegaban peleados. Alguien pensó que con el trago se calmarían, la gente estaba eufórica, algunos ya comenzaban a llamar la atención de la seguridad del local y me mandaron a decir que la última ronda y ya.

Esa última ronda fue la de la bendita botella con desinfectante. No pensé usarla pero Dibujado, que ya andaba colorado por el trago, miró el cooler y gritó: ¡Sandoval, no te cierres con tu trago!

Yo iba a decir que esa botella estaba con veneno pero el cargamontón me ganó el pulso y me vi obligado a abrirla. Hicimos una ronda y serví el brebaje, todos levantamos la copa y brindamos por Barrunto. Seco y volteado. A todos le cambio la cara. Dibujado ya andaba medio bravo con la Milagrito y cuando se ponía gorila comenzaba a tirar vasos al suelo, era una costumbre que se había hecho tras salir de prisión. Primero me reclamó por ese trago, que si bien le había gustado, tenía un sabor medio pendejo. Le dije la verdad, que se había filtrado un poquito de pinesol, pero que no era nada. El círculo del brindis se desarmó, algunos fueron directo al baño y otros me reclamaron este acto infame de querer envenenarlos. En ese trance fue que el marciano se acercó a Milagrito y le propuso salir a fumar al parque Washington. Ahí fue donde los encontró encamotados Dibujado, que apenas vio a su doncella compartir un cigarro con semejante baboso lo agarro a una mezcla de puñetazos con reventada de jarra de vidrio. Solo cuando llegó la policía dejó de pegarle y recordó que estaba con libertad condicional, por lo que se disculpó con los efectivos y procedió a limpiarle la cara al marciano, pero el daño ya estaba hecho. Tuvieron que llevarlo a emergencias y ponerle puntos por toda la cara. Dibujado tuvo que volver a sus actos ilícitos para pagar la curación y aunque le pidió disculpas cien veces en los siguientes días, algo entre el marciano, Dibujado y Milagrito se había roto para siempre, aunque esa rotura, ese fractura maxilar y la vergüenza de llevar toda la cara vendada se convirtió en el combustible que necesitaba el marciano para ponerse a escribir como un hombre y afrontar la búsqueda de su sexualidad a través de la escritura. Porque al final, lo que le dejaron en la cara fue un verso mal escrito.

Todos los que tomamos ese brindis demoniaco de pinesol fuimos captados por un aura decadente que hasta hoy nos persigue. 

jueves, enero 02, 2025

COMO DELFINES DE CERRO AZUL, PODEMOS SER HÉROES UN DÍA NADA MÁS




Amanecer deslumbrante en el Valle del Mantaro. Atardecer dramático en La Oroya, para volver a la caótica Lima que se siente desde Chosica. Más caótica estaba mi casa con mi madre enferma por las tres noches que no había estado en la casa. La perra se había cagado en varias partes de la sala. Y se había orinado en cuanto lugar pudiera comunicar su descontento con mi ausencia.
Yo acepto toda invitación que me hacen. No cobro y doy trato de pareja. Soy cama adentro acuariano. Menstrúo todo el invierno limeño. Aprendí a soportar la depresión que ocasiona el frío que cala los huesos por la humedad. Mis actividades fuera de casa están ritualizadas, llegar de madrugada, tomar un caldo de cabeza en el mercado de la ciudad, instalarse en el hotel, salir a dar unas tres o cuatro entrevistas, promocionar el evento que nos ha traído, echarle flores al organizador aún si no ha puesto ni siquiera una cerveza. Recuerdo que fui a Piura y me equivoqué al decirle al taxista que iba al hotel Libertador. Me llevó al centro de la ciudad, y me dejó en la puerta de lo más ficho de lo ficho por alla, güá. Yo me tenía confianza, me dijeron que pasaje no había pero hotel sí, así que supuse mal que había canje con el mejor hotel de Piura. Es más, no sabían de que había una feria del libro, internacional todavía, a quién se le ocurre hacer una actividad cultural en una ciudad que arde a 40 grados. A quién, solo al idiota que invita a Barrunto, cómo no.
En el Libertador no había ni rastro de mi reserva ni nada que tenga que ver con una feria del indio. Del libro, le corregí pero igual por el celular le decía a su jefa que había un loco con una maleta que decía que era escritor invitado. Para ese entonces, el organizador del evento ya ni me contestaba el celular. Debe haber un error, me esperanzaba cojudamente. Pero caí en cuenta que en el chat decía hotel Libertadores. Gúaaaaaa, ese hotel está a diez cuadras. Tómeste un taxi, señor escritor. Güa.
Tomé con buen humor el error. Y en vez de tomar un taxi me tomé unas latas de cerveza mientras caminaba con mi maleta, el sol estaba pleno para seguir bebiendo mi cervecita. Pero a mitad de camino me derretí como una vela y tomé un taxi. Me dejó en la puerta de un cementerio, el hotel quedaba al costado. No era la primera vez que iba a dormir al costado de un cementerio, la segunda gira de los 'viejitos de Barrón' con el Chombo como baterista fue a Iquitos y tuvimos que pasar una última noche en un hostal acorde al presupuesto de músicos que nos tocaba. Lo bueno de esa vez fue que no dormimos porque teníamos que abordar a las cuatro de la mañana, así que nos quedamos tomando rompe calzón y fumando mapachos hasta que tuvimos que partir a Lima. En el aeropuerto estaba la orquesta papelín, papelín, que rico vaselín. Era como veinte puntas, pero uno se puso mal y de pronto comenzó a convulsionar. Sus compañeros lo atendieron pero otros compañeros lo echaron en cancha: si él sabe que es pipiléptico, por qué toma? Sus amigos lo intentaron levantar para abordar el avión pero la tripulación los mandó a la mierda. Se tuvieron que quedar el mánager y un par más. Nosotros pasamos piola al final éramos dos, teníamos seis noches en Iquitos y nos habíamos reventado una tarjeta de crédito. Habíamos tocado en una calle cerrada junto al río Itaya, frente a unas 300 personas en la calle. 
Los demás días nos dedicamos a maltratar el cerebro. A lo living Las Vegas. Living Iquitos. O miedo y asco en Iquitos. Igual daba entrevistas a Panamericana y los canales de televisión locales. Gracias a la organización de Estamos en la calle. Gracias a la organización del festival de poesía de Chimbote, a la feria internacional del libro de Tangamandapio. Gracias a la feria Anti Gil por dejarnos tocar junto a un puente en medio de unos juegos mecánicos. Gracias totales. Entonces los locutores mencionan cosas que ya estoy escuchando hace más de 25 años, y cómo escribiste Barrunto ? Fueron vivencias propias o te inventaste todo? Eres también dueño de la cevichería Mi Barrunto ? Es verdad que tu obra se ha llevado al cine, la historieta y el teatro ? Dinos Barrunto, métenos la rata con tus patrañas. Yo me presto al juego siempre. Para eso voy, para vender mis tamales. Me acostumbre a ir a ferias de libro sin tener libros, como me enseñó Eloy. A piura fui sin libros por eso no me sentí tan estafado cuando me quisieron hospedar junto al cementerio. Comprendí que este juego de la vida literaria, alguien juega alguien gana, decisiones. Y como ya estaba borrachito por la cerveza y el calor, le mandé un mensaje al organizador que más que mandar un mensaje era una mandada a la mierda. Le dije que me iba a un hotel que disculpe, pero tenía compromisos familiares. Güáaaaa. Entonces me fui al centro de la ciudad, me instalé bien. y me fui a hacer la segunda actividad que realizo en el ritual de las giras artísticas: preguntar dónde están las putas. Si el hotel lo ha pagado la organización no las llevo a mi habitación, porque ya me ha pasado, malas experiencias a la hora de abandonar el hotel. No creo que sea Charly García cantanto demoliento hoteles, pero sí que con los viejitos de Barrón hemos tenido que pagar más de la cuenta por excesos de alegría que rompen vidrios o salen por la ventana aparatos electrónicos. Cosas de artistas que viajan y no se aguantan más. Las últimas veces, los viajes son por separado, habitaciones en distintos pisos y sobre todo, cuando se trata de los viejitos de Barrón, todos nos juntamos solo en el escenario. Ahí es el único lugar donde podríamos sonreír entre nosotros. Disfrutar de nuestra compañía. Pero se acaba el show y todo vuelve a la tensión que se ha forjado de años, así como la amistad que perdura también se hace fuerte el odio por descubrir que tus amigos no son la mejor expresión humana, sobre todo cuando sucumben (sucumbimos todos juntos) a la perdición de una gira fuera de Lima. O del Perú que también nos ha tocado dejar el nombre del Perú en lo más alto. A Colombia todavía tuvimos que ir a lo más alto. Pero dejamos bien el nombre porque estábamos a la altura de las circunstancias. Así hemos recorrido todo el Perú, Colombia, España y Luxemburgo. Tocando con la banda y dando entrevistas, estafando a la gente con el cuento de que tengo una obra literaria que no tiene ninguna casa editorial ni que existe en ninguna librería retail, sino que subsiste a duras penas en un puñado de gente infectada por algún virus malware en la cabeza que puede pensar que mis palabras generan una energía interna. Y lo encuentran en libro usado, libro viejo, algún ropavejero que desmanteló la biblioteca de algún hijo viejo fumón que acaba de morir sin pena ni gloria, y que entre sus libros tenía un ejemplar de Barrunto, firmado por el autor seguramente en alguna madrugada en el baño de algún bar del centro de Lima, o de Surquillo o de Barranco. O de Barranca, Iquitos, Tacna, Cuzco, Piura, costa, sierra y selva unidos por los viejitos de Barrón y su escritor sin obra palpable, porque como dijo el luttier Facundo Cabral queen realidad lo dijo el principito: lo esencial es helecho y también invisible a los ojos. 
En ese periplo que debo llevar ventiendo mis tamales por las ciudades, hablando mi libro que no hay, solo hablan de él. Hablando de la banda que va a tocar y que nadie ha escuchado en su vida. Y debo explicar por qué se llama la banda 'Los viejitos de Barrón', y comenzar a explicar que el fundador también es el biógrafo del poeta Luis Hernández Camarero, que mi sobrino frejolito también tocó en los viejitos y ahora es biomagnetista. O que en la banda hemos tenido tres integrantes que ya se han muerto. Primero fue el chino rata baterista, que ya tenia problemas con la caña y me quiso pegar en vivo en pleno show. Esa vez estuvo el Pez Plátano, que fue el segundo bajista de los viejitos y que como arquitecto se ha hecho ilustrador y tiene mucho éxito en Brasil. Desapareció unos días y lo encontraron como al cantante de ACDC, muerto en un carro ahogado por su vómito. El segundo baterista que murió de los viejitos de Barrón no murió ahogado pero tuvo siete vidas, y cuando comenzó a tocar con nosotros ya tenía cinco encima. Yo le dije, loco, si sigues pensando en Ronieco, que fue nuestro integrante supremo y que se murió esperando que lo atiendan, te va a jalar para arriba. Pero mi causa Elmer, batero loco, extrañaba a su Ronieco, extrañaba su saca bien, su ah con concha. Y se dejó ir. No fue que él decidió irse, sino que dejó que lo lleve el sonido de su guitarra con escalas mágicas. Subió al cielo con demonios. 
No se puede decir que la banda los viejitos de Barrón sea mi banda solamente, porque se han presentado aún sin mí. Habíamos viajado a Huancayo con el Chombo en la misma fórmula: me invitaban a un evento como escritor y exigía como parte de mis condiciones, que me consigan un lugar dónde tocar. Había un concierto contracultural. Llegamos e hicimos el ritual, entrevistas, promoción, saludar a alguna autoridad y a partir de ahí, libre. La otra actividad básica de los viejitos de Barrón además de buscar problemas y putas, es también ir a misa. Entonces fuimos a la catedral de Huancayo y yo recé por mi abuelita, que en ese entonces agonizaba y antes de irme para Huancayo me dijo: Jua, ya no quiero que escribas más, le haces daño a la familia. Me dolió tanto como me duele cada vez que alguien me dice que no tengo talento, o que mi novela no es buena, o que mi trabajo no satisface a los clientes, o como si alguien me dijera (como me lo han dicho bitcoins de veces) que estoy demasiado drogado y debo retirarme por mi bien y mi buena imagen. Pero por mi sangre corre la disrupción y me voy por el camino más salvaje, aunque mañana esté con mi cara de autogol, como el gordo Ronaldo cuando perdió el mundial porque le dio la epilepsia.

Esa gira a Huancayo en el 2011 la recuerdo tanto por eso que me dijo mi abuela, como porque al regreso comenzó su real muerte, falleció tres semanas después. Yo solo había pedido a Dios fuerzas para soportar lo que se venía. Pero el vendaval fue más fuerte y me quiso llevar. Terminé internado intoxicado de pastillas y depresión. desaparecí cuatro meses, volví reestablecido pero en ese lapso los viejitos de Barrón siguieron tocando sin mí, y aún así, cuando volví me acompañaron a pesar de que mi beat estaba lento, estaba pausado y hasta dormido, producto de todas las pastillas que tomaba para rehabilitarme. 
Todo eso está grabado disponible en YouTube, no es necesario que lo cuente para que crean que estoy metiendo floro, vendiendo humo, armando mis muñecos. Algunos ya ni me creen. Esa vez en Huancayo estuvimos en un buen hotel, dimos la charla y de frente nos fuimos con los rockeros. Ellos estaban más entusiasmados por nuestra presencia que los organizadores. Igual hicimos contenido y pudimos entrevistar a rapper school, en Huaancayo para la revista Esquina. Por la noche nos llevaron al evento y era a las afueras de Huancayo, había una movida cultural impresionante y lo dimos todo en el show, pero solo duró ocho minutos porque al Chombo le dio soroche y se desmayó tocando los tambores. Igual la gente reconoció nuestra presencia y nos invitaron caliche como mierda. Salimos sin casaca porque ya el frío era un verso que se tuerce en la rama de un río seco.
Al día siguiente teníamos la mañana libre así que nos fuimos para Ingenio, un distrito donde se comía trucha a un precio espectacular. Ahora que volvimos a Huancayo no pudimos ir, porque nos dijeron que se había 'apitucado' el distrito y todos eran hinchas de Gastón, servían poco y cobraban carísimo. No fuimos, igual mi road manager estaba en ácidos y no quería comer. Pidió una cerveza a las nueve de la mañana y dijo ir al evento a probar el sonido. A las dos horas me llamó el organizador quejándose de un tipo con lentes oscuros que exigía respeto. Le dije que no le haga caso, que nadie le hace caso ni su familia. 
Esa vez en Chimbote con Eloy, a pesar de que el escritor me había arropado y quería mostrar lo mejor de mí, no perdí la oportunidad para vetarme solo, dije que había estado en el chongo famoso adonde iba José María Argüedas y que cada vez que visitaba  la ciudad de cielo con olor a pescado, iba al tres cabezas y ahí era feliz, como así feliz José María antes de suicidarse, en Chimbote.
Ahora que pude disfrutar algunas horas lúcido en Huancayo, sin altura, vi que tenía dos malls tan grandes como los que hay en Lima, y hay BMWs como los que hay en Lima, y me doy cuenta que el cojudo soy yo que piensa que solo lo que existe en Lima ocurre en Lima, que no hay ciudades del Perú que son más o tan prósperas como Lima. Como La Oroya que es considerada la Manchester de Sudamérica. Seguro quien inventó ese floro fue el mismo que dice que el punk se inventó en Perú por los Saicos. Yo los entrevisté y almorzamos con todos los Saicos, y en el restaurante donde estábamos almorzando, estaba Alan García, en una mesa donde al frente tenía dos platos, uno era un chupe de camarones y el otro era algo como un chaufa aeropuerto. De ambos platos comía con cuchara y se iba riendo con su risa pausada, de mafioso viejo, de conchesumadre, de esos que cuando se matan viene gente a decir que aun sigue vivo, que siempre vivira, o que está en Andorra disfrutando. Con Tomasini o Sandro Baylón. Con Caico Ganoza. Y Paolo Guerrero nació en Ventanilla cuando se murieron los jugadores del Alianza Lima. No me jodan. Eso es literario, inmensamente pajero mental. Mágico masturbador.
Ahora que fuimos a Huancayo, el hotel estuvo lleno de canas que nos dimos cuenta sino hasta el final, donde uno de los tombos salió por su ventana y amenazó a uno de la crew: apaga tu huevada que huele feo. Menos mal yo ya estaba fuera del hostal, con mi maleta casi adentro del taxi. Entonces salió el negro y me dijo Juanjo, putake putake putake, creo que hay un tombo en el hotel. Yo le dije negro hay 43 tombos hospedados, sal rápido nomás compadre. Y nos fuimos nomás, ya ni nos despedimos del organizador. Pero queda en la memoria del corazón que el organizador, del evento homenaje al escritor Sandro Bossio, que fue auspiciado mediáticamente por el profugo de la justicia Vladimir Cerrón, nos invitó a tomar caldo de mondongo de su señora madre, que al costado de Sara, la mamá de Cabral, se merecen no un sitio sino una hectárea en el cielo. Como también el bar a las afueras de la ciudad que nos dejó tocar y convencer a los ocho personajes marcianos que estuvieron en nuestro show, para que repitamos el plato en el ICPNA de Huancayo, frente a uffff, cuanto, mil?, ocho mil ? qué va a ser, frente a ocho personas ilustres que dieron todo por nuestra presencia.
Así uno se va trepando la sierra y comienza a extrañar. Comienza a sentir que todo lo hecho no tiene sentido, que viajar al útlimo lugar del bus se ha vuelto tan repetitivo que pierde un por qué. Sin embargo, esa sonrisa que te regala una niñita en la carretera, esa humita caliente que te ofrecen en Chalhuanca, o la trucha a dos soles la unidad que te ofrece una emrpendedora de Curawasi, o el pan recién horneado que te venden en Jaujga, o el caldo de carachama que te sirven infernalmente caliente en Belén, no cuesta el precio que te poonen en la pizarra, por cuesta más que un tatuaje que te han puesto en la frente borracho incosciente. 


jueves, noviembre 28, 2024

LA MECANOGRAFÍA DE LA PERVERSIÓN



Había un pata en la universidad que le gustaba la literatura. Se acercaba a buscar conversa y pulseaba, ¿tienes algo para vender?, de qué o qué. Y se iba. Después volvía con que el escritor Reynoso vivía a unas cuadras y podíamos ir a visitarlo. Pa qué. Es un gran escritor, es importante valorarlo. Y se iba el amigo. La gente de mis clases eran menores que yo, porque venía de otra facultad y la gente de mi edad ya estaba formando familias. Ahora la misma gente de mi generación es abuelo. Sus hijos ya terminan maestrías y tranquilamente pueden ser mi jefe. A mí ya nadie me contrata. No tengo CTS ni AFP, lo más probable que tenga TBC.
El amigo andaba siempre jodiendo con eso de ir a visitar a Reynoso. A mí nunca me gustó esa vaina de creer que el talento se contagia por amistad. Yo venía de estar ocho horas tocando el bajo, tratando se fortalecer mis dedos. Pero no me dio a tanto, firmé un contrato discográfico y salí en la portada de un disco que competía con el grupo Torbellino. Tenía una chica bonita y un carro que mi papá me había  comprado nuevo, con la condición de que estudiara en la facultad de economía. Cuando salí de la universidad autoexpulsado, tuve que devolver el carro y a mi chica bonita no le gustó nada de nada que ponga aretes y que me haya inscrito en un taller de teatro clown. Ya no tenía interés de buscar a nadie ni reverenciar al tal Reynoso. Que por cierto ni había leído nada de él. Entonces me fui a un congreso de literatura y lo escuché hablar, leyó su cuento y lo grabé en mi casetera. Esa grabación se convirtió en una misa para mí, en un rezo devoto. Me volví reynosista, y adonde fui, ya como profesor universitario, como artista o mero loco de bar de Kilka leí a Reynoso en voz alta y con la intensidad que me enseñó en esa presentación que grabé en un casette. 
En la universidad la gente estaba pensando más en procrearse en fiestas. Yo ya no quería estar en fiestas, ya había estado en backstage de bandas de rock y vi todo lo prohibido. Un loco necio me puso una pistola en la frente y me perdonó la vida porque le caía bien. Confío en mi suerte, parecido a la película de Tarantino donde el negro Pulp Fiction y Travolta reciben una sarta de balazos pero ninguna le da, el negro dice que es un milagro y recita un paraje de la biblia. Siempre he sentido que tengo la suerte del negro Pulp Fiction. Ezequiel. 
El amigo de la universidad se terminó casando con la hija de otro escritor, muy amigo de Reynoso, y se hizo socialité. Yo más bien un día le respondí un correo donde me invitaba a la presentación de su libro. No recuerdo en qué habré estado yo (seguramente una mezcla de ansiolíticos con vodka, y frustrado por algún tema superficial) que le puse: no me envíen mensajes de este intento de artista. 
Recibí una respuesta mucho menos cordial, me gané su enemistad y nunca más me volvió a invitar a sus tertulias ni a visitar a Reynoso ni a nadie. Igual lo conocí a Reynoso en la presentación del primer libro de Raúl Tola. Me llevó Galarza y fui con mi nueva chica que poco le interesaba que no tuviese auto. Nos sentamos en una mesa con un escritor lleno de púas y chamarra de cuero, y un pata de apellido Badani que se había casado con cinco mujeres a la vez pero esta vez estaba con dos de sus esposas. A Reynoso le cayó bien mi chica porque era de Cuzco y su tío abuelo fue poeta. Era un bar gay que estaba repleto de gentita del arte. Me sentí barranquino, locaso, on. 
A Galarza lo conocía por tercera vez. Primero fue en la Tito Drago. Él venía a ser un refuerzo, de un grupo que venía del San Agustín, y yo era arquero suplente de suplente. Pero mi causa de barrio era el diez, así que siempre estuve en la banda aunque no jugaba o muy poco. Galarza jugaba de seis o de ocho, la rompía. Y como vivíamos en el mismo barrio, bajábamos en el Chama hasta Villa Coca. 
Años después ya casi terminando la secundaria nos volvimos a encontrar en el ICPNA de Miraflores, coincidimos en algún ciclo y ambos estábamos con la vaina del skateboarding. Él pertenecía a un team con una gente que se había hecho conocida, paraban con Kareen Spano que en ese entonces estaba de novia con Ricky, un guitarrista con la melena igual a Slash. Ahora creo que no le queda ni el recuerdo de esa peluca, pero sigue tocando la viola. Kareen Spano sigue actuando y escribiendo. Galarza se hizo conocido por su primer libro Matacabros. Yo leí el periódico y recordé quién era, lo busqué porque sabía que éramos del mismo barrio, estudiaba derecho. Comenzamos a frecuentar el pollo pier y el chifa de Barranco, con el loco Down, que tenía una tienda en Polvos Rosados, y el gordo Mejía, que ahora es super estrella de la televisión gastronómica. En ese entonces era recontra espeso, creo que no ha cambiado, nunca paraba de hablar, impulsado por la merca que nos vendían en Venegas. Todo sabía el gordo conchesumai. Down sabía de rock alternativo, era bacanes esas incursiones de madrugada, también a la luz verde, al frente del bar La Noche, ahí era más picante y ponían Héctor Lavoe. 
Al regresar la bajada era en el ALF, un sanguchón que fundó el loco Einar en los ochentas, todas las noches reventaba de gente y cocinaban hamburguesas hasta las cinco de la mañana. Hubo un tiempo que iba al ALF y no consumía, solo quería escuchar la música que ponían, porque el loco Einar tocaba la guitarra igualito a Hendrix. De tanto joderlo en su tienda sus cocineros pensaban que me había templado del loco Einar, en realidad quería tocar con él en su banda de blues. En la batería estaba Torombolo, yo tenía una batería que la loca Yushimi había dejado abandonada en mi casa, y tenía mis parlantes, entonces armamos una banda que Einar le puso Lima Gris. Todo lo componía él, las líneas de bajo me las enseñaba, yo solo repetía, pero entre pasadas íbamos haciendo jamming, nos quedábamos una hora entera en una sola nota, descubriendo y encubriendo melodías en una sola nota. Ahí aprendí a chivear, tocar en vivo sin perderme, saber aterrizar y comunicarse con los demás a través del ritmo. El loco Einar podía estar horas de horas soleando su guitarra, o aplastando un piano viejo que también metimos en la lavandería de mi casa. Al vecino no le gustaba para nada la bulla, su hija era niña y el olor a incienso era sospechoso. Sonaba Red Hot Chili Pepers o Nirvana. Llegó la policía y nos vetó. Me fui a vivir a la casa de mi abuela, vendí mis cosas y me quedé con una guitarra de palo. Con la poca plata que pude conseguir mandé a imprimir mi primer libro Barrunto.
Por mis manos había pasado la riqueza y no podía quejarme de mis decisiones. Cuando tenía mi carro y mi chica bonita, tenía una vida casi encaminada, aunque no disfrutaba estudiar ni trabajar. Buscaba problemas y en mis primeras borracheras sobre ruedas pude haberme estrellado. Me gustaba bajar con mis amigos a la costa verde y tomar ron pampero. Como a la medianoche siempre llegaba una mancha de motos, hacían un ritual de llegada. Pero una noche llegó otra mancha de moteros y entre la bronca un pata le disparó a otro y todos salieron volando, el asesino se quedó porque no tenía moto, estaba de acompañante. Lo recuerdo bien porque estudiaba con nostros. Al día siguiente se fue a Piura, y a los meses volvió a clases como si nada. En la casa de mi abuela había un revólver de la guerra con Ecuador. La comencé a poner debajo de mi asiento. Apenas era mayor de edad, tenía auto, una pistola y mi chica bonita. Pero en una borrachera por estar hablando de un supuesto suicida de mi colegio, un pata me quiso pegar, mi gente salió a defenderme, como era el que manejaba el carro siempre tenía buen resguardo. Y la trifulca se convirtió en amenazas que se llevaron a insultos de carro a carro. En mi alucinada borrachera fui tras ellos cual persecusión. Llegamos hasta Jesús María y unas luces que no respeté invocaron a detenerme. Mi ignorancia se acabó al oír los disparos al aire. Terminamos en la comisaría. Caí en cuenta que con las justas podía hablar, caminar e hilvanar una palabra. Mi primer intento de arreglar la situación fue imponer mi atrevimiento. Yo soy sobrino de Víctor Joy Way ministro de economía. O nos deja ir o lo llamo ahorita mismo. Eso de que era mi tío lo había escuchado en las reuniones familiares pero la verdad nunca lo había visto en persona. Y menos mal que nunca se enteró de mi existencia. Ante la impaciencia de la policía que disponía a encerrarnos, opté por estallar en llanto y denunciar acoso sentimental de parte del comisario. Todo eso en altavoz con mi mamá del otro lado del teléfono.
De alguna manera el llanto sincero que solté nos permitió volver a casa, aunque mi mamá tuvo que hacerse respetar delante de mis amigos, sirvió de mucho las enseñanzas que nos da la vida. Uno de mis amigos de ese entonces luego fue mi jefe a pesar de haberle fallado siempre como amigo, jamás estuve a la altura de ser un hombre de negocios. Por él fue que fundé mi programa de tecnología y me permitió conocerme como un relacionista público totalmente animalizado. Gracias a él me di cuenta que podía crear personajes. Uno de ellos fue un gerente de su empresa, a quien me encomendaron para gestionar algunas notas de prensa y entrevistas. El gerente era bien educado, aparentemente culto y con una simpatía desbordante. Conocía a mucha gente de la farándula e hicimos buenas migas, donde logré conocer un poco de su vida, había sido manager de un grupo brasileño. Vivía en un hotel y manejaba un carro distinto cada semana. Le conseguí buenas entrevistas y lo presentamos como uno de los protagonistas de la innovación. Pero tiempo después se fueron descubriendo cosas, como que no era el especialista que decía ser, que adonde iba dejaba deudas y tenía fama de estafador. Es más, el celular asignado de la empresa, estaba registrado en una cárcel. En realidad, el gerente innovador de la empresa de mi amigo era un impostor y delincuente. Sin querer queriendo construí un gerente para luego destruirlo como un prontuariado estafador. 
Al final, a eso nos dedicamos los escritores, no lo enseñan en la universidad, ahí te dicen que hay que hablar bien, que siempre será mejor llevarse bien con todos, que atacar no es lo correcto y que existe una verdad y todo lo que no se ajusta a esa versión es mentira. 
Lo aprendí rápido porque apenas acabé el primer semestre de periodismo me fui a practicar a la revista Gente. La primera nota que me mandaron a hacer fue con el actor Bernie Paz, que salió en portada. Yo había entrevistado alguna vez gracias a mi amiga Yushimi al grupo Frágil cuando teníamos trece años. Nos fuimos hasta Breña. Nunca salió esa entrevista, nosotros queríamos suplir a Leslie Ames, que era la que escribía de rock en la revista, pero en la primera gira de Los Prisioneros el mánager se enamoró de Leslie y se la llevó a vivir a Chile. Yo le dije a mi papá que quería hacer una entrevista con mi amiga. Y mi papá le dijo al dueño de la revista. Con el tiempo fui conociendo a don Enrique y aunque sé que nunca le caí bien, valoré la oportunidad que me dio para conocer el periodismo y encontrar mi propia voz. Aproveché sus páginas para atacar a mis enemigos y revalorar el talento de mis cercanos. El Waro era caserito de la revista, iba tanto por querer también publicar como por los canjes que daban en forma de pago. Algunas veces nos daban vales para el bar Yacana, en un edificio en el jirón de la Unión. Con un vale de la revista alcanzaba para tres margaritos. Íbamos pues un grupo de cinco periodistas cada uno con su vale, e íbamos pidiendo los margaritos de a dos en dos. El Waro era conocido por sus elucubraciones filosóficas. Era exótico en sus ideas y no el monotemático antifujimorista que desencadenó su vejez actual. Era avezado para proponer una idea, arriesgaba al límite los conceptos y a medida que fluía la cerveza por su sangre el discurso se volvía corrosivo. Justo se apasionaba el Waro sobre el machismo cortez cuando ua turba entró al bar y lo señalaron de inmediato. Quien lideraba la mancha revoltosa era un pelucón ensangrentado que acusaba al Waro de haberle lanzado desde la ventana del bar Yacana una botella de litro a la cabeza. Como vieron que nuestra mesa rebalsaba de botellas vacías y nos acusaron sin argumento. Peor aún, al vez que el Waro movía los brazos explicando sus temibles pensamientos, fue el elegido a pagar la fuente ovejuna. El Waro terminó con los dos ojos hinchados y cortes en la frente. El agraviado sin embargo estaba peor que el Waro, pues la botella de litro había caído desde lo alto del bar hacia el jirón de la Unión. En el dolor, el Waro aprovechó para redactar un ensayo sobre el hecho injusto, que obviamente decantó en culpar al gobierno del chino por haber esterilizado la mentalidad de nuestra generación. (Foto: Kerbi Prieto)

miércoles, septiembre 11, 2024

A CARIÑO BUENO (HAWAI)


Tiempos que marcaron nuestra generación, las bombas, los apagones, la falta de agua, las colas del pan, el desánimo, se cayó el Challenger. Lo que florecía nacía marchito en el Perú.
Mi tío Carlos Valverde era fundador del instituto nacional de la papa. Un país donde la investigación científica era ninguneada. Hoy no existe en un país pragmático. Un país desahuevado y ansiolítico. Recién comenzaban los noventas en mi barrio de Villa Coca y en mi casa enfrentábamos la separación de una familia. Entre los problemas caseros convivíamos con explosiones, ataques que crecieron cuando encontraron a unas cuadras al líder terrorista Abimael Guzman. Estaba en Los Sauces, conocido como Villa Coca porque ahí vivió también El Padrino, nuestro benefactor de los parques que ahora florecen en el barrio limítrofe entre Surco y Surquillo. 
Mi tío Carlos Valverde era el Mario Vargas Llosa de la ingeniería agrícola, manejaba un gran presupuesto para innovar en la agricultura. Pero un rector japonés de la Agraria le mostró un papel con una lista donde su nombre figuraba primera, ¿ve, usted, ingeniero Valverde? Usted está primero en la lista por el terrorismo. A usted lo pueden matar en cualquier momento. 
Circunstancia en la que mi tío procede a salir del país. A lo cual acepta un contrato en Holanda, adonde se va con sus hijas y mi tía Flor, y donde deciden llevar a mi hermano Carlos. Historia que marca el camino de nuestras vidas y nuestras familias. El ingeniero Fujimori, preocupado por la vida de mi tío Carlos, le dijo que su vida estaba en peligro y que mejor que se vaya, no sin antes dejar el presupuesto millonario que luego asumió el chino, y luego se empoderó como un rector honesto con su tractor. Y mientras mi tío hacía carrera como un estudioso de la papa peruana, aquella que podría combatir el hambre del Perú medio mundo, el ingeniero con su tractor se hizo presidente.
Mi papá se había ido de la casa, no había cómo paliar problemas como el corte de luz con sonidos de explosiones. Además del terrorista que vivía en la otra esquina, cerca vivía el Padrino, capo de la mafia que ofreció pagar la deuda externa a cambio de que lo dejen trabajar llevando merca a los Estados Unidos. 
La hermana de mi papá, mi tía Lupe, se había casado con un chino artista que su hermano había sido designado ministro. Mi papá lo persiguió buscando ayuda económica, eran tiempos en que la Sunat se había empoderado y ya habían empresarios encarcelados por evasión tributaria, entre los conocidos, mi tío Iván Arroyo, cirujano plástico con fama de pulverizar los fetos, y Ricardo Palma, el dueño de Radio Miraflores. 
Mi papá fue a buscarlo al tío ministro pero no lo atendió. Sin embargo, cuando fue detenido por corrupción y le embargaron las cuentas, mi papá le brindó ayuda y le cobró la morosidad. 
Los Joy Way se habían convertido en una familia poderosa, mi primo Toto se había casado a los 17 años, llegaba a tanto la opulencia, que una familia se podría consolidar a esa edad. La fiesta fue un festival adolescente, donde los chicos punteaban a las parejas al ritmo de reggaeton.
Mi primo Toto se casó primero y luego intentó estudiar en la universidad. Para ese entonces yo ya era profesor universitario y mi primo presidente de la asociación de cultivadores de canabis, quería sacar su título de comunicador a costa de mis galones académicos. Me quiso sobornar con sus regalos y lo dejé aprobar el curso con once. Igual me botaron de esa universidad de mierda. Universidad que creció con el fujimorismo y se volvió en un espacio no solo de fujimoristas sino también donde se glorificaba la presencia del chino.

A mi primo en vez de decirle Joy Way lo habían apodado Hawai, y era el emblema de la libertad en esa facultad que me invitó a salir cuano terminó el semestre. Luego le quitaron la licencia a esa universidad y denunciaron que por cien soles te daban un título universitario.

Hace un año falleció mi tío, el ingeniero de verdad, el que creía y amaba el Perrú. Mi tía vino a ver sus trámites de viudez, gestiones que duraron ocho meses, y antes de volver, mi tía Flor me preguntó, entre su lucha con el olvido: sobrino, tú sabes por que tu tío Carlos se fue del Perú?
Sí, tía, se fue porque Fujimori lo amenazó de muerte. 
Así es sobrino, aunque la memoria me vulnera, nunca dejes de escribirlo. 

Me hizo recordar en los noventas cuando mi tío Joy Way se separó de mi tía y se llevó a sus hijos a vivir a Camacho, a un depa que estaba amoblado pero lleno de polvo, era el inmueble de su hermano político, que antes de que lo atrape la policía se escapó, y dejó la casa lista para ocupar. Y su hermano que se acababa de divorciar, calzó preciso para ocupar la casa con sus hijos. Nunca lo encarcelaron y se fue a Chile mi tío Joy Way, que luego volvió cuando su hermano se hizo ministro y llegó al premierato.

sábado, septiembre 07, 2024

lunes, agosto 12, 2024

sábado, agosto 03, 2024

SIMPATÍA POR LA DERROTA

Que maravilloso debe ser ver y escuchar al argentino Bielsa. Engrandece al ser humano de a pie, los que nunca ganamos nada. Te enseña a tragar la derrota con dignidad, escupiendo rencor. Para mí el fútbol es el reflejo de la vida misma. De chico me hice arquero por necesidad de seguir siendo parte del juego colectivo. Con el Centro Iqueño jugamos la Copa de la Amistad y el campeonato AFIN. Usualmente, perdíamos. A veces por goleada, otras de forma ajustada. Yo era arquero suplente. Entrar a la cancha me producía un tremendo nerviosismo. Un partido, contra el Zúñiga, sacamos un empate y fui la estrella junto con Soriano. El sambo jugaba de marcador derecho y pasamos todo el tiempo pasándonos la pelota, del arquero al defensa, y del defensa al arquero. Salvo algunos ataques que la suerte desvió, el partido quedó cero a cero. Un par de años después todo el Zúñiga se pasó al Defensor Lima y jugamos un amistoso que terminó nueve a uno. Cuatro le metieron al titular y cinco a mí. De paso, el loco Barraza le rompió la pierna al chino Perata, el marcador izquierdo. No jugó la Copa de la Amistad. Para mi mala suerte, al arquero titular le dio varicela y tuve que entrar a la cancha.
En el Cantolao jugaba Rebosio y, en el Cantolao B, Cuto. Ya verlo como rival daba miedo. La jugada con Soriano, de hacer tiempo pasándonos la pelota, no se podía hacer porque venía Cuto y te la quitaba. Metía gol fácil. Yo me volteaba nomás, le tenía miedo a los pelotazos. Luego, nos tocó el Cristal donde jugaba el cóndor. Nos clavaron cinco. De esos cinco goles, me comí tres yo. Di vergüenza, el cóndor de mierda se descolgaba mientras la tribuna deliraba. Apenas pisaba el área descargaba el bombazo. Menos mal que volteé la cara porque me la hubiera destrozado. Pero la pelota me cayó en la mandíbula y me movió una muela. Me sacaron del partido y me fui aplaudido. 
Así estuve años, aprendiendo de las derrotas. Un partido en el Lolo de Breña, la cancha estaba mojada y las partes de tierra se habían convertido en barro y charcos. Jugar contra la U era más duro que el Cantolao, que el Zúñiga o el Cristal. El Alianza y la U ya eran palabras mayores. Para ese entonces la trampa del offside se había puesto de moda, pero nos salía mal. Entonces un nueve se quedó solo frente al arco y a mis miedos. Salí a barrerlo pero me dribleó sin problemas y siguió su camino al arco solo. Cruzó el punto de penal y desde la tribuna ya gritaban el gol. Pero el delantero al perfilarse para patear se resbaló y cayó al barro. Yo aún chorreado en el suelo tuve tiempo para reaccionar y darme cuenta que la vida es tan compleja que te da las oportunidades en el momento menos pensado. Uno tiene que estar listo para ese momento. No podía perder tiempo pensando, había que actuar y me levanté. Corrí hacia el balón y me lancé nuevamente al barro. Atrapé la pelota e impedí que mi arco sea batido. Me recuperé y agarrá confianza. Igual perdimos obviamente, sin embargo, son momentos que sirven para marcar tus propios hitos, como clavar una estaba en la montaña para seguir ascendiendo.

Dejé el fútbol aburrido de perder tantas veces. Los momentos de triunfo fueron contados con una mano. Lo demás, fue soportar la indignidad. 
El primer gran reto como pre adulto fue postular a la universidad. Tiempo en la academia donde me fui conociendo como un ocioso distraído. Tardé varias semanas en entrar en ritmo preuniversitario. Cuando me sentí que podía competir ya el examen estaba encima. Nunca di con puntajes para ingresar, igual di el examen a la U de Lima, tenía diecisiete años y quería descubrir toda forma de romper la ley. Por eso cuando acabó el examen, desde las nueve de la mañana, me puse a celebrar, pensando que iba a ingresar. Mi causa pescao se sentaba al último al igual que yo, era su segundo intento de ingresar. Hacia el mediodía ya estábamos bastante borrachos. A la hora de la publicación de resultados, las tres de la tarde, era un momento borroso para mí. Llegamos a la reja donde todos se apretaba por ver sus apellidos ahí. Pescao ingresó. Yo ni siquiera estaba en los últimos. Acababa de llegar la televisión, las cámaras de ATV registraron a un joven tirado en el jardín junto a la U de Lima llorando, jalándose los pelos, revolcándose de dolor por no haber ingresado. "Es la juventud ansiosa de triunfos", pusieron en el noticiero.
Una semana antes había acompañado a mi otro causa, mosqueao, a ver los resultados de la Católica, donde había postulado. Lo acompañamos una mancha del barrio, yo fui a ver sus resultados y leí mal, pensé que había ingresado y lo felicité. Mosqueao confió en mí y no revisó sus resultados y comenzó a recibir felicitaciones. Pasó su profe de la academia y se sintió orgulloso de él. Menos mal que no le comenzamos a cortar el pelo. Hubiese sido, peor porque cuando se dio cuenta la realidad me miró con ganas que me pasara algo malo. A mosqueao, y a mí también a mi manera, le marcó esa vaina. Lo ayudó a no confiar en nadie nunca más. Cada vez que lo veo, porque lo entrevisto en mi programa cuando puedo, le pido disculpas por haberlo cagado en su fallido ingreso a la Católica. La siguiente semana ingresó a la de Lima y yo salí en televisión derrotado. 
A la siguiente semana era el examen de la Richi, mi papá contrató unos profesores para reforzar la parte numérica, de paso me aconsejó que pase lo que pase, los resultados debían esperarse en familia, en confianza, sin tomar mucho. Ingresé en primeros puestos, mi papá puso unas buenas cajas de cerveza y llegaron mis amigos para celebrar. Estuve tres años en la universidad, tiempo que la pasé muy mal porque no entendía nada, y aceptar que mis fortalezas iban más por el plano creativo que el sistemático fue una confrontación conmigo mismo y mi familia. Hasta que claudiqué y renuncié a seguir estudiando. Estuve medio año en blanco y pude reinsertarme en una nueva facultad, no me reconocieron mis créditos y tuve que empezar de cero. Mi primer apodo en el salón fue abuelo. 

En la facultad de comunicaciones descubrí mis ambiciones, la literatura, el periodismo, viajar. Eso me ayudó a escribir y emprender mi propio camino como autor. Publiqué un libro, luego otro. Me contrataron en algunos medios, tuve oportunidad de ser académico, lo cual también me hizo dar cuenta que no servía para científico. Algunos intelectuales valoraron mi narrativa y me invitaron a hablar en distintos institutos y universidades. Luego me invitaron a Europa, lo cual me hizo atractivo laboralmente al volver. Por un tiempo me aluciné ganador. Aluciné, que tenía el poder. Pero me peleé con el jefe que me contrató, creía que con la liquidación podía sacar un nuevo libro (El artista de la familia), y seguir a flote. Me tenía confianza como escritor. 
Yo pensaba que mi talento me hacía notar y me inscribí a un concurso de creación de cuentos en vivo. Era una competencia entre dos escritores enmascarados. Me encantó la propuesta y comencé a alucinar cómo sería si ganaba. La primera fecha fui solo, no le dije a nadie para no crear espectativa. Gané a mi rival, el público asistente al bar hizo notar mi destacada participación y me volví en un buen semifinalista. 
Para la fecha eliminatoria llevé a mi batería, el chombo, el waro y sustancia. La cagué porque me puse a tomar antes del show y yo cuando tomo pierdo la lucidez. Mi rival era un publicista que arrolló mi cuento con una prosa recontra cortaziana, full elementos literarios que yo no manejaba, me quedé haciendo mi hauchita, mi taquito, mis maromas de pelotero de fútbol peruano y el era bembapé. Me fui derrotado, me tuve que quitar la máscara y descubrir mi identidad. La gente me abucheó y mis amigos se cagaron de risa. Me fui con el amargor en la garganta. Mientras chombo me contaba que él había sentido lo mismo en un torneo de frontón en su barrio de Los Olivos, pensó que podía encontrar un talento escondido como paletero deportivo. Lo quise mandar a la mierda, pero estaba destruído. Me fui a mi casa y a los días me di cuenta que mi editor llevaba tres meses sin cumplir en imprimir mi libro, y la chamba no llegaba, se olvidaba de mí la gente, mis lectores ya no existían. Caí en un ambiente derrotista que me hundió en pleno invierno. Solo en cautiverio clínico pude darme cuenta que recién había aterrizado a mi propia realidad, luego de haber vivido unos años de burbuja de una supuesta fama superflua, que me había hecho perder mi humildad, mi valor propio. Tuve que comenzar de cero nuevamente, a trepar mi propia montaña.

EBELIN ORTIZ PRESENTA 'COMO UNA UVA SECA AL SOL'